II

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Mantuve la presión sobre la cuerda del arco mientras apuntaba a mi objetivo. El viento silbo fuera de mis oídos, el aire frio se coló dentro de mis pulmones. Solté la cuerda dando justo en centro de la diana. El olor a vino se deslizo dentro de mis narinas. Cerré los ojos ignorando a mi nuevo acompañante.

- El arco no es una herramienta para las mujeres – regaño una voz oscura detrás mío.

- Ser Jaime – salude educadamente reconociendo al miembro de la guardia real – No soy cualquier mujer, soy la dama de compañía de la Reina Rhaella.

- Puedo ver – murmuro mirándome detalladamente – No todas las mujeres suelen usar pantalones y lucir tan sucias. ¿Su gracia esta enterada de ello?

- Su alteza, sabe de mis preferencias, pero no le molesta– argumente – Debo agradecer a los Dioses porque al menos puedo elegir qué hacer y que usar.

- Nunca conseguirá un buen partido que ofrezca por usted con esa actitud – dijo encogiéndose de hombros.

- ¿Y me veo tan preocupada por ello, Ser Jaime? – cuestione con ironía.

Ser Jaime Lannister soltó una carcajada que inundo el patio de entrenamiento. Una risa ronca, atrayente. Su cabello rubio brillaba ante la luz de la luna como si de oro se tratase. Portaba su uniforme de la guardia real, su espada sobresalía a uno de sus costados. Ahora comprendía mejor porque el hombre frente a mi solía ser descrito como una uno de los personajes más bellos. No podía culpar a Cersei Lannister por sucumbir a sus deseos con su hermano. Al menos, no podía culparla completamente.

- Había olvidado tu sentido del humor, pequeña – su mano se posó sobre mi cabeza sacudiendo mi cabello.

- Había olvidado que se vuelve más conversador cuando bebe, Ser- gruñí intentando acomodarme el revoltijo de cabello que había dejado – No soy pequeña, tengo el tamaño justo.

- ¿Justo para qué? – cuestiono con curiosidad.

- Para hacer lo que me apetezca – murmure caminando en dirección a los establos - ¿Puedo preguntar que le ha afectado lo suficiente como para beber a estas horas?

- El Rey Aerys está de mal humor ante la noticia del nacimiento de la princesa Rhaenys – el Lannister camino a mi lado mirando el suelo, capte la molestia en su voz – Obviamente esperaba un heredero varón.

- Aunque entiendo que se favorece un príncipe sobre una princesa, eso ya no es un problema – murmure guardando mi arco dentro de un baúl en la entrada del establo – La Reina Rhaenyra fue la primera mujer en gobernar, y lo hizo muy bien.

- La Reina Rhaenyra fue una buena soberana, pero no podemos ignorar que casi inicia una guerra – Jaime Lannister se revolvió el cabello estresado – Si no hubiera sido por la Reina Valeryan tal vez la historia seria otra.

- Gracias a los Dioses no hubo una guerra, Ser Jaime – coloque una mano sobre su hombro tranquilizándole – Además, si el huevo de la princesa Rhaenys logra eclosionar su poder aumentara dentro del palacio.

- Cada vez menos huevos han logrado eclosionar – gruño el primogénito Lannister – El príncipe Viserys no tuvo tanta suerte, ahora el pobre es excluido de casi todo en la corte.

Pronto entendí cuál era su punto. Los dragones eran la fuente de poder de cualquier Targaryen. El carecer de un dragón los volvía vulnerables dentro de su propia casa. La Reina Rhaella y el Príncipe Viserys eran el claro ejemplo de ellos. Ninguno de los dos había logrado montar un dragón y desde entonces se habían vuelto una paria ante los ojos del Rey Loco.

Jaime Lannister era miembro de la guardia real, conocía muy bien los oscuros secretos dentro de la Casa Targaryen. Ambos éramos confidentes de los desafortunados "accidentes" que madre e hijo experimentaban a manos del viejo Rey Loco. Un nudo se formó en mi garganta al recordar las heridas que había sanado hace un par de días en la espalda del pequeño príncipe.

- Es una suerte que los Targaryen aun tengan dragones para montar – escupí con rabia.

- Los maestres aseguran que, si la Reina Rhaenyra y su hermano Aegon hubieran continuado con la Danza de dragones, hoy no habría ningún dragón surcando los cielos.

- Podría ser – dije intentando no pensar mucho en el origen de este cambio tan drástico en la historia original – Volviendo al tema, debo suponer que su estado se debe a alguno de los "accidentes" de nuestro Rey.

- La Reina Rhaella necesitara tus cuidados mañana a primera hora – el Lannister ordeno con enojo – He vendido a buscarte para que estes preparada, debo volver a mi guardia.

- A sus órdenes, Ser Jaime – le entregue un par de sobrecitos con hierbas que tenía el efecto de reducir la ansiedad – Si quiere descansar un par de horas, consuma esto mañana, cuando su guardia termine.

El hombre no respondió, pero se llevó consigo las bolsitas. Agradeci siempre el cargar con ese tipo de cosas en mis pantalones. Reconocía que la parte más escalofriante de su trabajo era cuidar las puertas del dormitorio del Rey Aerys, especialmente cuando solicitaba la presencia de la Reina Rhaella. Aprete el puño furiosa ante la idea de estar aquí de pie sin hacer nada por la pobre mujer.

Si alguien alguna vez me hubiera dicho que terminaría viviendo dentro de un mundo de fantasía probablemente me encogería de hombros, me burlaría y seguiría con mi vida. Sin embargo, desde hace ocho años esta era mi nueva vida. De alguna forma bizarra termine dentro de una de las historias más llenas de intrigas y magia de la historia.

Tal vez era el karma por aquella vez que me burle de mi mejor amigo quien era fanático de estos cuentos. Apuesto a que el estaría feliz viviendo esta experiencia. Yo por mi lado, estaba insegura de que carajos estaba pasando. Hasta ahora la trama que alguna vez me conto mi amigo, no encajaba del todo con lo que está presenciando. Y ahora me tocaba ser una jugadora de un juego que podía terminar con mi vida.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora