XX

157 20 0
                                    

Ingrese en mi habitación lentamente, cuidando de no chocar con algo. Todavía era demasiado temprano, la Fortaleza Roja permanecía silenciosa. La oscuridad se mantenía en las habitaciones y los pasillos. Trastabille chocando con una pequeña mesita, la misma donde colocaba mis libros sobre hierbas y otras plantas.

Me reí tontamente, probablemente cargando aun con el efecto de las bebidas que estuve consumiendo con Madre Paloma durante la madrugada. En mi tiempo aquello seria lo que llamábamos "noche de chicas". Aunque supuse que no se puede considerar chica a una mujer de cuarenta y tantos años.

- Debo sospechar que su noche fue mejor que la mía – una voz rasposa dijo justo frente a mi - ¿No es así, Amelie?

Me quede gélida ante el tono aparentemente molesto de mi acompañante. Intente verle a pesar de la oscuridad que me rodeaba. Pero mis sentidos estaban levemente comprometidos, mi mente medio nublada. Sin embargo, un olor demasiado fresco me hizo sospechar de quien era esta presencia dentro de mi habitación.

- ¿Príncipe Rhaegar? – cuestione, rogando porque no fue era él.

El hombre se levanto de lo que podía imaginar era mi baúl, el que permanecía a los pies de la vieja cama. Ni siquiera escuche sus pasos, simplemente detalle su silueta oscura más cerca de mí. Retrocedí un par de pasos hasta chocar con la puerta de la entrada. El no se detuvo hasta que me dejo acorralada, sin escapatoria.

- ¿Estuviste bebiendo, Amelie? – inquirió con dureza – Eso no es adecuado para una buena dama.

- No soy una dama – respondí inmediatamente, mirándole al rostro cuando la luz de la luna ilumino levemente la habitación – Y si, estuve bebiendo, Príncipe.

- ¿Puedo preguntar el motivo de ello? – volvió a cuestionar.

- ¿Puedo preguntar porque está en mi habitación a estas horas, Príncipe? – refute negándome a responderle - ¿Este herido? ¿Le ha pasado algo a los príncipes?

Rhaegar Targaryen negó con la cabeza, su cabello platinado brillo como plata derretida. Aquello me tranquilizo inmediatamente, no me perdonaría si algo les pasaba a los niños mientras yo estuviera de parranda fuera. Pero mi tranquilidad duro poco, cuando el jinete de Vermax tomo mi mentón entre sus dedos. El aliento con olor a menta impacto en mi cara.

- He intentado mantenerme alejado de ti, luchando contra lo que siento – murmuro sobre mis labios, su cuerpo cedió más cerca del mío – Anoche cuando el mundo cantaba y celebraba, lo único en lo que podía pensar era en ti. En como prefería mil veces tener nuestras cenas familiares, con Viserys y Rhaenys, que estar con todos esos lores y sus falsas adulaciones.

- ¡Deténgase, Príncipe Rhaegar! – pedí intentando ignorar sus palabras. Estaba nerviosa por la cercanía del hombre – No está pensando con claridad.

- Ya no puedo pensar en otra cosa que no seas tu – su frente descendió hasta descansar con la mía – Eres tú mi primer pensamiento al despertar, también el ultimo cuando intento conciliar el sueño.

- No siga, por favor – rogué – No es correcto.

- E incluso cuando logro soñar, también estas ahí – una sonrisa de lado apareció en sus hermosas facciones – En mis sueños eres tan dulce, tan adictiva.

- No quiero seguir escuchando más de esto, Príncipe – sus manos sujetaron mi cadera, ahogué un gemido de sorpresa cuando sentí un bulto entre nosotros.

- ¿Lo eres, Amelie? – susurro en mi oído - ¿Eres tan adictiva como prometes?

No tuve tiempo a responder, cualquier intento de negarlo murió en mis labios. La sensación de su boca contra la mía fue extrañamente deliciosa. Pronto su lengua se abrió paso dentro de mí. Su cuerpo se presionó aún más contra el mío, dejándome sin salida. Me sentí pequeña entre sus brazos.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora