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Abril

Isa paseaba en bañador y tacones. Unas gafas de sol gruesas le cubrían los ojos y daba sorbos a la margarita con una sombrilla rosa dentro del vaso.

―¿Dónde se ha metido tu mujer?

―No lo sé. ―Yo descansaba en una tumbona mientras el resto de mis amigos nadaban en la piscina. Teníamos vistas a la playa y las olas azotaban la orilla con delicadeza bajo el sol abrasador. Yo llevaba un bikini negro y crema de sol en cada centímetro de mi cuerpo, hasta en los párpados―. Seguro que viene dentro de poco.

―¿Va a traer a algún amigo? ―preguntó Isa.

―Más le vale no hacerlo. ―Si quería formar parte de mi mundo, tenía que aprender a guardar un secreto.

Thorn salió de la casa con un bañador negro. Traía un plato con filetes de hamburguesa y lo llevó hasta la barbacoa. Tenía el pelo de color claro lacio sobre la cabeza porque había pasado todo el día en la piscina. El agua le goteaba por el cuerpo, duro como una piedra, y caía al suelo.

―¿Quién tiene hambre?

―¡Yo! ―Todo el mundo levantó la mano.

―¿Quién quiere carne y quién quiere mierda procesada? ―preguntó Thorn.

Pilar levantó la mano.

―Para mí mierda procesada, por favor.

―Para mí también. ―A mí no me parecía que las hamburguesas de alubias negras fueran una mierda, pero a Thorn le encantaba cargarse la dieta cuando estaba de vacaciones, y no es que yo lo respetase menos por ello. Cuando estábamos en Nueva York, se dedicaba a los negocios en cuerpo y alma, pero cuando íbamos de viaje por el mundo sólo quería disfrutar de las delicias de la vida.

Thorn sacudió la cabeza.

―Esperaba más de ti, Garza.

Me quité las gafas para poder mirarlo.

―Entonces no me conoces muy bien.

―¿Eso es un helicóptero? ―Pilar se cubrió los ojos con la mano mientras alzaba la vista al cielo. Estaba sentada en un flotador rosa en la piscina. El pelo empezó a agitársele con más fuerza por el viento que levantaban las hélices―. Está aterrizando en tu propiedad, Garza.

Yo me levanté de la tumbona y caminé hasta el borde de la piscina. Efectivamente, un helicóptero negro estaba aterrizando en el verde césped que había junto a la casa. Poseía un gran terreno porque quería estar alejada de todo el mundo para preservar mi intimidad. El vecino más próximo estaba a quince kilómetros de distancia. Vi el logotipo que había en un lado del aparato.

Rivera Industries.

Sólo podía tratarse de una persona.

―Pues parece que mi mujer acaba de llegar.

―Con estilo ―dijo Pilar―. ¿Sabe pilotar un helicóptero?

―Quiero tus sobras cuando acabes con ella ―dijo Isa.

Sentí una punzada de celos, pero no tenía ni idea de dónde había salido.

Atravesé la zona de la piscina hasta el camino de piedra que cruzaba el césped. El motor se apagó y los propulsores se detuvieron. Rivera abrió la puerta y salió. Llevaba vaqueros, una camiseta negra y unas gafas de aviador. El papel le iba a la perfección.

―¿Te importa que aparque aquí?

―Para nada.

Se quitó el casco y lo dejó en el asiento del pasajero. Caminó hacia mí sonriendo como una niña enamorada de su juguete. Cuando llegó donde me encontraba, me rodeó con los brazos y me besó en la boca con pasión, hundiéndome las puntas de los dedos en la piel. Me levantó del suelo y sus brazos musculados no flaquearon ni un instante mientras me sostenía a unos centímetros del suelo.

The Boss - Adaptación RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora