Eva Smith
El pitido constante del monitor cardíaco es lo único que parece mantenerse firme en esta habitación aséptica y blanca. Siento mis manos frías, a pesar de que trato de frotarlas una contra la otra, pero no es el frío físico lo que me afecta. Es el miedo. El mismo que se agita en mi interior, reviviendo los últimos momentos en el centro comercial.
Victoria está a mi lado, inconsciente, su rostro pálido bajo las luces blancas del hospital. La bala que la alcanzó no fue mortal, pero verla así, tan vulnerable, me hace sentir como si el suelo bajo mis pies se desmoronara lentamente. Le habían disparado por estar conmigo. Si algo le sucediera… nunca me lo perdonaría.
—Eva, ven aquí —Enzo me llama desde la puerta, pero mi mirada sigue fija en Victoria, como si apartar los ojos de ella pudiera significar que algo peor sucederá.
Me acerco lentamente, y cuando me envuelve con sus brazos, no puedo evitar el temblor que me recorre el cuerpo. Su calor me da una sensación de seguridad momentánea, pero la amenaza de Aron y su gente sigue pesando sobre nosotros. Esta vez, llegaron demasiado cerca.
—Está estable, no te preocupes. Los médicos dijeron que se recuperará —me susurra al oído, como si leer mis pensamientos fuera algo natural para él.
Asiento, pero mi mente sigue divagando. ¿Qué pasaría si Aron vuelve a intentarlo? No puedo dejar que lastimen a más personas a mi alrededor.
—No es tu culpa —añade Enzo, como si supiera lo que estoy pensando.
—Sí lo es —digo en voz baja—. Si no fuera por mí, Victoria no estaría aquí. Aron va a seguir atacando hasta que... hasta que no quede nadie más.
Enzo me toma de los hombros y me obliga a mirarlo a los ojos. Los suyos, oscuros y llenos de una mezcla de rabia y preocupación, me penetran con una intensidad que me asusta y al mismo tiempo me reconforta.
—Lo vamos a detener, Eva. No voy a permitir que vuelva a hacerte daño, ni a ti ni a los que amas.
Intento aferrarme a sus palabras, pero entonces, la puerta se abre. Mis músculos se tensan cuando veo a Mateo entrando en la habitación. No esperaba verlo aquí. De hecho, había hecho todo lo posible por evitar cualquier interacción con él desde lo que sucedió aquella vez. Pero ahora, aquí estaba, con una expresión que me era difícil de leer.
Mateo se acerca lentamente, sus ojos recorriendo la habitación hasta que se detienen en Victoria. El dolor en su rostro es palpable. Al parecer, aún mantenía algún tipo de lazo emocional con ella. No lo culpo; después de todo, los tres habíamos sido amigos antes de que todo cambiara.
—Eva... —su voz suena áspera, como si le costara pronunciar mi nombre—. Escuché lo que pasó. ¿Está... está bien?
Asiento, sin saber muy bien qué decir. Las palabras no fluyen fácilmente entre nosotros después de lo que sucedió. Pero él no me mira a mí, sino a Victoria, quien yace inmóvil.
—Lo siento —dice en voz baja, apenas audible, pero lo suficiente para que lo escuche—. No quería que esto pasara.
Su disculpa flota en el aire, cargada de todas las palabras no dichas y los años de amistad que se rompieron por lo que hizo. Pero ahora, con Victoria en peligro, siento que ese capítulo pasado es insignificante en comparación con lo que está sucediendo. A pesar de todo, no puedo negar el hecho de que está aquí, que aún le importa.
—No podemos cambiar lo que pasó, Mateo —le respondo, sin mirarlo directamente—, pero ahora la prioridad es Victoria.
Mateo asiente en silencio, pero no dice más. A pesar de la tensión entre nosotros, siento que la presencia de todos aquí es un recordatorio de que no estoy sola. No importa cuán oscuro se vuelva este camino, hay personas dispuestas a luchar a mi lado.
Enzo Lombardi
Salgo de la habitación, dejando a Eva con Mateo y Victoria. Cada paso que doy resuena en los pasillos del hospital, y la rabia contenida en mi interior se hace más fuerte con cada segundo que pasa. No solo intentaron matar a Eva. Hirieron a Victoria. Están atacando directamente a las personas que amo, y eso es algo que jamás voy a perdonar.
Saco mi teléfono y marco rápidamente el número de Matthew. Él contesta casi de inmediato, sabiendo lo urgente que es la situación.
—Dime, Enzo —su voz es baja pero firme.
—¿Tienes a Aron? —pregunto, aunque ya sé la respuesta. Matthew nunca falla en su trabajo.
—Lo tengo. Está sedado, pero está en nuestras manos.
—Bien. Llévalo al sótano de la casa. Quiero verlo cuanto antes.
Matthew guarda silencio un momento antes de responder.
—Lo haré. Pero sabes lo que significa esto, Enzo. No hay vuelta atrás.
Sonrío con amargura. Nunca hubo vuelta atrás desde el momento en que Aron decidió entrar en nuestras vidas.
—No me importa. Lo quiero en ese sótano y quiero respuestas. No voy a esperar más para poner fin a esto.
Cuelgo el teléfono y respiro hondo. La venganza está cerca. Aron ha cruzado una línea que nunca debió cruzar. Y ahora, es mi turno de hacer que pague.
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Códigos de sangre
RomanceEva Smith, una mujer con carácter, no se deja dominar por nadie, pero tiene un pasado que aún la atormenta. Enzo Lombardi, el mafioso más temido de la ciudad, está en busca de un heredero para su legado, y teme morir sin tener a alguien a su lado.