Capítulo 3

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16 de abril

Enzo Lombardi


Mi nombre está en todas partes, y no por razones buenas, sino por matar a 10 personas el día de ayer. La mafia italiana se está metiendo en mi territorio, y yo no lo permitiré. Me llamo Enzo Lombardi, líder de la mafia francesa, y mi reputación me precede, aunque no siempre de la manera que quisiera.

Desde que tengo uso de razón, he aprendido que la lealtad y el control lo son todo en este negocio. El respeto se gana a través del miedo, y hoy no es la excepción. Al escuchar mi nombre, todos tiemblan, incluso aquellos que se atreven a desafiarme. La mujer que tengo en mi sótano ha probado ser una excepción, pero ni siquiera ella es intocable. La realidad es que no perdono, y la traición no es algo que pase desapercibido, aunque venga de su propia sangre.

Uno de mis hombres me interrumpe mis pensamientos.

—Señor —dice, bajando la cabeza ligeramente en señal de respeto.

—¿Qué pasa? —respondo, fastidiado por la interrupción.

—Ya despertó.

Me detengo por un momento, intentando evaluar la situación. La mujer en el sótano, vendida por su propio tío, sigue siendo un misterio para mí. Aunque debo admitir que pocas personas han demostrado tanta valentía frente a mí como lo ha hecho ella. Quizás eso es lo que me intriga, lo que me lleva a bajar la guardia, aunque solo sea por un instante.

—Ya bajo —digo, y me levanto rápidamente, ajustando mi chaqueta antes de salir.

El sótano es un lugar oscuro, frío, el tipo de sitio que hace temblar a cualquiera. Pero esa mujer, Eva Smith, no es como los demás. Mientras camino hacia allí, los gritos de ella resuenan por toda la casa. A pesar de estar encerrada, no muestra ni una pizca de sumisión. Quizás por eso, aunque no lo quiera admitir, la respeto. Mi negocio no se basa en admirar a otros, pero es imposible ignorar la fuerza de voluntad que tiene, incluso en su situación.

Al entrar al sótano, me encuentro con una escena predecible, pero que me sorprende un poco.

—¿Qué pasa? —pregunto con tono firme.

Antes de que pueda decir algo más, Eva se me tira encima con una furia que pocos han osado mostrarme.

—¡Hijo de puta! —grita mientras me golpea el pecho con una fuerza considerable—. Toda la noche en el sótano y mandas a este imbécil a despertarme de la peor manera.

Agarro sus muñecas firmemente, pero con control, evitando que me siga golpeando. Puedo sentir la rabia en cada uno de sus movimientos, la adrenalina fluyendo en su cuerpo. No es el típico miedo que veo en otros prisioneros. Esto es algo diferente.

—¿Cómo te ha despertado? —le pregunto, manteniendo mi tono calmo, aunque estoy intrigado por su reacción.

—¡Con agua helada! —responde furiosa—. ¿Te parece poco? Necesito un baño, ropa, mi celular y todas mis cosas. ¡Y mis heridas necesitan atención!

Su voz es un alarido de desesperación, pero también de dignidad. Grita como una loca, sí, pero no es solo el hecho de estar enojada. Es el hecho de que sabe que merece mejor trato, aunque esté en la peor de las situaciones. Me encuentro admirándola una vez más, aunque no dejo que se note.

—Quédate aquí. Pediré que traigan tus cosas —le digo, empujándola suavemente hacia el interior del sótano y cerrando la puerta con un golpe firme.

Fuera del sótano, me giro hacia el hombre que la había despertado.

—¿Quién te dijo que la despertaras así? —pregunto, sabiendo que no hay justificación alguna para esa acción.

—Nadie, señor —responde el hombre, bajando la cabeza en señal de disculpa.

—Entonces, ¿por qué carajos lo hiciste? —le pregunto, golpeándole ligeramente la cabeza con la palma de mi mano. No es un golpe para hacerle daño, pero es suficiente para recordarle quién manda aquí.

—Se estaba quedando dormida otra vez, señor —dice, casi temblando de nervios.

—Lárgate y busca a alguien que le traiga sus cosas. Y no vuelvas a tomar decisiones por tu cuenta —ordeno con tono firme.

Camino de regreso a mi oficina, mi mente ya ocupada en otros asuntos. La mafia italiana sigue siendo una espina en mi costado, y el cargamento de droga que espero se ha retrasado. Todo esto mientras tengo que lidiar con la situación de Eva, una mujer que, aunque insignificante para muchos, ha capturado mi atención de una manera inesperada.

La idea de tener un hijo ha rondado mi mente desde hace años. Mi vida ha sido una constante lucha, una serie de decisiones que me han llevado al borde de la muerte en más de una ocasión. Un hijo representaría un legado, una razón más para seguir adelante. Pero mi vida no es compatible con el amor, o al menos no con el tipo de amor tradicional. Necesito una mujer fuerte a mi lado, alguien que comprenda el peso de lo que hago. Eva podría ser esa mujer. La oportunidad se presentó con ella, y no pienso desaprovecharla.

Eva Smith

El tiempo parece detenerse en este sótano. Estoy sentada en una esquina, esperando a que alguien finalmente traiga mis cosas. Es evidente que no tengo muchas opciones para salir de aquí, pero eso no significa que voy a rendirme. No soy de las que se quiebran fácilmente. Mi tío me vendió por unas monedas, y aunque eso me duele más de lo que estoy dispuesta a admitir, no puedo permitirme caer en la desesperación.

El sonido de la puerta abriéndose me saca de mis pensamientos. Uno de los hombres entra, cargando algunas de mis pertenencias.

—Puedes subir a una de las habitaciones —dice con un tono seco, casi indiferente.

—¿Me puedes llevar? —pregunto, aunque sé que él no tiene elección en ese asunto.

Caminamos juntos hacia el cuarto. Es un silencio incómodo, pero no me importa. Mientras avanzamos por el pasillo, me surge una pregunta.

—¿Cómo se llama tu jefe? —pregunto, tratando de obtener algo de información.

—Enzo Lombardi, el líder de la mafia francesa —responde.

Así que es verdad lo que escuché en el club. No les creí cuando me lo dijeron, pero aquí estoy, viviendo la realidad de lo que parecía un rumor.

—Este es tu cuarto temporal —me dice mientras abre la puerta de una habitación sorprendentemente grande y elegante.

—Gracias —respondo de manera automática, entrando al cuarto.

Es bastante amplio, mucho más de lo que esperaba. Todo en esta habitación grita lujo, pero hay algo frío en ella, como si la belleza del lugar solo fuera superficial, sin alma. En mi casa, aunque pequeña, había algo de calidez, algo que aquí no existe.

Conecto mi celular para cargarlo y, mientras espero, me dirijo al baño. Lo primero que hago es cubrir las necesidades básicas, y luego entro en la ducha. Siento cómo el agua caliente relaja mis músculos, y por un momento, me permito disfrutar del momento. Los últimos días han sido una pesadilla, pero esta pequeña tregua es más que bienvenida.

Escucho unos golpes en la puerta, pero los ignoro. No quiero que este momento de paz se vea interrumpido. Después de un rato, cierro la ducha y me doy cuenta de que no hay una toalla.

—Mierda —murmuro.

Salgo del baño buscando una toalla, y justo en ese momento, la puerta de la habitación se abre de golpe. Allí está él, Enzo Lombardi, parado en la puerta, mirándome.

Estoy completamente desnuda.

—Mierda —susurro para mí misma. Estoes lo que me faltaba

Códigos de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora