Thorn entró en su salón descalzo y vestido sólo con los pantalones de chándal. Tenía el pelo revuelto, como si una mujer hubiera pasado toda la noche hundiendo los dedos en él.
Era probable que eso fuese exactamente lo que había ocurrido.
―¿Qué tal fue con Rivera? ―Llenó dos tazas de café y se reunió conmigo en el salón. Se sentó junto a mí, dio un largo trago al café en un intento por despejarse y se frotó los ojos somnolientos. En su mentón ya asomaba una barba incipiente.
―Bien.
―¿Sí? ¿Vamos a hacer una oferta?
―Me reuniré con Bruce el lunes.
―Entonces, ¿Rivera no se retiró por algo de la empresa?
―No. Se retiró por otra razón.
―¿Que es...? ―Me dirigió una mirada de irritación antes de volver a beber café.
―Al parecer, Bruce hizo algunos comentarios despectivos sobre mí. Rivera se cabreó, así que lo canceló todo.
Thorn estaba a punto de beber cuando apartó la taza a un lado.
―¿Que Bruce hizo qué? ―preguntó con incredulidad―. ¿Qué es lo que dijo?
―Que sólo me vendería a mí la empresa si se la chupaba ―lo dije con gesto impasible, negándome a permitir que un hombre insignificante como Bruce Carol me enfadase. ¿Por qué debía importarme lo que pensara de mí? Era él quien estaba a punto de declararse en bancarrota, no yo―. Y que tengo el culo como una nectarina.
A Thorn se le hinchó la nariz como si fuera un toro a punto de salir al ruedo. La vena de la frente le empezó a palpitar y se enfadó muchísimo en un abrir y cerrar de ojos. El detonador había saltado y la dinamita había estallado.
―Menudo hijo de puta.
Rivera debía de haberse puesto igual de furiosa para haber anulado el trato y haberle declarado la guerra.
―No creo que merezca la pena alterarse por eso.
―¿Que no crees que merezca la pena alterarse por eso? ¿Quién coño se cree que es?
―Nadie ―dije con sencillez―. Por eso vamos a comprarle la empresa, porque nosotros sí somos alguien.
Thorn se calmó un poco.
―Me sorprende que Rivera hiciera eso.
―A mí no. ―Era fría y dura en apariencia, pero había un corazón maravilloso latiendo debajo.
Thorn me analizó alzando levemente la ceja.
―¿A ti no?
―Es buena persona.
―Yo también soy buena persona, pero no estoy seguro de que hubiera hecho lo mismo.
―Eso no me lo creo ni por un segundo.
―Por ti lo haría, por supuesto, pero no por una mujer a la que sólo me esté tirando. No sentiría la necesidad de defender su honor y renunciar a una puta montaña de dinero a menos que significara algo para mí... ―La mirada que me dedicó era claramente acusatoria.
―¿Eso qué se supone que quiere decir?
―Eres demasiado inteligente como para hacerte la tonta ―soltó―.Sabes perfectamente lo que quiere decir.
―Rivera no me ve de ese modo. Se preocupa por mí y me considera una amiga, pero eso es todo.
Thorn apartó la mirada y dio otro trago de la taza.