7

213 43 16
                                    

Alastor estaba sentado tranquilamente en la mesa. Cerca de la ventana abierta para tener una mejor experiencia en su lectura vespertina, bebía un té de jazmines que Lucifer le había regalado hace un día. Ese regalo había sido una ofrenda para calmar el desasosiego en el corazón. Cosa que se le pasó rápidamente, simplemente había sido un shock repentino luego de esa confesión burda. No había razón para ahogarse en una gota de agua, no estaba en sus intereses el tener el cariño del rey.

Volviendo a la rutina diaria de ambos, había visto al rey ir de un lado a otro mientras veía en su dirección de forma para nada disimulada. Asomaba la cabeza para verlo, y cuando estaba a punto de caer hacia delante, volvía a esconder su presencia. ¿Qué sentido tenía eso cuando su nariz podía olerlo? Parece que el rey estaba fallando a propósito para que Alastor lo llamara primero.

"Suele ser tan predecible." Soltó un suspiro.

— Puede mostrarse, su alteza. No tiene por qué ocultarse si desea hablar conmigo. — dijo, cerrando el libro y lo dejó sobre la mesa.

Lucifer sonrió desde su escondite, viendo cómo el ciervo veía en su dirección. Sus orejas erguidas, una rara ropa vieja y la capa sobre sus hombros que usaba en cualquier momento. Su cabello corto hasta los hombros, el extraño color negro en las puntas de sus orejas y demás pelo lo hacía ver exótico, atractivo y adorable de alguna forma.

Bambi luce adorable con todo lo que use.

Salió tranquilamente mientras caminaba hacia él, y llegó hasta la silla que estaba al lado del ciervo. La que estaba vacía, por cierto.

— ¿Puedo sentarme? — preguntó, inclinándose hacia él.

— Todo en esta casa es suyo, majestad. ¿Por qué pide mi humilde opinión? — sonrió, ladeando el rostro.

Lucifer parpadeó, observando sus orejas para luego ver el rostro del pelirrojo quién entrecerró los ojos ante su cambio de actitud repentino. Parecía que Lucifer había hecho un cambio con alguna de sus tantas personalidades, tal y como predijo. El rey jaló la silla a un lado, viendo su rostro con una ceja alzada.

"Me pregunto qué estará pensando." se inclinó hacia él.

— ¿Mi señor? — dijo casi en un susurro.

Lucifer miraba directamente a su rostro, sus manos solo se movieron y se detuvieron en sus mejillas. Otro cariño que él solía darle cuando hacía las cosas bien. Fue como un sutil recordatorio de lo bien que se sentía ser querido, era como el dulce más exquisito que haya probado. Pero, como ese tipo de dulce es difícil de conseguir. Sabía que no debía ser ambicioso para tener más atención.

Sus orejas siguen siendo peludas.

Pensaba el soberano, esbozando una sonrisa para ver los ojos de Alastor nuevamente.

— Creo que debemos hablar. — se inclinó, arreglando un par de mechones de cabello despeinado — Sobre la plática en la clase de historia que tuvimos.

Alastor sonrió, tensando la mandíbula.

— No es necesario, majestad. — alejó la mano del rubio — No tiene porque explicarme sobre las personas de las que usted se enamora y...

— ¿De qué tontería estás hablando, Bambi? — se burló — Seguiremos con nuestra clase de historia, demonología y entre otras cosas. Ya has perdido demasiado tiempo en hacer un trato con esas pequeñas bestias de las sombras.

Alastor frunció el ceño.

— Tienen nombre, alteza.

Lucifer alzó una ceja. — ¿En serio? ¿Cuáles son?

Epifanía. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora