XVI

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Fue un movimiento rápido e involuntario de mi parte. Simplemente pareció natural empuñar mi espada interponiéndome entre Sandor Clegane y Amelie Snow. Y lo supe instantáneamente, que aquel acto impulsivo de mi parte había sido un error cuando miré a mi padre nuevamente. Una vez más caí en sus viejos trucos.

- Baje su arma, Ser Jaime – murmuro Amelie tomando la punta de mi espada con fuerza – Un hombre no debe levantar su arma en contra de su familia, sangre de su sangre.

- Escúchala, Jaime – padre se levantó de la mesa mirándonos con atención – Puede que su boca sepa hacer algo más que complacerte.

Le mire con molestia por sus palabras, no importaba que fuera mi padre. Detestaba cuando se convertía en este hombre cruel. Mire por el rabillo del ojo a Tyron que me lanzo una mira lastimera mientras negaba con la cabeza. El también reconocía que mi arrebato me costaría caro en el futuro.

- He dicho que no soy una ramera, señor – sentencio Amelie con dureza mirándole con el ceño fruncido – No me importa si estoy siendo insolente, porque con gusto puedo morir bajo su espada, si con eso me permite conservar mi honor.

- Demasiado del norte en ti – afirmo mi padre deteniéndose delante de ella mirándola con arrogancia – El sur nunca ha sido generoso con los norteños.

Amelie presiono la espada que aún se mantenía en su mano, vi el rastro de sangre derramándose lentamente por el metal. Retire el arma rápidamente, preocupado por verla herida. Sin embargo, ella no hizo ni siquiera una mueca que delatara dolor o incomodidad. Sus ojos permanecieron firmes sobre mi padre.

- Tampoco el invierno es generoso con los sureños – afirmo ella, su voz tenia un toque de desafío en ella. Dioses que ganas de besarla tenía en este momento– Y, aun así, aquí está usted que ha sobrevivido a inviernos, tanto como yo he sobrevivido al sur, mi señor.

Tywin Lannister levanto una de sus cejas rubias con algo que reconocí como leve complacencia ante esa respuesta. Levanto su mano ordenándole a Clegane que guardara su espada, el sirviente inmediatamente le obedeció. Me mantuve atento ante cualquier cambio, conociendo la personalidad de mi padre, era obvio que el asunto no se resolvería tan pacíficamente.

- Puedo de ver por qué mi hijo parece tener un sentimiento especial por usted – fruncí el ceño ante ese comentario. Inseguro de que era a lo que se estaba refiriendo– Es una pena, sin duda, que no seas más que una dama de compañía.

- Padre, no creo que realmente pienses lo que dices – argumente molesto por que su comentario me estaba poniendo nervioso.

- ¿Aun no te das cuenta, verdad, hijo mío? – interrogo Lord Tywin sentándose nuevamente en la cabecera de la mesa – Siempre tan estúpido para algunas cosas.

Aprete mi puño conteniendo la rabia que amenazaba con desbórdese fuera de mí. Aun no podía terminar de acostumbrarme por los desprecios que mi padre solía emitir en mi contra. Todo desde que me uní a la Guardia Real. El hombre nunca me perdonaría por abandonar nuestro ancestral hogar, por dejar que el legado Lannister se viera comprometido.

- Me temo que esta vez el que no puede ver las cosas con claridad eres tu padre – gruñí, negándome a dejarle ver mi estado afectado – Has visto de más en mi actuar.

- ¿Es así, hijo? – inquirió con una discreta sonrisa de lado.

- Soy un miembro de la Guardia Real, estoy acostumbrado a proteger a los demás – explique con lentitud – La he protegido de forma involuntaria, eso es todo. No podría importarme menos lo que pase con ella. No hay tal sentimiento que dices.

A mi lado Amelie me miro con sus ojos mieles inseguros, era la primera vez que veía en su rostro esa expresión. Estaba siendo desalmado con mis palabras, pero era necesario si quería mantenerla fuera del círculo de consciencia de Lord Tywin Lannister. La miré con todo el desprecio que pude antes de volver a hablar.

- Amelie Snow jamás despertara en mi algo más que no sea lastima – asegure fríamente – Solo hay que verla para saber que es una pobre criatura cuyo destino infeliz está grabado en su sangre. Sin títulos, sin oro, sin belleza. Ella no vale nada.

La chica abrió grande sus ojos que brillaron con lágrimas atrapadas dentro de ellas. Inmediatamente me arrepentí de lo que dije, pero ya era demasiado tarde. El daño estaba hecho. Silenciosamente rece porque ella no comenzara a odiarme, que viera a través de mis palabras. Amelie aparto su mirada mientras su rostro volvía estar blanco, sin emociones.

- Ya he recibido demasiado insultos, mi señor – su voz se mantuvo firme – Le pido decida mi destino de una vez, vivir o morir, pero termine con esto.

Amelie Snow se mantuvo recta únicamente mirando a mi padre directamente a los ojos. Admire la valentía con la se enfrentaba a Tywin Lannister. Algo que pocos hombres se atreverían. Pero su mirada era algo que no podían mentir, había algo en ella que la hacía lucir triste. Mi padre se mantuvo en silencio, superficialmente meditando. Pero como su hijo supe instantemente que ya había tomado una decisión.

- Puede marcharse – dictamino, su tono era amenazante – Pero será mejor que se mantenga lejos de mi hijo. No deseo más rumores vergonzosos alrededor de ningún miembro de la Casa Lannister.

- Sera como ordene, mi señor – Amelie hizo una corta reverencia.

La observe caminar en silencio a la salida, el impulso de ir tras ella se hizo demasiado intenso cuando el olor a lavanda de su ropa se esfumo de la habitación. En su lugar me mantuve firme, esperando las represalias de mi padre. Sin embargo, el continuo con su desayuno como si nada de lo anterior le hubiera afectado.

- ¿Podrías decirme de donde salió toda esta mierda? – cuestione irritado.

- No me hables en ese tono, Jaime – sentencio padre golpeando su puño sobre la mesa – Ya he sido bastante tolerante contigo y tus absurdas decisiones.

- Es mi vida, padre – refute cruzándome de brazos desafiándolo.

- Eres mi primogénito, se supone que eras el heredero de la Casa Lannister – respondió – Tu lugar era en Roca Casterly.

- Tyron puede tomar ese lugar – escupí señalando a mi hermano menor que se dobló ante ello.

Tywin Lannister soltó una blasfemia viéndose realmente alterado por mi comentario. Por un momento pareció fuera de lugar, nunca le había visto tan cabreado.

- Tyron no será capaz de llevar un peso tan grande como ser el señor de Roca Casterly –bramo furioso – Pero tu aun puedes hacerlo, Jaime.

- Hice un juramento – expuse nuevamente – Jure que no tomaría títulos, ni esposa, que no tendría hijos.

- Y aun así has tenido la osadía de tomar una amante – aseguro.

- Amelie no es mi amante – replique en el mismo tono que mi padre, mordiéndome la lengua ante deseo de que realmente lo fuera – Ya he dicho que no me interesa.

- Pero la deseas, aunque lo niegues, es cuestión de tiempo para que decidas llevártela a la cama– sus ojos verdes eran intensos con ira mal disimulada – Puedo verlo, no creo en toda esta actuación tuya.

Arrugue el ceño, molesto por aquello era verdad. Me marche de la habitación sin mirar atrás, ignorando a Tywin Lannister. Había pasado gran parte de los días anteriores fantaseando con la pequeña mujercilla. Teniendo sueños con ella, donde la escuchaba gimiendo y rogando mientras me enterraba muy profundo dentro de su suave cuerpo. Pero lo había tomado como una leve atracción momentánea. Estaba seguro de que no era nada más que eso. 

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora