XIV

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Sostuve en mis brazos a la beba Rhaenys quien dormía ignorante del nerviosismo de su progenitora. La Princesa Elia Martell se mantuvo ensimismada en una serie de documentos que capturaban costos y requerimientos para el torneo que estaba a punto de celebrarse. Agradecí mentalmente verme ajena a una actividad como esa.

- No puedo terminar de calcular estas últimas cifras – la mujer morena se masajeo las cienes – Este dolor de cabeza simplemente no se va.

- Princesa, tal vez deba ir a descansar unos minutos – aconseje, reconociendo que últimamente se quejaba del mismo malestar – No es bueno que se presione tanto.

- Simplemente no puedo estar tranquila sabiendo que podrían faltar suministros – la Princesa Elia se puso pálida repentinamente – El Rey Aerys no se tomaría a bien que algo como eso pase.

Comprendí su urgencia por tener todo listo, ya que esta era una de las primeras actividades que se le encomendaban como miembro de la Casa Targaryen. Ahora cada de unas de sus acciones y decisiones seria juzgada por los miembros de la corte. Quienes no eran misericordiosos al momento de dar sus opiniones.

- De cualquier forma, su salud es mucho más importante – dije preocupada por su estado – Debe descansar, mi Princesa.

- Tal vez pueda ir a reposar unos minutos antes de que mi esposo venga esta noche – medito ella – Es la primera noche que pasaremos juntos desde que Rhaenys nació, no quiero arruinarlo con mi mal humor.

- Pierda cuidado, mi princesa – asegure abrazando con más fuerza a la niña – Cuidare de la Princesa Rhaenys mientras usted se recupera.

Elia Martell se levantó de su asiento dispuesta a marcharse a sus aposentos, no sin antes depositar un pequeño beso en la frente de su primogénita. Me inquietaba notarla tan pálida, tal vez podría encontrar algún remedio para ayudarle. Definitivamente lo consultaría en la biblioteca de la Fortaleza Roja.

- Veamos, mi pequeña Princesa – murmure por lo bajo leyendo los registros que tanto parecían atormentar a la Princesa Dorniense – Tal podamos ayudar a mama un poco ¿no crees?

Rhaenys abrió por un segundo sus ojitos violetas antes de cerrarlos para continuar dormitando. Aunque las matemáticas no eran mi fuerte en la otra vida, si era algo que podía manejar adecuadamente. Ignorando la parte racional que me dictaba que hacer algo como esto no era correcto me dispuse a continuar donde la Princesa Elia lo había dejado.

No medí el tiempo entre sumas, restas y unas cuantas divisiones, pero mi atención fue atraída por el olor a menta que repentinamente invadió la habitación. Escuche el ruido que hacían las armaduras al moverse, pero ya era demasiado tarde. Me encontré atrapada dentro de una habitación con el Príncipe Rhaegar Targaryen en compañía de Ser Barristan Selmy y Ser Arthur Dayne.

- Bienvenido, Príncipe Rhaegar – salude con cortesía – Ser Barristan, Ser Arthur, buena noche.

- Buena noche, Amelie – la voz del Príncipe Rhaegar sonaba rasposa – Lucias demasiado ocupada que pensé en no interrumpirte.

- Lo lamento, no pretendía importunar con mi presencia – aclare recogiendo los pergaminos con rapidez – Me retiraré en breve, Príncipe.

Rhaegar Targaryen detuvo mis movimientos colocando su mano en mi único brazo libre. Quise apartarlo porque su toque lograba ponerme inquieta. El recuerdo de su mirada de hace algunas noches me había hecho tener malos sueños. Sueño de fuego y muerte.  Sin embargo, me mantuve inmóvil en mi lugar. Acerque a Rhaenys a mi pecho, utilizándola como escudo.

- En realidad, esperaba verle antes de que terminara la noche – el aliento con olor a vino me golpeo directamente en la cara – Tengo una conversación pendiente contigo, Amelie.

Lo mire con curiosidad tanto por su estado como por sus palabras. No estaba interesada en interactuar más de lo necesario con el hombre. A veces cuando lo miraba solo podía pensar en lo que haría en el futuro. Mire a Rhaenys quien lucía tan frágil entre mis brazos. ¿Cómo era posible que la abandonara? Eso era algo que nunca entendería.

- Por supuesto, Príncipe – obedecí su petición - ¿He hecho algo mal?

El peliplateado no respondió se mantuvo detallando a su pequeña hija. Vi una pequeña sonrisa formarse en sus varoniles facciones. Realmente estaba logrando descolocarme por completo, a veces parecia que adoraba a la pequeña, otras apenas la visitaba en dias. El Príncipe Rhaegar era toda una contradicción para mí.

- Es una niña encantadora ¿no? – cuestiono el acariciando la cabecita de Rhaenys - ¿Ha pensado en tener sus propios hijos, Amelie?

Parpadee ahora embrollada por el rumbo de la conversación. Mire detrás del Príncipe Rhaegar buscando apoyo en sus caballeros. Ser Barristan Selmy se mantuvo estoico, pero Ser Arthur Dayne tenía una expresión igual de confundida que la mía. De tener la oportunidad me hubiera encantado tomarle una foto.

- No, realmente no – respondí con franqueza.

- ¿Por qué no? – inquirió el nuevamente.

- No creo ser apta para ello, Príncipe – asevere notando como Rhaenys se removía entre mis brazos – Tengo más defectos que virtudes para heredar.

Rhaegar Targaryen recorrió sin disimulo mi cuerpo, sin embargo, no había lujuria o deseo en sus ojos. Era una mirada analítica, como si intentara ver esos defectos. Algún pensamiento cruzo por su mente porque suspiro con frustración.

- Entiendo perfectamente a lo que se refiere – el hombre se dejó caer sobre una de las sillas más cercanas – A veces no solo se comparte sangre, sino, también maldiciones.

Esta vez lucia absolutamente afligido por sus palabras. Entonces recordé quien era su padre, aún peor, quienes eran sus ancestros. Locura o grandeza, solo un camino para cada Targaryen en la tierra. Por primera vez, me permití empatizar con este Príncipe Dragon que ahora lucía como cualquier otro simple hombre.

- Sin embargo, no hay que perder la fe en poder combatir esos defectos para dejarle lo mejor a las siguientes generaciones – intente animarle – Somos el presente intentando fortalecer el futuro, Príncipe Rhaegar.

Mantuve mi mirada en el esperando su reacción ante mi comentario. Pero el hombre continuo en silencio, tal vez asimilando lo que había dicho. Me di cuenta de que quizás debería darle la oportunidad de cambiar su futuro, tal como esperaba que Ser Jaime Lannister cambiara el suyo. Me pareció correcto intentar recomponer su destino, no solo por él, también por su pequeña familia.

- Salvaguardaré a nuestros hijos – sentencio con dureza – Hare de este mundo algo mejor para nuestro legado.

Poseía convicción en sus palabras, parecía que Príncipe Heredero se encontraba seguro de poder lograr aquello. Sonreí mirando a la Princesa Rhaenys, claramente su padre lucía más motivado por ella. Hasta el momento la pequeña era el futuro de su casa, el legado de la Casa del Dragon. Era bueno que el comenzara a preocuparse por su destino. 

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora