VII

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    El silencio era incómodo, casi tan incómodo como los tacones que Rosalie me había obligado a ponerme y aún más que el vestido ajustado que marcaba curvas en mi cuerpo que ni siquiera sabía que existían.
   Bruno Brown me observaba con fastidio desde su lugar en la mesa y yo me escondía detrás de la copa de vino tinto buscando ser el adulto de una guerra que yo no había comenzado.

   Pero que claramente iba a terminar de un bombazo si me provocaba.

   Mi reloj anunció un mensaje.

Yoshi: esto está aburrido sin ti aquí 🥱

—Y bueno–Mike habló–¿Tienes todo listo en Nueva York?
—Por supuesto–sonrió de oreja a oreja–solo queda esperar el gran día.
—¿Gran día?–resopló–una fiesta más de niñitas torpes, afortunadamente tendrás una más en tu ejército.
—Bruno, basta.
—¿Qué? Ah claro, se me olvidaba que tu bastardita...
—Bueno–aventé la servilleta en la mesa–es mejor que me vaya.
—Cha, no.
—Charlie.
—Es estúpido, Mike, tu inútil, mantenido y bueno para nada hijo no me soporta y yo tampoco a él. No me voy a quedar a seguir escuchando un solo insulto más proveniente de un reprimido.
—Mira, niñita...
—Cállate ya, ¿Quieres? Caes mal, hartas, eres un bruto... Bruno el Bruto Brown, con las tres b.-me levanté.
—¿A donde vas?
—Sabes a donde voy, Mike.

   La cena que Mike había organizado buscando integrarme con su hijo había sido un rotundo fracaso y no podía mentir diciendo que me sabía un poco mal por él.
   Pero al final era su culpa por haber dejado pasar tanto tiempo y tantas cosas.
   Salí del restaurante y marqué el número de Charlie.

—Dime.-contestó de inmediato.
—Estoy en el–miré el nombre del restaurante–Cincinnati's luxury restaurant.
—Llegamos en veinte.
—Que sean quince.

   Busqué un lugar donde esperar a mis amigos y donde nadie me mirara al pasar, con esa vestimenta me sentía una de esas mujeres que se paraban en las esquinas a buscar trabajo.

—Charlie.-salió del restaurante.
—Mike, está bien, vuelve con ellos. Son tus hijos.
—Tú también eres mi hija.
—Y yo estoy bien, ¿Sí?
—¿A donde irás? ¿Ya viste la hora?
—Los chicos están cenando pizza, vendrán por mí, iré a cambiarme e iré con ellos un rato. No los volveré a ver, me gustaría despedirme de ellos.
—Avísame cuando estés con ellos, ¿Quieres?
—Sí, descuida... Oye, viejo, me gustaría decir que no es tu culpa pero se le pasará o no, no sabemos pero está bien. Se hizo lo que se pudo.
—Eres demasiado buena, Charlie, eres la viva imagen de Marcel.
—Ella era una santa, una mujer excepcional, yo solo estoy aprendiendo–miré el mensaje de Charlie diciéndome que habían llegado–son ellos, te veré después.
—Cuídate, diles que los observo.
   Solamente sonreí y asentí.

   Busqué el coche pero me arrepentí en el momento uno.

—Pero bueno.
—Cierra el pico.
—Uff.
—Andrei, basta.-le pegué en el hombro.
—Así no te llevaremos al callejón, he–cerró la puerta cuando subí–rápido, Charlie, llévanos a casa tengo que hablar a solas con ella.
—Eres tonto–lo regañó–¿Quieres ir con ese vestido?
—Por supuesto que no, quiero cambiarme por favor.
—Vamos...
—No, no te cambies.
—Andrei Iosivas, basta.
   Entré rápido a casa de Mike y me cambié, me puse un pantalón de cuero ajustado, una blusa blanca y encima una camisa de leñador negra con blanco y mis botines de siempre.
—No bueno, que estafa.
—Borra esas imágenes mías con vestido, te lo advierto.
—Las ocuparé para una cosa luego y ya las eliminaré.
—Eres un asqueroso.
—Vamos–por fin se rió–estan por comenzar los relevos.

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