XXI

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Sonreí levemente mientras escuchaba al maestre Ergel explicarme por decima vez por qué debía cargar con aquella bolsita morada ante cualquier imprevisto. Mire a Varys quien parecía querer reírse por lo bizarro de la situación. Mi día simplemente no estaba pintando para nada bien.

- Maestre Ergel – le llame para detener su monologo - ¿Por qué cree que necesito Te de luna?

- He escuchado rumores – respondió mirándome acusadoramente, como un abuelo regañando a su rebelde nieta. Me atemorizo la idea de que alguien estuviera enterado de mi interacción con el Príncipe Rhaegar hace un par de noches – De su cercanía con los Caballeros de la Guardia Real, Ser Arthur y Ser Jaime.

- Ser Arthur es un hombre honorable – refute inmediatamente, ofendida ante la idea de que alguien acusara a Ser Arthur de tales acciones – Si hay una persona en la tierra por la que pondría mis manos al fuego, es definitivamente el.

- Lo defiendes como una esposa lo haría por su marido – ataco Varys desde su lugar en al fondo de la biblioteca. Su tono ligeramente divertido – Eso dice mucho más que los rumores.

- Nada me daría mas dicha en el mundo que ser la amante de Ser Arthur – conteste irritada, dejando que mis pensamientos salieran libremente – Pero el es un caballero, uno que sin duda nunca me faltaría el respeto, incluso si se lo pidiera a gritos.

El maestre Ergel se quedó súbitamente quieto, con una expresión de asombro en sus ojos. Mire a Varys cuya sonrisa burlona se había esfumado. Ninguno de los hombres estaba mirándome. Su vista justo detrás mío. Gire la mirada solo para sentirme avergonzada inmediatamente.

- Ser Arthur – musite pasando saliva con nervios.

- Amelie, te estaba buscando – saludo el caballero, luciendo aparentemente incomodo – Lamento la interrupción, tal vez deba volver después.

- ¡No! – dije demasiado rápido para mi gusto – Solo estábamos teniendo una conversación sin importancia.

Ser Arthur Dayne miro entre los presentas negándose a mirarme fijamente. De todas las formas posibles que tenia para expresarle mi admiración, esta era por mucho la peor de todas. "Va a pensar que estoy obsesionada con el" pensé con desesperación.

- De hecho, iba de salida – comente caminando en esa dirección – Tal vez podamos hablar de camino a las habitaciones de la Reina Rhaella, Ser.

- Si, me parece una buena idea – el caballero miro a mis acompañantes despidiéndose de ellos – Maestre Ergel, Lord Varys, con su permiso.

Ambos hombres respondieron la cortesía, les di una mala mirada antes de abandonarlos. A mi lado Ser Arthur se mantuvo en silencio, solo caminando. Pensé que era buen momento para devolverle su pañuelo, además de que eso rompería el silencio incomodo entre ambos.

- He deseado poder devolverle su pañuelo, Ser – murmure todavía apenada por lo anterior – Lo he lavado y planchado hace poco.

- No es necesario que lo devuelva – respondió el mirando el pañuelo en mi mano – Creo que usted puede darle mejor uso, temo que entre mis pertenencias solo terminara manchado con oxido o tierra.

Mire la tela entre mis dedos, lucia como nueva, era obvio que estaba hecha con material de calidad. Sonreí dándole las gracias, insegura de que debía decir. Pero repentinamente alagada por su regalo. Ser Arthur siguió caminando a mi lado en silencio, ahora sin rastro de esa incomodidad previa, estar a su lado me traía paz casi siempre.

- Escuche que está cuidando las habitaciones de Rey Aerys desde hace algún tiempo, Ser – hable rompiendo la quietud entre ambos.

- Si, me pareció que Ser Jaime necesitaba despejar su mente – trague pesado al recordar las cosas que el hombre solía escuchar y ver por parte del Rey Loco – Ahora entiendo un poco porque es como es.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora