XII

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Desperté con la respiración alterada, sintiendo mi piel arder. Nuevamente la misma pesadilla que me atormentaba desde que llegase a este mundo se había hecho presente anoche. Me senté sobre la cama intentando recuperar la compostura. Mire a través de la ventana notando que aún era demasiado temprano. El cielo todavía se encontraba oscuro. Ni un solo rayo de sol.

- ¿Deberia aprovechar para ir a buscar las hiervas que hacen falta? – me pregunte en voz alta.

No tenía sentido quedarme en cama solo para girar y girar entre las sábanas. Atormentándome por los recuerdos de aquellos que amaba, pero que ahora estaban perdidos para mí. Sentí las lágrimas luchando por ser contenidas ante el recuerdo de mi familia. Si me concentraba lo suficiente aun podía imaginar cada uno de sus rostros.

Sacudí mi cabeza, intentando despejar mi mente. No tenía sentido continuar por ese camino. Me lave el rostro antes de vestirme con mi típico vestido de lana desgastada y par de botas peladas. Aunque eran mis trapos mas sencillos, tan bien eran los más cómodos. Además, no podía permitirme telas finas si quería que los niños del Nido de Cuervos se alimentaran bien.

- Ahora que lo pienso – murmure nuevamente en voz alta caminando entre los pasillos de la Fortaleza Roja - Ese es un nombre escalofriante

- ¿Cuál es un nombre escalofriante? – cuestiono una voz masculina a mis espaldas.

Gire para encontrarme con Ser Jaime Lannister siguiendo mis pasos. No estaba portando su uniforme tradicional. En su lugar llevaba una capa negra que le cubría desde la cabeza a los pies. Sus ojos verdes miraron con atención la daga que se asomaba dentro de la cesta vieja.

- Hablando de escalofriante – respondí ignorando su pregunta - ¿Por qué luce como si fuera a cometer un terrible crimen, Ser?

El rubio rio ante mi cuestionamiento, mientras sacudía su cabeza en negativa. Últimamente me he estado encontrando con este hombre con más frecuencia de la que considero necesaria. ¿Me está espiando? Aquello podría ser posible, especialmente porque estos encuentros comenzaron después de nuestro choque cerca del Lecho de Pulgas hace unas noches.

- Dices que mi apariencia te genera escalofríos – el Lannister murmuro levantando una ceja – Pero eres la que sostiene una daga escondida en una cesta mientras se pasea por los pasillos oscuros.

El hombre tenía un punto si era honesta conmigo misma. Me encogí de hombros restándole importancia al asunto. Usualmente salía de la Fortaleza Roja en búsqueda de mis hiervas medicinales, pero nunca alguien lo había notado hasta ahora. Tal vez debía comenzar a ser más cuidadosa con mis movimientos.

- Necesito la daga para cortar algunas de las plantas que encuentre – le explique retomando mi camino – La cesta es para traerlas de regreso.

- ¿Saldrás sola del castillo? – inquirió siguiendo mis pasos - ¿A dónde iras?

- Siempre salgo sola, como cualquier otra mujer que no es de la nobleza, Ser – asevere con tranquilidad – E iré al bosque cerca de la costa.

- Ese bosque es peligroso – indico todavía caminando a mi lado – Iré contigo, Amelie.

Detuve mis pasos para mirarle con una ceja levantada, insegura de cuáles eran sus verdaderas intenciones al pretender acompañarme. Además, tenía planeado pasarme por Pozo Dragon para visitar rápidamente a Luna Plateada. La pobre dragona continuaba inquieta, lo que afectaba a su pareja también. Y eso no era bueno para nadie.

Pensar en Vermax me hizo recordar la extraña interacción que tuve con su jinete hace un par de noches. Me sentí incómoda cuando recordé la forma en la que el Príncipe Rhaegar me miro. Definitivamente me mantendría lejos del heredero del Trono de hierro, a saber, que era lo que pasaba por esa cabezota plateada.

- ¿Acaso está intentando mantenerse lejos de su padre? – supuse que era por eso, ya que Lord Tywin seguía en la Fortaleza Roja.

- ¿Por qué preguntas eso? – Ser Jaime se miró realmente confundido.

- Parece que usted y su padre no se llevan bien – murmure apenada de estar hablando de su vida íntima – No es un gran secreto que suele evitarlo cuando viene a la Fortaleza Roja.

- Había olvidado que eres una gran observadora – repuso el – Algo más para agregar en mi lista de palabras para definirla.

Ambos nos detuvimos frente a los establos. Busque con la mirada mi pequeño caballo pardo. El animal era pequeño a comparación de otros sementales dentro del lugar, pero era increíblemente rápido. Lo había encontrado justo antes de salir de Invernalia, cuando solo había cumplido mi décimo quinto día del nombre.

El caballo iba a ser sacrificado por uno de los guardias de Invernalia. Estaba débil y enfermo. Además, tenia una cicatriz que cruzaba sobre uno de sus ojos. Para todos los demás era un ser inútil. Pero para mi era el recordatorio de que una sola decisión podía hacer la diferencia entre la muerte y la vida.

Entonces lo compré con las pocas monedas que poseía, le di el nombre de "Otoño" y hasta el día de hoy se mantenido como un fiel compañero. Le tenia demasiado cariño, era el único lazo real que me permití formar dentro de este mundo. El resto de mis relaciones todavía se sentían actuadas hasta cierto punto.

- ¿Le apetece una pequeña carrera hasta el borde del bosque, cerca de los robles, Ser Jaime? – pregunte montando mi caballo, quien lucia alegre por mi visita.

- ¿Qué obtiene el ganador? – respondió abordando a su semental.

- No todo se trata de ganar – murmure comenzando a cabalgar – A veces solo se trata de vivir el momento, Ser.

Espolee a Otoño quien rápidamente comprendió lo que le estaba solicitando. Pronto el aire comenzó a rozar con fuerza mis mejillas. Adora la sensación de libertad que me daba cada vez que cabalgaba a lomos de Otoño. Eran mis momentos favoritos, donde no existía la preocupación del futuro incierto. Solo era yo viviendo, sintiendo, existiendo.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora