Entré en el restaurante y me encontré a Thorn sentado en nuestra mesa habitual. Llevaba un traje y una corbata de color azul oscuro, y zapatos negros brillantes. En su muñeca relucía un reloj de oro blanco, una pieza de joyería qué tenía más valor que el restaurante. Estaba hablando por teléfono, pero se lo guardó rápidamente en el bolsillo una vez que me vio acercándome a la mesa.
Se puso de pie, abrumándome con su altura, varias decenas de centímetros superior a la mía. Me pasó el brazo por la cintura y me dio un beso en la mejilla.
―Hola, Old Fashioned. ―Me sacó la silla y me ayudó a tomar asiento antes de volver a sentarse él.
―Siento llegar tarde. Me han entretenido en la oficina.
―No te preocupes. Así he tenido más tiempo para beber.
―Sostuvo en alto la copa, que contenía un líquido de un intenso color rojo. La agitó antes de llevársela a los labios, adoptando de nuevo su humor sombrío. Cada vez que nos encontrábamos rodeados por más personas, construía unos muros tan altos que apenas permitían ver el cielo―. ¿Vino?
―Claro.
Me llenó una copa antes de apoyar los codos en la mesa, con sus ojos azules fijos en mí.
―A Bruce Carol le va cada vez peor. Por lo que he oído, va a hacer público todo esto, probablemente hará una subasta.
Mi cuerpo se tensó, como siempre que oía una oportunidad evidente.
―¿Cuándo?
―Pronto. Tendremos que hacer nuestra jugada.
Thorn y yo éramos el tipo de adversarios de negocios a los que nadie quería enfrentarse. Sólo nos éramos leales el uno al otro, y éramos enemigos de todos aquellos que no pertenecían a nuestro grupo. Ninguno de los dos tenía debilidades, sólo fortalezas. Unidos formábamos una potencia aterradora.
―Creo que podemos darle la vuelta a ese negocio con bastante facilidad.
Con mi experiencia en marketing con la agencia, sé cómo poner su producto en el mapa.
―Yo estaba pensando lo mismo. ―Puso los dedos sobre el tallo de la copa―. No se conformará fácilmente aunque esté desesperado. Perder su negocio y que se lo quede una mujer va a hacer que se tire de los pelos. Es un insulto sutil.
Una de las cosas que me gustaban de Thorn era su gran sinceridad. No suavizaba las cosas, no tergiversaba la realidad para que a mí me resultara más sencillo oírla. El sexismo era un gran obstáculo en mi mundo, y Thorn había decidido no fingir que no existía.
Era uno de los motivos por los que le tenía cariño.
―Cierto.
―Entonces negociamos a la baja, claro, pero si no cae, tendremos que ofrecerle algo mejor. Estaba pensando en una participación en las ganancias del diez por ciento.
―Diez por ciento. ―Arqueé una ceja, molesta por que Thorn lo hubiera propuesto siquiera―. Yo no entrego participaciones en mi empresa.
―No es una participación. Es a corto plazo.
―¿Cómo de corto?
―Un año. Puede que te desprecie por llevar falda, pero no puede ignorar tus méritos. Sabe que así ganará algo de pasta, probablemente más de lo que ha perdido. No lo rechazará.
Creo que es la última arma que tenemos en nuestro arsenal.
Era un buen plan B porque era temporal. Thorn ni siquiera tenía acceso a ninguna propiedad de mi compañía, por el momento.