Capítulo 27

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Eva Smith

El suave sonido de la puerta cerrándose detrás de Enzo y Emilio me deja sola en la casa. Habíamos decidido que pasarían un rato fuera, una pequeña salida al parque para que Emilio pudiera correr y jugar, lejos de las sombras que se cernían sobre nosotros. Era la primera vez en días que tendría un momento para mí misma, y aunque la idea me atraía, también me inquietaba.

El silencio que queda en la casa es casi extraño. Después de tanto caos, la calma debería ser reconfortante, pero en lugar de eso, cada pequeño ruido parece amplificarse. Me quedo un momento en la sala, observando la puerta por la que se fueron, como si esperara que volvieran de inmediato. Pero sé que estarán bien. Enzo es cuidadoso, protector. Emilio está seguro con él. Y aunque trato de convencérme de eso, no puedo ignorar el nerviosismo que me atenaza el pecho.

Me levanto del sillón, necesitaba moverme, hacer algo para distraer mi mente. Subo las escaleras hasta la habitación, donde la cama deshecha me recibe con una promesa de descanso, pero no puedo descansar. Me siento en el borde, dejando que mis dedos jueguen con el borde de la sábana. Por alguna razón, una inquietud que no puedo identificar empieza a crecer dentro de mí.

Entonces lo escucho.

Es apenas un crujido, un sonido que fácilmente podría ser el de la madera ajustándose bajo el peso de la casa. Pero algo en mí se pone en alerta. Mi corazón comienza a latir con fuerza. Siento una opresión en el pecho, como si el aire en la habitación se volviera más denso, más pesado. Me pongo de pie, intentando identificar el origen del ruido, mi respiración cada vez más rápida.

Camino hacia la puerta de la habitación y justo cuando alcanzo el pomo, un escalofrío recorre mi espalda. El sonido de algo pesado arrastrándose por el suelo me paraliza. No estoy sola.

Antes de que pueda reaccionar, lo veo. La figura oscura de Aron, saliendo de las sombras del pasillo, sus ojos fijos en los míos. Todo mi cuerpo se congela. ¿Cómo es posible? Debería estar encerrado. Debería estar bajo control. Pero ahí está, avanzando lentamente, con una calma que hiela la sangre en mis venas.

—Hola, Eva —dice, su voz rasposa llenando el aire entre nosotros—. ¿Me extrañaste?

El terror me paraliza por un segundo, pero logro dar un paso atrás, mi instinto gritando que debo huir. Sin embargo, antes de que pueda moverme lo suficiente, Aron da un paso hacia adelante y su mano se cierra con fuerza alrededor de mi brazo. Me jala con tal violencia que pierdo el equilibrio y caigo al suelo, golpeándome contra la madera fría.

El dolor estalla en mi cuerpo, pero no tengo tiempo de procesarlo. Aron se inclina sobre mí, sus ojos brillando con una furia contenida, y antes de que pueda gritar, su puño conecta brutalmente con mi rostro. El golpe me aturde, mi visión se nubla por un instante y el sabor metálico de la sangre llena mi boca.

—¿Pensabas que podrías escaparte de mí? —gruñe mientras me agarra del cabello y me levanta, arrastrándome hacia la cama—. ¿De verdad creías que podrías esconderte?

Intento forcejear, pero es demasiado fuerte. Cada movimiento que hago solo parece enfurecerlo más. Me arroja sobre la cama, y el golpe en mi espalda me deja sin aliento. Mi visión aún es borrosa, pero veo su figura sobre mí, amenazante, mientras levanta el puño de nuevo.

—Nadie… —su voz es apenas un susurro cargado de odio— nadie le quita lo que es mío.

Cierro los ojos, esperando el siguiente golpe, pero antes de que pueda llegar, escucho algo. Es un sonido lejano, algo que me llena de esperanza, aunque no puedo identificarlo de inmediato. Al abrir los ojos, veo que Aron también ha oído algo. Alguien está en la puerta.

Es Enzo.

En el último segundo, el cuerpo de Enzo se abalanza sobre Aron, derribándolo del borde de la cama. Los dos caen al suelo enredados en una brutal pelea, los golpes resonando en la pequeña habitación. Con esfuerzo, me arrastro hacia el borde de la cama, mi cuerpo temblando de dolor, y veo a Enzo luchando por controlar a Aron, cuyo rostro está deformado por la furia.

El dolor en mi rostro late con fuerza, cada pulso retumbando en mis oídos mientras lucho por mantenerme consciente. La figura de Enzo y Aron enredados en una brutal pelea domina mi visión. Los golpes caen pesados, el aire se llena de gruñidos y el sonido de puños chocando contra piel. A pesar del caos, Enzo parece ganar terreno, logrando inmovilizar a Aron contra el suelo. La furia en los ojos de Aron es palpable, pero Enzo no cede.

Mis manos temblorosas buscan el teléfono, pero antes de que logre hacer nada, Enzo grita, sin siquiera mirarme:

—¡No llames a la policía!

Lo entiendo al instante. Esto no puede resolverse con las autoridades. No en el mundo de Enzo. Su gente manejará esto.

El ruido de pasos rápidos y firmes subiendo las escaleras llega a mis oídos, y antes de que Aron pueda reaccionar, un grupo de hombres irrumpe en la habitación. Con una precisión calculada, dos de ellos se abalanzan sobre Aron, separándolo de Enzo y sujetándolo con fuerza. Aron se retuerce, furioso, lanzando miradas asesinas en todas direcciones, pero los hombres de Enzo lo mantienen bajo control.

—Llévenselo al sótano —ordena Enzo, su voz ronca, llena de una determinación gélida.

Aron, aún resistiéndose, es arrastrado fuera de la habitación, sus gritos resonando por los pasillos mientras desaparece de mi vista. El silencio que queda es espeso, pesado, solo roto por mi respiración agitada y el eco lejano de los pasos que se alejan.

Intento levantarme, pero mi cuerpo está débil. El dolor en mi rostro, en mi cuerpo, es insoportable. Todo parece irreal, como si estuviera flotando fuera de mi propio cuerpo, incapaz de controlar lo que sucede. Mi visión comienza a oscurecerse, el borde de mi consciencia desvaneciéndose lentamente.

Antes de perder completamente la consciencia, veo una pequeña figura en la puerta de la habitación. Es Emilio, con los ojos llenos de lágrimas, su pequeño cuerpo temblando mientras se aferra al marco de la puerta.

—Mamá… —susurra, su voz quebrada por el miedo.

Ese es el último sonido que escucho antes de que la oscuridad me envuelva por completo.

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