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Alastor y Nifty no podían salir.

— Nifty, cariño. ¿Podrías dejar de moverte?

El pelirrojo atrapó a la pequeña entre sus brazos una vez más, evitando que saltará más y que por efecto del domo, se hiciera más pequeño. Era un problema cuando su altura no es la adecuada para un espacio tan reducido como ese.

Aunque la razón principal por la que no quiere que ella diga moviéndose, es porque hay seres extraños rodeandolos.

Alastor frunció el ceño.

— ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo se atreven a entrar en la propiedad del rey?

Pese a que estaba en una situación poco favorable para él.

Continuó protegiendo los derechos de propiedad privada del rey, abogando por él. Cuándo tiene que abogar por su vida y la de Nifty. Alastor estaba viendo fijamente como los hombres iban al frente, dejando a una mujer detrás, viendo en dirección contraria del área en que ellos estaban.

Alastor tragó grueso, oliendo al rey y su sangre. Sintiendo un deseo casi mortal por ir y dar un mordisco, pero, había algo más que le causaba molestia. El olor de una mujer, el aroma del rey había sido manchado con el de la extraña y él no está contento. Escuchó a su alrededor, no podía oír demasiado por los recientes gruñidos de los demonios que iban hacia ellos casi en manada. Cómo lobos que iban a robar la comida de otros, sus ojos rojos buscaban al rey pero el humo seguía ahí. Bloqueando su vista.

"Tan molesto." Gruñó, viendo cómo los hombres ponían en el suelo varios cristales rojos...

— Veamos si pueden durar demasiado tiempo ahí dentro.

Alastor iba a decir algo, pero de su boca no salió nada.

— Tampoco intentes hablar o pedir ayuda, el rey que tanto quieres morirá pronto. — la mujer se acercó, viendo a los ojos al pelirrojo — Y cuando lo hagas tú serás comida para todos tus parientes.

Alastor frunció el ceño, mirándola fijamente.

"¿Pariente? Mi único pariente no pertenece a este mundo." Pensó.

Gruñó, sintiendo rabia e impotencia. Nifty se aferró al otro, sus ojos rojos veían a la nada. Especialmente ahí donde el rey yacía con la mujer, dónde el olor de la sangre era fuerte hasta el punto de provocar hambre.

Alastor jadeó, observando cómo el domo desaparecía... Y los cristales explotaban a su alrededor. Ahora estaba en serios problemas, el rey del subsuelo estaba lejos de él y estaba completamente rodeado. Estaba consciente que si corría era probable que muera, ya que dos de ellos tenían arcos.

Escuchó una pequeña risa, que causó un escalofrío en los dos híbridos.

— Tú debes ser el híbrido que tanto cuida el engendro. — la misma mujer de antes habló — Supongo que debe estar criando al venado para comerlo cuando tenga suficiente carne en sus huesos, un cervatillo es demasiado duro para comer.

Alastor se limitó a escuchar.

— Y si te cuida tanto... ¿Aún no has manifestado tu poder?

Alastor sonreía, viéndola con desinterés. Sus orejas estaban erguidas dónde su cabeza. Su postura elegante y serena causó el enfado de la mujer.

— ¡Habla! — gritó.

Alastor ensanchó su sonrisa, ladeando el rostro hacia la derecha. Viendo con clara ironía a la mujer que se ponía roja de la vergüenza por la estupidez que acababa de decir.

Epifanía. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora