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Huir para sobrevivir y sobrevivir para huir.

Nuevamente se encontraba corriendo por el bosque hacia la que consideraba la salida del campamento debajo de la tierra, sus pies sangraban por los incontables huesos que se clavaban en la tierna piel. Sabía que estaba corriendo en vano, que no podría despistar a Lucifer y que solo era cuestión de tiempo para que lo atrapara... Pero era inútil querer hacerse el sumiso, el educado, el estúpido que se convertirá en el lechoncito al que sacrificarán para dar de comer a otros cerdos. Alastor sabía que estaba haciendo algo inútil de igual forma, no quería ser llevado al matadero cuando puede buscar su propia forma de muerte.

Quizás una muerte más digna de él, al menos una que sea un jodido sacrificio para esos horripilantes seres que oía ir detrás de él. Jadeaba, gruñian, rompían. Podía sentir sus intenciones a flor de piel y aunque ellos estaban muy lejos de él... Podía imaginar la sensación de sus dientes en su garganta, rasgando la piel de sus extremidades mientras tiraban con fuerza de ellas hasta desmembrarlo vivo. Podía imaginar la sangre brotando de su cuerpo mientras volvían a morder su carne como un juguete para morder, como los perros que tienen un nuevo juguete. Esa era una buena comparación con esos seres que detesta y los que van detrás de él.

"Mierda, ya no puedo correr."

Alastor cae de rodillas, observando cómo una lanza con la punta similar a la de un hueso afilado rozó su brazo. Y una pequeña gota de sangre se deslizó por su piel acanelada.

Tragó grueso, viendo cómo la cadena en su cuello volvía a hacer acto de presencia. Junto a un escalofriante silbido, el silbido que había escuchado el día de ayer, el mismo que logró hacer que los perros de dos cabezas no lo alcanzaran y muriera. Observó cómo el rubio alado, llamado lucifer, se mostraba después de brotar de una nube de fuego. Estaba siendo analizando, observado y quizás un poco apenado, se dejó ver por el rey. Sus orejas estuvieron agachadas todo el tiempo, antes en el campamento, en la cabaña de Lucifer y en su carrera por el bosque.

Sus piernas volvían a temblar por el sobreesfuerzo hecho otra vez, la vergüenza llegó después de la estupidez que hizo. Sabía que trató estúpidamente de huir, sabiendo que él tenía una correa alrededor de su cuello, con la forma de una linda gargantilla. Solo podía agachar la cabeza ante la furia del demonio delante de él.

Alastor escuchó como comenzaba a caminar alrededor de él. Podía sentir su mirada sobre su cuerpo, sobre su rostro, sus orejas, sobre la cola que temblaba vergonzosamente a sus espaldas.

— Te has hecho una idea errónea de nosotros, Bambi. — su voz era tranquila, serena por decirlo así — No queremos comerte, tampoco matarte.

El ciervo se encogió en su lugar cuando escuchó pasos de los perros finalmente llegaron. Estaba siendo rodeado y sus sentidos lo hicieron actuar impulsivamente. Se arrastró hacia Lucifer y se escondió detrás de él, ocultando su nula presencia de las seis cabezas que veían en su dirección.

Lucifer lo miró, alzando una ceja.

A veces olvidó que continúa siendo un bebé.

— Vuelvan. — ordenó, girándose para cargar al ciervo.

— ¿¡...!?

Alastor gruñó, observando cómo las bestias corrían hacia el campamento otra vez.

— He visto que no confías en nosotros, tu clan de sangre. — hizo aparecer una capa y cubrió su cuerpo — Supongo que piensas ingenuamente que afuera tendrás ayuda.

Alastor miró al rubio, observando cómo sus alas aparecían.

"De verdad aparecen solas." Pensó.

Observó al rey y frunció el ceño. — ¿Clan de sangre?

Epifanía. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora