Capítulo 40 - Bendita inocencia

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A la mañana siguiente, el despertador tocó a las seis ya que quería darme una ducha y repasar por última vez antes de ir a casa de los mellizos. Una pereza increíble recorrió mi cuerpo pero enseguida me incorporé y realicé lo que tenía pensado.

Una hora después de profundo repaso, cerré el libro y cogí la mochila, sintiéndome preparada para el inminente el examen. Nada más cerré la puerta de casa, pensé en que no había avisado a Amanda de que no iba a desayunar y entonces recordé que a la noche anterior ni me había dirigido la palabra.

Tuve suerte y nada más llegué a la parada estaba el bus que necesitaba, así que me subí inmediatamente para llegar a mi destino.

...

Al cabo de unos diez o quince minutos, me hallaba enfrente de la casa, y antes de que llegase a picar el timbre, un sonriente Sean me abrió la puerta.

—¡Buenos días!—me hizo un gesto para que pasase, encontrando a Amber sirviendo los cafés y la leche.

Sean se dirigió a la cocina, que parecía que se estaba friendo algo y justo Amber me saludó—¡Menuda cara de sueño, te voy a echar bien de café!—dijo vertiendo un poco de leche en su taza—Ve a ayudar a Sean a la cocina, está allí la comida.

Posé la mochila en el sofá y fui a la cocina a coger los platos, pero Sean se negó ya que era la invitada—Ve sentándote, en nada está todo listo.

Las bebidas ya estaban servidas pero Amber no estaba allí, apareciendo a los pocos segundos de dentro de su dormitorio a la vez que Sean acabó de sacarlo todo.

Ya sentados los tres en la mesa, nos dispusimos a desayunar para recargar energías, a lo que Sean añadió la famosa frase—¡Que aproveche!

...

A decir verdad, pasé un rato muy agradable en compañía de ambos, hablando la mayor parte del tiempo sobre temas del instituto. En ocasiones, Sean se mostraba extraño pero enseguida se recomponía, desconociendo el por qué.

—Yo no tengo clase a primera hora—nos avisó, ya que la estábamos esperando en la entrada—Suerte, chicos.

De camino a la parada, Sean estaba bastante callado, lo cual me parecía una cosa bastante rara.

—¿Qué te pasa?—le observé de reojo, viendo que estaba mirando al infinito—Estás muy callado.

—Estoy repasando mentalmente—se excusó como mejor pudo.

—Eso es mentira—arremetí segura, a Sean no se le daba bien mentir—Nunca lo haces.

—Es una tontería.

—Pues dímela.

Suspiró para sus adentros, confesándomelo finalmente—Amber—se encogió de hombros—Siempre ha sido bastante antisocial, pero siempre que vienes a casa, se vuelve sociable, es una tontería.

—¿No habláis entre vosotros?

—No coincidimos muchas veces, y las pocas que estamos juntos es para hablar de algo puntual.

—Ella al principio era algo borde conmigo, pero a medida que nos fuimos conociendo, se fue volviendo más maja.

—Hace tanto que no la veía tan sociable...—recordó—La última persona que trajo a casa debió de ser...—se paró, no queriéndomelo decir.

—Kyle, lo sé—respondí por él.

—Ah, ¿te lo contó?

—La verdad que no, me entere por ahí de que había estado a algo con Amber y la dejó tirada—mentí lo mejor que pude dentro de la verdad.

Aguas Secretas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora