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— ¿Has oído?

Un demonio con características similares a los perros llegó, entrando en un pequeño balcón. Viendo cómo un demonio de finos rasgos se daba la vuelta, con apariencia un poco más humana que el resto de señores en el subsuelo. Una expresión aburrida, con ojeras debajo de sus ojos verdes y un pequeño lunar cerca del ojo derecho.

Suspiró.

— ¿Tus ladridos? Por supuesto, Bee.

Ella entrecerró los ojos, sentándose en la mesa. Viendo los bocadillos en la mesa. ¡Tenía tanta hambre!

— Eso no, la noticia caliente de la mañana. — miró al otro.

El humanizado miró a la demonia perruna, babeando por la comida que había en su mesa. La cual había pedido para ella, se encogió de hombros, haciendo un ademán con las manos. Dando permiso a que devorara todo lo que estaba en la mesa, desde comida hasta bebida. ¡Era un deleite!

La veía comer el lomo de humano ahumado, hasta dedos de queso. Costillas sazonadas en jengibre y orégano, a las tripas con verduras amargas y saladas. Ella no tenía límite para la comida, siempre terminaba con todo aún si el sabor era horrible.

Ella parpadeó, sintiendo como un agujero era hecho en su rostro. Recordando porque había venido, y no solamente a comer. ¡La noticia más caliente del subsuelo!

— El rey despejó a Asmodeus y a Leviatán de todos sus bienes mobiliarios, asesinó y se comió a los diez esclavos que cada uno tenía. — ella parecía emocionada — ¡Incluso tiene un nuevo amante!

— ...

Ambos cruzaron miradas, guardando silencio.

— ¿Nuestro rey tiene un nuevo amante? — dijo el otro.

— ... ¿Nuevo? ¿Cuándo ha tenido otro? Jaja, lo dije mal.

Estos dos peculiares señores son Belfegor y Belcebú, dos de los más apegados al rey. Quienes lo siguen de cerca y aprecian enormemente al soberano. Los dos nacieron casi al mismo tiempo y de la misma parte del cuerpo del antigüo rey de las sombras. Ambos nacieron de sus ojos, dónde la imagen de Lucifer fue lo último que quedó grabado en sus irises.

Belcebú tiene un gran apetito, Belfegor se aburre de todo rápidamente. Y ambos tenían una extraña compatibilidad, que los hacía congeniar bien a la hora de hablar con el rey.

— Cuida tus palabras, especialmente ahora que nuestro rey ha empezado a poner orden en este desastroso hoyo en la tierra. — bebió de su té, viendo a los lejos donde el rey tenía su cabaña. — Supongo que el amante del que hablas con tanta alegría es el único hijo que nació. ¿No?

Ella asintió, comiéndose los dedos de queso de un simple bocado.

— Ya lo ví, y sí está guapo. — sonrió. — Su Majestad tiene un buen gusto, eligió correctamente a su concubina.

Belfegor alzó una ceja, escuchando lo que decía.

— ¿Y de verdad crees que él podría estar influenciando al rey? — se inclinó hacia delante, limpiando la sangre que le quedó en el hocico. — Lo sabes. ¿No? Siempre habrá algo escondido en las sombras, ya que la luz no entra en su totalidad.

Belcebú bajó la mirada, viendo su comida y luego al otro.

— Con eso... ¿Dices que me vas a cobrar la comida?

El humanizado negó, suspirando.

— Pedí todo para tí, sé que eres demasiado glotona. — le dio una pequeña sonrisa.

Epifanía. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora