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Aquella noche trabajé desde casa bebiendo vino tinto en la mesa con el plato vacío retirado hacia un lado. La asistenta me había preparado un pastel de carne vegetariano porque sabía que yo era muy exigente con mi dieta. Un régimen bajo en grasas y alto en proteínas era lo único que podía mantener mi físico. A los treinta y cinco años, ya no era precisamente joven. Tenía que hacer el doble de ejercicio y comer incluso menos si quería mantener mi aspecto.

Y como me ligaba a mujeres como Abril Garza, merecía la pena por completo.

Garza me envió un mensaje. Tenía el teléfono sobre la mesa y se iluminó cuando la palabra apareció en la pantalla. Ni siquiera me había dado cuenta de la oscuridad que reinaba en mi ático porque había estado concentrada en lo que hacía y no en cómo el sol iba desapareciendo detrás de los rascacielos.

«Ven».

Era la única ocasión en la que no me apetecía verla. Tenía una fecha límite muy próxima y no tenía tiempo de follar aquella noche.

«Esta noche no puedo».

«Yo creo que sí».

Me gustaba su dureza, pero en ese instante no la necesitaba.

«Esta noche no puedo, Garza. Mañana».

Dejé el teléfono a un lado y volví a centrarme en el trabajo. Tenía que saberlo todo sobre aquellos tíos antes de entrar en su diminuta oficina y hacerles mi oferta. Sabía que invertía en sueños, pero en realidad también mi padre lo hacía. Si descubrían que estábamos emparentados, sabrían que podrían tener una grave guerra de ofertas entre manos. Y como aquello no era una cuestión de dinero, no les costaría nada aprovecharse de la situación. Era complicado, por no decir otra cosa.

Garza me llamó.

Su nombre apareció en la pantalla rezumando poder sólo con la propia palabra.

Lo cogí.

―¿Sí? ―No contuve mi irritación. Que me ordenaran qué hacer era divertido en cualquier otro momento, pero no en ese.

―¿Va todo bien? ―En lugar del tono sensual y autoritario que solía oír de Garza, escuché la delicada preocupación de Abril, la mujer a la que había conocido poco antes.

―Tengo un montón de cosas que hacer ahora mismo...

―¿De trabajo?

―Sí. ―No quería aburrirla con los detalles, pero al mismo tiempo me apetecía hablar de ello. Ella se había abierto a mí. A lo mejor quería que yo hiciera lo mismo―. Mi padre y yo estamos compitiendo por la misma empresa. Tengo que presentar mi oferta mañana. Me voy a pasar toda la noche trabajando.

Después de una larga pausa, habló.

―¿Puedo ayudarte?

The Boss - Adaptación RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora