19 de abril
Eva Smith
Ayer la pasamos increíble con Enzo, jamás me había divertido tanto. Me sorprende lo cómodo que me siento con él, como si hubiéramos compartido más que estos pocos días juntos. Era muy gracioso verlo intentando ganar el peluche que ahora reposa en mi cama. Cada vez que fallaba en atrapar el peluche, ponía una mueca de concentración que me hacía reír. Al final, lo ganó y me lo entregó con una sonrisa triunfante. Ese peluche ahora tiene un valor sentimental que jamás imaginé que algo tan simple podría tener.Hoy es un día diferente, uno con menos adrenalina pero igual de importante. Enzo me ha invitado a la cafetería donde empezaré a trabajar. Un trabajo sencillo, nada del otro mundo, pero algo que necesitaba para mantenerme ocupada y sentirme útil.
—Eva, vamos —llama Enzo desde la planta baja, impaciente como siempre.
—Un minuto —respondo, mientras me apresuro a ponerme el zapato que me falta. Siempre es el último zapato el que parece esconderse cuando tienes prisa.
Mientras bajo las escaleras, aprovecho para echar un vistazo rápido a Enzo, que está absorto en su celular, seguramente revisando algún mensaje o alguna noticia importante. Me detengo unos segundos, aprovechando que no me mira para observarlo con más detenimiento. Es atractivo de una manera en la que no me había fijado antes. Su cabello corto, de un oscuro casi negro, tiene ese aspecto desordenado pero cuidadosamente estilizado, como si hubiera pasado tiempo frente al espejo para asegurarse de que luciera perfectamente casual. La barba ligera y bien recortada le da un aire de madurez, pero al mismo tiempo lo mantiene juvenil. Sus cejas son gruesas y oscuras, enmarcando unos ojos que, aunque en este momento están concentrados en su celular, suelen tener una mirada seria o pensativa, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. Su piel clara contrasta con la ropa oscura que lleva puesta hoy.
—Disfrutando de la vista, ¿eh? —dice de repente, sin apartar la vista de su celular, pero claramente consciente de mi mirada.
Me sonrojo ligeramente, sorprendida de que me haya pillado, pero intento mantener la compostura.
—Puede ser —respondo, con una pequeña sonrisa mientras camino hacia la puerta.
El camino hacia la cafetería es corto, pero el silencio entre nosotros es cómodo. La ciudad empieza a despertarse lentamente; algunas tiendas abren sus puertas, mientras que otras personas, como nosotros, simplemente comienzan su día.
Llegamos a la cafetería, un lugar acogedor con una fachada rústica y encantadora. Apenas cruzamos la puerta, una amable mujer nos recibe con una sonrisa cálida.
—Buenos días, ¿está mi madre aquí? —pregunta Enzo, con su tono habitual de confianza.
Es curioso verlo interactuar con las personas que conoce desde hace tiempo. Aunque siempre mantiene esa aura de autoridad, en este tipo de entornos se relaja un poco, dejando entrever a un Enzo más cercano, más humano.
—La señora Amaya está en la parte de atrás, señor Enzo —responde la mujer con un gesto cortés.
Enzo asiente, agradeciéndole mientras nos dirigimos hacia la pequeña cocina. Al cruzar el umbral, noto que la cocina está impecablemente organizada. Cada utensilio tiene su lugar, y el olor a pan recién horneado impregna el aire de una manera deliciosa.
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Códigos de sangre
RomanceEva Smith, una mujer con carácter, no se deja dominar por nadie, pero tiene un pasado que aún la atormenta. Enzo Lombardi, el mafioso más temido de la ciudad, está en busca de un heredero para su legado, y teme morir sin tener a alguien a su lado.