XXXIII

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Juguetee un poco más con el dragón de madera elevándolo sobre mi cabeza. Un intento de rugido salió de mis labios simulando el sonido de un dragón. Rhaenys extendió sus manitas intentando atraparlo, aunque pronto se llevó sus deditos a los labios. Reconocía ese gesto como el mismo que realizaba cuando tenía hambre. Mire dentro de la carpa que se encontraba ausente cualquier otra persona. Buscaba alguna papilla que darle, encontré un par de peras que seguramente podría moler hasta convertir en algo más blando.

- Cariño, iré a preparar un poco de papilla – murmure dándole una sonrisa que ella devolvió inocentemente.

Me levante sintiendo un dolor en la parte baja de la espalda que me hizo detenerme. Frunció el ceño pensando la causa de aquel malestar. "Estúpido Stark" maldije mentalmente, gruñendo ante el recuerdo de lo que me había hecho. Era obvio que nuestras actividades me habían terminado pasando factura, simplemente no creía que fuera por tanto tiempo. Las marcas de sus dedos alrededor de mi cintura eran un molesto recordatorio, que apostaba están hechas con esa misma intención.

Caminé lentamente hasta la mesa donde comencé a trabajar en los alimentos de la Princesa Rhaenys. Mientras preparaba la masa me pregunte como se la estaría pasando el pequeño Viserys dentro de la Fortaleza Roja. Aun mejor, como lo estaría sobrellevando en compañía de su padre. El Rey Aerys se negó rotundamente a participar en la cacería, había dicho que una vez que se vuela sobre un dragón ya nada mas puede darte tanto placer. Luego se encerró dentro de sus aposentos prohibiendo el paso a cualquiera.

Hubiese preferido quedarme en la Fortaleza Roja pero el Maestre Ergel había insistido en que debía venir. Además, la Princesa Elia no se encontraba muy bien de salud en días recientes, probablemente todo el estrés de su actual situación matrimonial no la dejaba descansar como era debido. Suspire meditando que por el momento el Príncipe Viserys estaba a salvo de su padre, todo sabían que cuando el Rey Aerys se encerraba no tenía interés en convivir con nadie; incluso con quienes compartía sangre.

- ¿Un dragón por tus pensamientos? – pregunto una voz suave justo detrás mío.

- ¡Ser Jaime! – exclame asustada al percatarme de su presencia demasiado tarde. El Lannister era tan silencioso, como letal.

- Amelie – dijo el con una sonrisa ladina que claramente denotaba sus intenciones coquetas – Pensé que ya te habías acostumbrado a la idea de llamarme solo Jaime.

- No tendría por qué hacerlo, Ser – murmure alejándome del hombre, caminando en dirección a la Princesa Rhaenys. Un intento inútil de volver a la distancia segura que solíamos tener.

Ser Jaime suspiro con cansancio, sin embargo, decidí ignorarlo. Tome un poco de la fruta grumosa con la cuchara. Rhaenys comenzó a comer lentamente, me removí inquieta ante la mirada del Lannister que permaneció fija sobre mi persona. El león que acecha a la presa y espera pacientemente para atacar. Intente no prestarle mucha atención, todavía incomoda por la repentina familiaridad con la que nos habíamos estado comportando.

- No te he visto en todo el día – hablo luego de un largo silencio – Pensé que aun estarías afligida... me he preocupado mucho.

- No es necesario que se preocupe, Ser Jaime – mi voz tenia ese tono de formalidad que solía utilizar en mi otra vida cuando algo me ponía tensa – Todo está bien por aquí.

- ¿Por qué estas actuando de esta forma? – cuestiono Jaime acercándose con firmeza a mí, la capa blanca agitándose detrás de su amplia espalda ante la fuerza de sus pisadas.

Me dio una mirada que hizo que mi corazón se detuviera. Sus hermosos ojos verdes lucían tan confusos, algo que no esperaba encontrar en este hombre. O al menos, no dirigido a mi persona. Quise apartarle la mirada, pero su mano sostuvo con suavidad mi mejilla. Este hombre no me dejaría esconderme esta vez.

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⏰ Última actualización: Nov 24 ⏰

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