Parpadee mirando la brutalidad de ambos combatientes, Ser Arthur Dayne y Ser Jaime Lannister eran sin duda los mejores espadachines de los Siete Reinos. A mi lado el Príncipe Viserys observaba con admiración a ambos hombres. Me pregunte si era correcto dejarle mirar a tan corta edad.
- No hay forma de que este combate tenga un ganador - comento la Princesa Elia Martell, sosteniendo en sus brazos a una Rhaenys completamente dormida - Predigo que será un empate.
- Aunque no lo parezca es más probable que gane Ser Arthur, su alteza - explico Jon Connington - Ahora no se trata de fuerza, si no de paciencia, me temo que Ser Jaime carece de ello.
Mire nuevamente al espadachín rubio que parecía estar lanzado ataques rápidos que eran esquivados con agilidad por su oponente. Supe entonces que Lord Connington tenía razón sobre el destino de este combate. Nuestra atención se centró en la llegada del Príncipe Rhaegar en compañía de Lord Tywin Lannister.
- Princesa Elia, un placer verle tan recuperada - dijo el hombre, quien lucía túnicas doradas perfectamente confeccionadas.
- El placer es mío, mi señor - respondió Elia Martell con la cortesía propia de una dama.
- Parece que mi hijo no tendrá esta victoria - sugirió el patriarca de la Casa Lannister, aparentemente no sorprendido por lo que veía - Me pregunto cuando dejara de ser tan imprudente.
Me encogí sobre mis hombros cuando su mirada fría se centró en mi persona. La verdad era que este hombre era demasiado intimidante, nunca en las pocas veces que le vi por la Fortaleza Roja había cambiado su gesto estoico. Enfoque mi atención en el Príncipe Viserys quien lanzo un pequeño bostezo. No era tarde, pero sabía que desde temprano había estado cumpliendo sus deberes reales, probablemente para este punto se encontraba agotado.
- Amelie será mejor que llevemos a los pequeños príncipes dentro de la Fortaleza - sugirió la Princesa Elia - Aun deben prepararles sus baños.
- Como ordene, mi Princesa.
Tome de la mano al Príncipe Viserys siguiendo el sequito de damas de la Princesa Elia. Apenas di un par de pasos cuando el Príncipe Rhaegar se interpuso entre nosotros. Sus ojos violetas sonreían en dirección al joven Príncipe. De repente lo levanto sobre sus brazos haciendo que el pequeñín riera contento.
- Te vere en la cena, Viserys - informo el - Así que pórtate bien, deja que te bañen y arreglen.
- ¿Me leerás más historias de la Antigua Valyria cuando vuelvas? - el chiquillo brillo ante la expectativa.
- Por supuesto, hermano - aseguro.
Deposito un beso en su frente antes de entregármelo en los brazos. Nuestras miradas chocaron ante la cercanía. Pude ver el reconocimiento en sus ojos violáceos. Por un momento pensé que el Príncipe Rhaegar me diría algo, pero luego de unos segundos se apartó uniéndose al resto de los hombres. Decidí seguir con nuestro camino.
- Amelie - dijo Viserys llamando mi atención en medio de uno de los tantos pasillos que conducían a sus habitaciones - ¿Sabías que existen las almas dragón?
- Desconozco totalmente sobre el tema, mi príncipe - dije con honestidad - ¿Dónde ha escuchado eso?
- Mi hermano Rhaegar me conto viejas historias mientras no estabas - refunfuño recordando lo molesto que estaba por mi partida - Si hubieras estado aquí estoy seguro de que también te las contaría.
- Ya hablamos del tema, estuve cumpliendo con mi castigo - le recordé - No era mi intención dejarle, pero era mi deber seguir las ordenes que se me dieron, mi Príncipe.
Viserys Targaryen frunció el ceño aun poco contento con mi salida de la Fortaleza Roja. El joven príncipe estaba demasiado acostumbrado a mi presencia, aunque sospechaba que su apego era debido a que era la única que no le ignoraba. Suspire pensando en lo difícil que resulto convencerle del porque no debía hablarle a nadie más sobre su "princesa".
- Entonces te contare la historia - retomo el tema anterior - Mi hermano dice que, así como Vermax encontró su pareja en Luna Plateada, el Rey Jacaerys lo hizo en la Reina Valeryan.
Mi cuerpo se tensó ante el recuerdo de la dragona plateada que ahora mismo estaba en Pozo Dragon. Y por lo poco que escuche de labios de Coryo se estaba volviendo vacilante. Después de aquel suceso me mantuve lejos de la dragona, siendo consciente de lo problemático que seria que alguien se enterara sobre nuestras interacciones de ese día.
Hasta el momento el único que conocía nuestra asociación jinete-dragón era Coryo. A quien le suplique casi de rodillas que no lo mencionara nunca con nadie. Especialmente, ahora que Rey Aerys estaba cruzando por una sus tantas etapas de paranoia. Si por algún motivo se enteraba que existía un jinete de dragón sin sangre Targaryen, la desgracia caería sobre todos.
- Dice que los mismo pasa con los Targaryen, estamos destinados a encontrar a nuestras parejas - su sonrisa volvió con mayor regocijo - Y una vez que eso pase, sabremos qué tipo de fuego corre por nuestras venas.
- ¿Tipo de fuego? - pregunte deteniéndome frente a las habitaciones del príncipe.
- Estoy seguro de que el mío será fuego cálido - dijo ignorando mi pregunta - El fuego cálido es por alegría, tú me haces feliz.
Deposite al pequeño príncipe sobre la superficie suave de su cama, sus piernitas quedaron suspendidas en el aire. Mientras tanto el seguía narrando algo sobre almas y fuego. Todavía estaba intentando encontrarles sentido a sus palabras. Nunca en mi vida anterior escuche de algo "Almas de dragón", pero siendo honesta eso era algo que bien podría ya haber estado dentro de la historia y simplemente lo desconocía.
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Fatalidad
Science FictionConvertirse en el tipico cliche de reencarnacion en otro mundo era algo que Amelie no deseaba ni queria, pero ero lo que habia obtenido. Dentro del mundo de Cancion de Hielo y Fuego no tenia mas opcion que sobrevivir adaptandose a las nuevas reglas...