XVII

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    El jueves muy temprano llamé a Mario, me dijo que no había novedades en la búsqueda.

   Mike advirtió que no dejará la concentración del equipo sino había necesidad.

   Atendimos un entrenamiento especial en las instalaciones de la UCLA, me encantaba estar ahí, siempre soñé con estudiar en esa universidad.

—De niña soñaba con venir aquí a estudiar.-admiraba los edificios.
—Bueno–Darren apretó mi hombro con suavidad–viniste como entrenadora.
—Ya.-traté de sonreír.
—Mañana vendrán los cargadores–Zac llegó hasta donde estábamos–un ensayo del ensayo.
—Oye, ¿Crees que haya algún problema si yo regreso a Cincinnati el domingo? Quiero ir a ver a mi familia.
—Hmm no creo, tendremos el lunes libre.

   Estaba evitando a Joe inconscientemente, me sentía expuesta si estaba cerca y no quería que nadie se diera cuenta.

—Tienen la tarde libre–los muchachos celebraron–pero nada de regresar al hotel después de las diez.
—Vamos a ir a la playa a comer, ¿Quieres venir?
   Yoshi me alcanzó.
—No, gracias.
—¿Por qué?
—Porque conozco el tráfico de la ciudad y prefiero quedarme a descansar.
—¿Has sabido algo de Aaron?
—No, hablé con mi papá en la mañana y me dijo que no había novedades.
—¿Irás?
—Despues del partido, me voy a quedar hasta el domingo o el lunes, no sé todavía. Quiero ir a la tumba de mi mamá también.
—¿Quieres que te acompañe?
—Si quieres.
—Por supuesto que quiero, para eso estoy.-echó su brazo en mis hombros.
—Gracias.-apreté su mano.

   A pesar de no poder ir a San Diego por la advertencia de Mike, me sentía más tranquila estando cerca por si pasaba cualquier cosa.

   Los chicos sí se fueron a la playa, yo me quedé en el hotel.

   Dormí un rato, luego subí a la terraza del lugar, el sol estaba cayendo en un atardecer lleno de colores preciosos.
   No pude evitar derramar un par de lagrimas, oficialmente se cumplía una semana que no se sabía nada de Aaron y aunque mi cabeza trataba de sembrar la realidad más lógica, yo solo me aferraba a la idea de que estaba por ahí.
   Solo quería un abrazo de mi mamá, quería que me cantara despacio, acariciara mi cabello y me dijera que todo iba a estar bien.

—Supongo que California significa mucho para ti–puso un café en la mesa–y supongo que debe ser el doble de estresante con lo que está pasando–se sentó a mi lado–todo va a estar bien–lo miré–quisiera prometerlo pero solo puedo decirte que debes guardar un poco de fé, tu mamá de cuida desde allá.-señaló el cielo.
—La extraño tanto–el llanto me ganó–me siento perdida, Joe, de repente la vida me está quitando todo.
—Ven–me abrazó–estarás bien.
   Su cuerpo se posó sobre el mío de manera protectora.

   No tenía ni fuerza para resistirme, solo me dejé abrazar porque lo necesitaba.

   Se quedó conmigo hasta que cayó el sol, hablamos poco, solo me daba pequeñas caricias en la espalda cuando las lágrimas parecían quererme ahogar.
  
—Gracias por estar.
   Le dije cuando llegamos a la puerta de mi habitación.
—No hay nada que agradecer, es lo mínimo que puedo hacer–asentí–trata de descansar, por favor.
—Lo haré.
—Cualquier cosa estoy al final del pasillo en la cuatrocientos tres–volví a asentir–te veré entonces.
   Acarició mi cara haciendo que recargara mi cabeza en su mano.

   Apenas había podido dormir, bajé al desayuno porque no quería preguntas. Me protegi con Darren para no hablar con nadie.

   En la universidad había fanáticos de los dos equipos, nadie me había avisado que sería un entrenamiento a puertas abiertas.

   El sol estaba radiante con un clima perfecto para jugar fútbol.

   Zac dió una pequeña charla después del calentamiento para el ensayo del ensayo como decía él. Era un pequeño partido solamente de exhibición previo al partido del siguiente día.
   Me paré en una esquina a terminar de hacer apuntes en la tabla, uno de los chicos del staff me entregó el auricular con el radio para comunicarme con Zac y Jake.
   Me quedé viendo al frente, el quarterback de los angeles platicaba con su recibidor abierto animadamente.

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