XIII

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Detalle con atención al hombre rubio que miraba con desinterés a los alrededores. De pie a un lado de su corcel, cubierto de pies a cabeza con una capa negra y con esa expresión de aburrimiento me di cuenta de que Sir Jaime Lannister no estaba acostumbrado a este tipo de actividades. Lo que no me sorprendió en absoluto. Sin embargo, me llevo a cuestionarme del porque se mantenía todavía presente.

- Si desea volver a la Fortaleza Roja solo tiene que hacerlo, Ser – aconseje.

- ¿Una forma sutil de decir que mi presencia no es de su agrado? – inquirió el mirándome con atención.

- Una forma de liberarle de ese estado de ostracismo que parece haberle generado este lugar – explique levantandome de la tierra ligeramente húmeda.

- No estoy acostumbrado a estas cosas, no veo como es que es una de tus actividades favoritas.

Sonreí inconscientemente, no era la actividad como tal lo que me gustaba. Mas bien, aprovechaba para apartarme de todo, meditar sobre mi vida, lo que podría pasarme en el futuro.

- En realidad, vengo aquí para escapar por un rato – aclare – Encuentro comodidad en la soledad, Ser Jaime.

- ¿Por qué elegir la soledad a la compañía de los demás? – cuestiono acercándose a mí, ayudándome con mi cesta que estaba repleta de hiervas.

- Porque algunas compañías pueden hacerte sentir peor de lo que es estar en soledad – cavile – Se debe tener cuidado con quien se deja estar a su lado, sin embargo, sé que nunca me traicionaría a mí misma.

El primogénito Lannister pareció reflexionar mis palabras lentamente. Sus ojos verdes se notaron cansados súbitamente, como si algo en mi frase le hubiera afectado demasiado. El hombre soltó un suspiro alejándose en dirección a su caballo, se mantuvo en silencio mientras amarraba la cesta a su montura.

- Sigo prefiriendo la compañía de los demás – su voz sonaba tensa – Estoy acostumbrado a las traiciones y decepciones, es un juego interesante de jugar.

- No tendría por qué estarlo – afirme colocando una mano sobre su brazo, mirándole directamente a los ojos – Un hombre merece encontrar la paz y lealtad en sus cercanos, tanto como dentro de sí mismo.

Su mano cálida sostuvo con fuerza mi mentón mientras acercaba nuestros rostros. Su mirada se encargó de inspeccionar cada uno de mis gestos. Estaba buscando el engaño habitual de la gente a su alrededor. Por algún motivo, necesitaba que confiara en mis palabras. No deseaba que su futuro estuviera rodeado de tanta malicia, no cuando aún podía ser salvado de aquello.

- ¿Parezco el tipo de hombre que es digno de algo como eso? – su tono era frio como el acero, su mirada estaba oscurecida - ¿Parece que siquiera me importa?

- Para mí lo es, Ser Jaime – dije con firmeza respondiendo su primera pregunta, sostuve su mirada – El hombre que me ha demostrado hasta ahora, es alguien a quien yo apoyaría.

- No tienes ni la más remota idea de quién soy, mujer – gruño con molestia.

Él no sabía cuánto de su vida me era ya conocido. No estaba hablando con el Jaime Lannister que era en este momento, si no, con el Jaime Lannister que podría ser. El que un día seria llamado "Mata reyes". El hombre que cargaría dentro de sí mismo con su dolor, su propio odio.

- No hablo de quien es para los demás ni de como se ve a sí mismo– aclare manteniéndole la mirada – Hablo de quien es para mí, de lo que he visto en usted, Ser.

- No has visto nada, Amelie – sentencio irritado, soltando mi barbilla con brusquedad – No debería confiar tanto en las personas solo por lo poco que ve.

No parecía interesado en mantener la conversación, así que ambos montamos nuestros respectivos caballos. El regreso a la Fortaleza Roja se mantuvo en un silencio incomodo. Me encontré aprovechando el tiempo para meditar sobre otro problema que actualmente me mantenía en constante alerta.

Mi miraba se centró en la distancia, ahí donde sobresalía la estructura de Pozo Dragon. Hasta el momento mis interacciones con Luna Plateada se limitaban a un par de minutos cuando el mundo entero yacía en sus camas descansando. El único que estaba al tanto de estas actividades nocturnas era Coryo.

Agradecí al chico por mantenerse de mi lado con toda esta nueva situación. Además, el aprendiz me había estado enseñando más comandos en Alto Valyrio. La antigua lengua era difícil para mí, a diferencia de los Targaryen que parecían dominar la lengua con rapidez.

Por ejemplo, el pequeño Viserys era capaz de decir más de veinte frases en ese idioma. Yo apenas lograba pronunciar correctamente más de diez comandos cortos. Por algún motivo, mi lengua no terminaba de acostumbrarse a la pronunciación. Y yo solo podía suponer que era por que no era algo que me perteneciera, no estaba dentro de mi sangre, como tampoco lo era montar un dragón.

Llegamos a la Fortaleza Roja notando inmediatamente la agitación dentro del lugar. Quise darme un golpe de cabeza cuando recordé que pronto las Grandes Casas de los Siete Reinos estarían aquí para celebrar el torneo en honor al primer día de nombre de la Princesa Rhaenys. Debía darme prisa en retomar mis actividades, si es que quería apoyar a la Princesa Elia con alguna actividad que hiciera falta.

- Creo que no he tenido oportunidad de agradecerle por todo lo que ha hecho por mi – murmure desmontando mi caballo cuando llegamos a los establos. Aprovechando esta oportunidad para expresarle mi reconocimiento – Por no revelar mis actividades en los barrios pobres, por dejarme entrenar a pesar de que no es un acto propio de una mujer y sobre todo por su honestidad, Ser Jaime.

Realice una reverencia corta evitando mirarle, notando que mis propias palabras eran realmente sinceras. Estaba apenada por lo sentimental que estaba resultando todo el asunto. Había aprendido de mi vida anterior que era mejor agradecer en turno, porque a veces el tiempo no era suficiente. Y la gratitud se quedaba atorado en el pecho hasta convertirse en arrepentimiento. 

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora