Prólogo

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¡Hola chicos! Este va a ser el prólogo del libro "Aguas Secretas", espero que os guste y que os deje con intriga. Este debe de ser el único capítulo que no va a tener multimedia, ya que todos los demás van a tener imágenes que os describan mejor los personajes, los lugares o incluso las situaciones.

Espero que os guste tanto como a mí.

Besos :)

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PRÓLOGO

Era un día soleado, como otro cualquiera en esa ciudad. Una niña de unos 12 años ayudaba a una señora algo mayor a preparar la mesa.

—¡Ya está lista la comida!— gritó impacientemente.

Tres figuras aparecieron de la sala de estar y se acomodaron en sus asientos.

—Mami, yo me quiero poner enfrente de la abuela.

—Está bien...entonces ya me pongo yo al lado del abuelo.

La comida transcurrió tranquilamente mientras que los cuatro adultos conversaban de temas sin ningún interés para la más pequeña. En un momento dado, la madre miró directamente a los ojos al padre, como si se estuviesen dando una señal. Todos se quedaron en silencio mirándolos.

—Bueno, mamá, papá, y también para ti, pequeña C. Tengo que deciros algo —las caras de todos se iluminaron, esperando intrigados la noticia—Estoy otra vez embarazada.

—¡Sí!¡Porfin voy a tener un hermano! —miró con una sonrisa de cabo a rabo a sus padres, que estaban muy contentos.

Pero entonces sus sonrisas se desvanecieron cuando vieron que la abuela se había quedado todavía más pálida de lo que era. Su mirada estaba nublada y su cuerpo se había paralizado.

—Me retiro un momento— dijo en un tono totalmente neutro— Vuelvo ahora del baño. Disculpadme.

—Espera,que te acompaño— incluyó el abuelo levantándose precipitadamente de la silla.

Los tres se quedaron en la mesa, muy confusos por lo que acababa de suceder.

—¿Por qué se habrá puesto así mi madre?—  preguntó casi en un susurro a su marido.

—Yo creo que es porque a lo mejor no está preparada para ser abuela por segunda vez.

—Sí...yo creo que también.

La niña suspiró mientras revolvía sin ganas su sopa.

—C, para animar un poco a abuelita, cuéntale algunas de esas anécdotas tuyas tan divertidas, ¿vale?

—¡Claro!¡Lo haré encantada!

Al poco volvieron los dos, y la abuela ya había recuperado algo de color.

—Perdonadme por las molestias— dijo culpable mientras se sentaba a la misma vez que su marido.

—No es nada, mamá—replicó con una sonrisa falsa su hija.

En ese momento, la niña creía que era el momento perfecto para relatar su historia.

—Abuelita, el otro día me fui de excursión con el colegio. Me lo pasé muy bien, pero me ocurrió una cosa muy extraña —su abuela abrió sorprendida sus cristalinos ojos— Mientras que estábamos sacando fotos al mar, yo me alejé un poco ya que encontré la perspectiva perfecta. La piedra en la que estaba subida estaba resbaladiza, y bueno, yo soy un poco torpe, entonces me caí. Del susto, mi corazón se paró, pero cuando me sumergí en el agua, sorprendentemente, volvió a funcionar. Creo que la piedra estaba sobre metros del mar, pero no sentí el menor daño. Buceé y busqué mi mochila, y la llevé a la orilla.

Paró un momento y se dio cuenta de la tensión que había formado en el ambiente, por lo que prosiguió enseguida.

—Ahora viene lo raro, cuando tiré la mochila en la orilla, me quise poner de pie, pero no podía. Casi empecé a llorar porque pensé que me había roto las piernas, pero entonces así no habría podido nadar. Rápidamente, miré mis piernas...pero ¡no tenía!¡Tenía una hermosa cola color azul! Pensé que sería peligroso que alguien me viera, entonces me fui nadando hasta una cueva y me sequé allí. Fue impresionante, ya que a los pocos segundos ya tenía mis piernas. Inmediatamente,me fui corriendo a encontrar a los demás—se quedó mirándola con inocencia — ¿Tú me crees, verdad, abuela?

Acabada su historia, la niña miró a sus padres, que se estaban riendo a carcajadas, todo lo contrario que sus abuelos. Su abuela tenía la mirada perdida y soltó la cuchara como un peso muerto en el plato. Su abuelo tenía apoyadas las manos en su cabeza. Todo aquello era muy raro.

—Desde pequeña tiene una obsesión con las sirenas. De verdad que creo que lo alucina—comentó riéndose con su esposa.

En ese momento, dirigieron su mirada hacia ellos, y sus divertidas sonrisas desaparecieron en cuestión de segundos.

—No— dijo la abuela mirándolos con tal sinceridad que daba respeto —No lo alucina, creédme.

—No— dijo la abuela mirándolos con tal sinceridad que daba respeto —No lo alucina, creédme

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