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No tenía idea de lo que estaba pasando.

Había vuelto al campamento hace un par de horas, había sido traído por ese tal "majestad" al que todos veneraban.

Bajaban la cabeza delante de él y glorificaban su nombre como si fuese una especie de deidad, no dejaban de gritar su nombre como un coro de victoria. Cantaban al unísono, su nombre en un cántico diabólico que les salía fatal. No tenían sincronización, algunos estaban desafinados y la mayoría ni siquiera tenía cuerdas vocales para cantar. ¡Lo único que podía escuchar eran gruñidos y gemidos de las que supuestamente eran hembras!

La letra era tétrica, relatando varios asesinatos anteriores, hechos por el rubio que lo cargaba. Mencionando mujeres que habían tenido a sus hijos a los cuales se había comido para evitar que robaran su trono. Y entre más escuchaba, más se convencía que eran bestias por una razón. Había sido dejado en una pequeña jaula, dónde había una bolsa negra con varia sangre que olía igual al líquido amniótico de las embarazadas cuando van a dar a luz.

La muerte de sus hijos son la bendición, para que su vida no tenga perdición. Fueron sacrificios que todos vimos, el llanto de los inocentes se perdieron en la noche, y uno a uno fueron callados, ahogados, y hasta mutilados.

Su estómago se revolvió cuando miró en su estómago un pedazo de carne de color grisácea, bastante apestoso, fue entonces que se dió cuenta de lo que era. Un cordón de alumbramiento, o un cordón umbilical como dirían todos los médicos del mundo que conoce. Sus manos tocaron esa cosa que cuelga de su estómago, arrancando lentamente hasta finalmente tenerlo en su mano.

Sus ojos buscaron al rubio, quién estaba sentado en una especie de trono. Observando cada una de sus reacciones, analizando cada acción, veía el desconcierto en él y eso lo hacía entrar en pánico. Alastor sabía que ahora no podría volver a salir fácilmente como antes.

El rugido del león, apareció en el horizonte. Rugiendo a nuestro rey y pronto su piel abrigo a nuestro señor, el que alce su espada contra él. No habrá alma que escape de nuestra ira, incluso el bebé pagará por los males de los grandes.

Cantaban con tanta alegría que Alastor sentía miedo, como si lo que estaban exponiendo delante de él fuera un cuento de terror para asustar a los niños. En la mirada del rey no se veían mentiras, y la canción siguió sonando. Todos se hicieron un círculo, danzando alrededor del fuego mientras seguían cantando. Su estómago no soportó más, viendo la bolsa de la que sospechaba, él había salido. Y mirando en su interior, fue el detonante perfecto para vomitar lo que no había comido aún.

¡Que viva nuestro señor! ¡Al que amamos, adoramos y que por él matamos! ¡Viva nuestro señor, el rey de los demonios! ¡El que nos guía a un nuevo amanecer en la eterna lucha contra los humanos!

Alastor cayó de rodillas, observando al rubio mientras esté le devolvía la mirada. Sonriendo tranquilamente mientras lo veía, disfrutando de su sufrimiento aparente. Sus manos se deslizaron a su estómago, viendo cómo salía un poco de sangre de dónde estaba el cordón umbilical. Sus manos se acercaron a su rostro, cubriendo sus ojos para no ver, él no quería ver nuevamente dentro.

¡Viva nuestro Rey! ¡VIVA LUCIFER!

Su mente asociaba recuerdos suyos, su mente recibía sus antiguas memorias de golpe. Recordando una carretera, un auto y un par de pies. También recuerda cuando abrió los ojos por primera vez en ese lugar, su cuerpo atrapado mientras intentaba salir desesperadamente. Reconociendo que lo que amarraba sus pies y manos no eran cuerdas, era la placenta de la que había salido y, tal parece que al forzar su salida... asesinó a los que creé con seguridad, son sus hermanos.

Epifanía. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora