La semana transcurrió lentamente, y por fin llegó el esperado fin de semana. En esos días, mis abuelos y yo apenas nos dirigimos una palabra, evitaban a toda costa desayunar, comer o cenar conmigo y se pasaban el día en sus respectivos trabajos.
En cuanto a Kyle, no lo pude ver muy a menudo ya que estuve estudiando casi todos los días si quería sacar buenas notas. Cora asistía a clase cuando le apetecía, y su amiga, Heather, no apareció en toda la semana.
Los rayos de luz que daban la bienvenida al sábado se filtraban por las cortinas de mi ventana. No tuve más remedio que levantarme. Me desperecé y fui a abrir las cortinas para contemplar el soleado día y las aguas cristalinas. Recordé lo que me había dicho Vanessa—la Barbie rubia—ese día al final de clases, entonces me fui a preparar la mochila de la playa.
Ese día sí que me iba a bañar por fin en las aguas de la playa, y nadie ni nada me lo impediría.
Bajé por las escaleras y llegué al comedor, pero el desayuno no estaba hecho. Ni la abuela ni el abuelo andaban por allí, así que se debían de haber dormido. Me preparé unos cereales y me los comí rápidamente, me estaba muriendo de ganas por probar el agua del mar. Dejé el tazón en el lavavajillas y cuando iba a abrir la puerta de mi dormitorio, mi abuela salió del suyo como un zombi. Ella empezó a bostezar y la verdad es que me asustó un poco su aspecto.
—Vaya...me he dormido—dijo entre bostezos—Lía, ¿te importaría ir a hacer las compras? —me pidió amablemente. A pesar de que todavía siguiera enfadada con ella, no me podía negar ya que ella ya me había hecho bastantes favores y además parecía estar bastante cansada.
Me dio el monedero y salí de casa. Atravesar la larga avenida ya se había convertido en una rutina. Llegué al supermercado y saqué la lista de la compra. Metí dentro del carro de la compra todo lo que había allí apuntado y me decidí dar un capricho. Fui hasta el apartado de los snacks para coger unas Pringles de bote verde, mis favoritas desde que era pequeña.
Vi que sólo quedaba un bote, entonces me apresuré y justo cuando estaba a punto de cogerlo, alguien posó su mano sobre la mía. Levanté la vista tímidamente y vi sus ojos azulados clavados en mí.
Kyle.
—Cógelas tú, Lía.
—No no, tú las viste primero.
—¿Qué te parece si las compartimos? —se ofreció con una sonrisa—Invito yo.
Fuimos hasta la cola, que era enorme. Seguro que tendríamos para un rato...
—¿Y qué se te trae por aquí? —me preguntó mientras sostenía un carrito de la compra.
—Pues me han mandado venir a comprar—contesté sin ganas—¿A ti también?
—No...yo tengo que venir por obligación—dijo algo cortante mientras me miraba fijamente—Vivo solo, entonces tengo que hacerlo todo por mí mismo.
—Yo vivo también prácticamente sola—repliqué inocentemente—Mis abuelos están trabajando todo el día.
—Mis padres ya dejaron de trabajar hace tiempo—negó con la cabeza lamentándose, como si no quisiese recordar algo—Ellos murieron en un accidente de tráfico.
Mi sangre se congeló. No sabía que decir, ni qué hacer, ni cómo reaccionar.
—Yo...yo—añadí tartamudeando—Lo siento...
Él no me contestó y seguía con la mirada perdida en a saber qué lugar del supermercado. Aquello era una situación muy incómoda.
Justo en ese momento abrió otra caja, y vaya suerte que nos hubiese tocado ser los primeros.
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Aguas Secretas©
FantasíaLía Wilson es una adolescente de 15 años que lleva una vida completamente normal. Sin embargo, mientras sus padres están de viaje , provoca un accidente que la obligará a mudarse a la otra punta del mundo. Allí hará nuevas amistades, experimentará...