Abril
Cuantas más veces me acostaba con Rivera, mejor era el sexo.
Era una reina en la cama y tenía todo lo que yo ansiaba en una pareja. Era segura, atractiva y terriblemente sensual.
No sabía qué me gustaba más, si sus besos o su entrepierna.
Me encantaba todo.
Regresamos a Nueva York y volvimos al trabajo. Se me habían acumulado las tareas al haberme tomado una semana libre, así que tenía que ponerme al día para seguir en la cima de mi imperio. Pasé varios días sin ponerme en contacto con Rivera porque estaba demasiado ocupada.
Ella tampoco contactó conmigo, probablemente por el mismo motivo.
Thorn me envió un mensaje.
«Me voy a pasar en diez minutos, a menos que tengas compañía».
«Estoy sola».
«Entonces ahora nos vemos».
Thorn subió en el ascensor hasta mi planta, porque tenía la clave para acceder a mi ático para que yo no tuviera que abrirle cada vez que venía.
Entró en el salón en vaqueros y con una camiseta gris, con un aspecto atractivo e informal con su ropa de calle. La mayoría de las veces que lo veía llevaba traje, algo diseñado a medida específicamente para su gran altura y sus anchos hombros. Entró con los ojos brillantes y me saludó con una sonrisa.
― ¿Qué tal va todo, Old Fashioned?
―Bien. He estado ocupada desde que volví de Italia. ―Le serví una copa de su vino favorito y me preparé mi bebida. Nos sentamos a la mesa del comedor con las luces de Manhattan de fondo.
Dio un largo trago, bebiendo como si fuera agua en lugar de alcohol.
― ¿Qué tal allí?
―Muy bien.
― ¿Lo pasaste bien tú y tu juguete?
―Lo cierto es que sí. Habría sido más divertido si su hermano no hubiera estado por allí.
―Cortarrollos... Los odio. ¿Qué tal está resultando Samantha Rivera? ―Me preguntaba por todas mis relaciones, así que aquello no era algo insólito.
―Es todo lo que había imaginado... y más.
Una sonrisa callada se extendió por sus labios.
―Parece ser una tía que viene con el paquete completo.
―Sí. Y sin duda tiene el paquete completo.
Me guiñó un ojo.
―Cochina.
―Sólo soy una mujer que sabe lo que quiere. ―Me acordé de lo que Rivera me había contado sobre Thorn, que le había mencionado nuestra relación de pasada―. Rivera me ha dicho que hablaste con ella de mí en la gala benéfica... y que la animaste a que fuera a por mí.
―Sí. ―Hizo girar el vino en la copa―. Y parece que mi consejo ha funcionado.
―Pero ¿para qué le dices nada? No sabía si era de fiar.
―Es una mujer honesta ―dijo con indiferencia―. Lo noto. Además, los amigos se ayudan los unos a los otros a conseguir polvos. Es la base de cualquier amistad.
―Bueno, pues yo puedo echar polvos sin tu ayuda.
Volvió a guiñarme el ojo.
―Porque eres una cochina.