Sus pies parecían volar, ni siquiera podía sentir que estaba tocando el suelo o la extraña tierra negra bajo sus pies. Lo único que podía oír era su corazón palpitar con fuerza, los gruñidos de las bestias a sus espaldas que lo seguían hace unas horas. Sus piernas cansadas estaban comenzando a fallarle hasta el punto de intentar tropezar, los saltos ya no eran tan eficaces para evitar los zarpazos que iban hacia él y que probablemente si lo alcanzaban podría morir. Y no es lo que quiere cuando no sabe dónde demonios estaba.
Hace poco había abierto los ojos, despertando como si él hubiera estado durmiendo un largo rato. Su cuerpo no se sentía del todo bien, sus manos estaban atadas sobre su cabeza mientras tenía una extraña gargantilla en el cuello.
Y las bestias que lo seguían eran los perros guardianes que estaban fuera de su celda, eran tres perros enormes, esas calamidades que tenían dos cabezas y dientes filosos que podrían romperlo en dos partes. Sus ojos se movían de un lado a otro, buscando en ese caótico lugar una salida para librarse de esa persecución que solo lo llevaría a su inevitable muerte.Sentía que algo se movía arriba de su trasero, era peludo y se movía de vez en cuando. Eran pequeños temblores que él interpreta como miedo, miedo a que ellos lo alcancen y no pueda evitar ser cazado. Se sentía como un ciervo en el bosque, corriendo por su vida mientras evitaba que los sabuesos no mordieran sus patas por qué si lo hacían. Ya no podría haber un mañana para él. No podía sentir el frío viento en sus oídos, por qué para empezar, el viento en su rostro olía a monóxido de carbono.
— ¡VUELVAN! — un grito seguido de un silbido.
Alastor ya no podía escuchar a las bestias seguirlo, la piel de sus pies dolía. Sus piernas temblaban y sus pulmones no podían acumular suficiente oxígeno. Fue entonces que decidió parar, había subido finalmente una colina, donde el cielo podía verse gris por culpa del incendio reciente en la zona.
Alastor se dejó caer sobre el pasto mientras veía a las bestias correr nuevamente al agujero de dónde los cuatro habían salido hace varias horas.
— Estoy vivo… — jadeó.
Sus manos cubrían la desnudez de su cuerpo. Al menos lo que podía cubrir, y eso eran sus genitales. Sus manos eran igual a antes, piel bronceada con uñas largas, puntiagudas y filosas aparentemente.
“¿Pude haber matado a esos tres con esto?” negó.
¡Esos tres le doblaban el tamaño! Sin mencionar que cada uno tenía dos cabezas, con dientes afilados que con una sola mordida pudo haber separado la cabeza de su cuerpo.
No, realmente no lo intento porque sabía las posibilidades. Ya tenía un plan mental para un escape, el cual resultó en un rotundo éxito. Nunca estuvo en su mente el pelear para sobrevivir, menos con unas bestias tan estúpidas como lo eran los perros.Sus bestias menos favoritas.
— ¿Dónde estoy? — intentó ponerse de pie, viendo a su alrededor. Buscando puntos de referencia para saber en qué parte de la ciudad estaba. — ¿Qué mierda es eso?
Alastor jadeó, viendo cómo una bestia voladora se acercó a su ubicación. Sobrevolando sobre él mientras lo veía con atención, escudriñando su persona, analizando lo que era y lo que era probable que hiciera. Pero para Alastor, esto fue como una declaración de guerra o una advertencia de que tenía que huir nuevamente. Sus piernas habían recuperado algo de fuerza y estaba listo para empezar a correr colina abajo. Aún si eso significaba que debía rodar primero.
Sus ojos veían hacia otro lado, buscando algo que le fuera a servir como un arma… ¿Una piedra podría servirle? No, está no era la historia de David y Goliat, aquí existe la gran probabilidad que él termine muriendo por ese extraño ser alado.
“¿Qué hago, entonces? ¿Sentarme a rezar?” parpadeó, viendo cómo esa cosa aterriza delante de él…
Alas blancas con algunas tonalidades rojas en las puntas, unos extraños cuernos que desaparecieron de su cabeza al instante en que tocó tierra. Unos colmillos como de vampiro que se encogieron cuando sonrió, mostrando su perfecta dentadura. Una piel blanca, pálida como la de un muerto y par de ojos carmesíes brillando como la sangre en pleno amanecer. Su cabello era rubio, similar a los primeros rayos que daba el sol cuando nacía detrás de las montañas.
Era un espécimen aterrador, pero eso no quitaba que era hermoso.
— ¿Qué eres? — preguntó él
Observó cómo el peligroso ser ladeaba el rostro, viendo su cuerpo detenidamente mientras se cubría la boca. Alastor sintió vergüenza en ese entonces, había olvidado que está desnudo al aire libre, en un lugar desconocido, con alguien que se veía sospechoso… Y completamente solo.
Alastor se cubrió, viéndose a través de los ojos del otro y descubrió algo muy interesante. Su aspecto no era el mismo que recordaba, veía en esas pupilas rasgadas su rostro y aunque era idéntico. El resto de rasgos no eran de él, o al menos así lo sentía. Orejas de… ¿Venado? ¿Qué mierda? Frunció el ceño, observando cómo su cabello era de color… ¿Rojo? ¿Y el hermoso cabello castaño que su madre me heredó? Se ahogó finalmente cuando observó que en su pecho había una pequeña cantidad de pelo o pelusa. ¿Qué carajos era realmente?
— Pffft…
Tembló cuando sintió que el otro se acercaba sin cuidado a su rostro directamente. Alastor observó que era pequeño, al menos por la cercanía pudo apreciar mejor que era más bajo que él.
“Es bajo, pero nada me asegura que sea inofensivo.” pensó mientras tragaba grueso.
— Bambi. — sonrió.
Alastor parpadeó. — ¿Qué? — frunció el ceño.
El rubio sonrió más, abriendo los brazos. — Bambi, ese es tu nombre.
El ahora confirmado pelirrojo se ahogó con su saliva. Una cadena alrededor de su cuello, la cual estaba en su cuello e iba directamente a la mano del rubio lo asustó. Tiró con cuidado, acercando su rostro hacia él mientras sonreía con diversión. Parecía que había encontrado un pequeño juguete en su paseo por el bosque.
Y Alastor se preguntaba qué demonios estaba sucediendo.
— No soy Bambi, soy Alastor. Ese es mi nombre.
Observó cómo el rubio arqueó una ceja. Viendo cómo una sutil sonrisa surcó sus… labios rosados, tiró suavemente de él y entrecerró los ojos. Sus ojos brillaron en un aviso silencioso para que cerrará la boca.
Alastor tragó grueso.
— Es un nombre para un bautizo después de la masacre de tu familia, un espíritu del bosque… ¿Tratas de burlarte de mí? — sintió como una mano apretaba su garganta.
“¿¡Desde cuándo mi nombre tiene ese significado!?” un gemido lastimero se escapó de sus labios.
El rubio observó su rostro, viendo cómo sus orejas estaban agachadas y la diminuta cola roja temblaba a sus espaldas.
Terminó soltando al ahora identificado ciervo, miró de pies a cabeza su desnudez, tenía músculos y un gran cuerpo.Alastor bajó la mirada.
— Yo decidiré cuando seas digno de llevar ese nombre. — acarició las orejas temblorosas del pelirrojo — Por ahora, sé obediente, y ten presente que ese es tu nombre a partir de hoy. ¿Entiendes?
Alastor asintió, temblando.
… ¿Por qué no estaba en su casa? ¿Dónde quedaba ese lugar exactamente? ¿Su situación cuenta como un posible secuestro y robo de su identidad? ¿Existen ahí los derechos humanos? ¿Él es tan siquiera humano?
Solo quería ir a casa y darse una ducha, porque si esto era un mal sueño… Será una de sus peores pesadillas.
Nota de la autora:
Esperen a que tenga suficientes caps para hacer una maratón de cinco capítulos, por mientras. Disfruten este.
Sarang-hae ♥️.
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Epifanía. [RadioApple]
FanfictionDespertar en un mundo desconocido, desnudo, rodeado de bestias que parecen querer comerlo. La única opción para sobrevivir parece ser correr, y correr rápido, porque los perros de dos cabezas que lo persiguen no parecen saber hablar...