Me mantuve inquieta removiéndome entre las viejas cobijas incapaz de conciliar el sueño. Preocupada por mis acciones de ese día, por la forma estúpida en la que me deje llevar. Mire la salida de la carpa, todavía indecisa si debía ir a buscar al Maestre Ergel o no. Intente ponerme de pie, pero una leve incomodidad entre los muslos me hizo sentarme de nuevo.
Una lagrima cálida se deslizo por mi mejilla, de lastima o de rabia, no estaba muy segura de que sentimiento pesaba más. No se suponía que algo como eso pasara, ni en mis más locos sueños me había planteado que Eddard Stark, el honorable, fuese mi amante. Gruñí recordando como mi cuerpo traicionero cedió ante el en más de una ocasión. "Ya veo porque Catelyn Stark se dejó hacer cinco hijos" medite con irritación. Me levante con una nueva resolución ante ese pensamiento.
Tome una capa poco cálida que se encontraba cerca, necesita encontrar urgentemente al Maestre Ergel. Camine un par de metros hasta llegar a su carpa, notando que aun había luz dentro de ella. El alma me regreso al cuerpo cuando lo encontré leyendo un par de pergaminos a la luz de las velas.
- Maestre – llame, obteniendo toda la atención del anciano – Necesito su ayuda.
- ¿Estás enferma? – pregunto el cediéndome su asiento - ¿Qué ha pasado?
La forma tan dulce de su tono me hizo querer soltarme a llorar, era como un abuelo preocupado por su pequeña nieta. Le mire insegura de que decirle exactamente, tenía la espinilla dentro de mi pecho que me decía que si le contaba la verdad el me juzgaría. No había olvidado que mi condición como una mujer me convertía en objetivo a criticas mucho más severas. "Me han juzgado toda mi vida, pero nunca me he acostumbrado a ello" pensé atormentada.
- Lo he arruinado todo – hable con aparente calma, sosteniendo su mirada – No estaba pensando, simplemente me deje llevar.
- Amelie, mi niña – dijo sosteniendo mi mano temblorosa – Dímelo todo, así sabre como ayudarte.
- Creía que podría vivir el resto de mi vida sin que me importara, como si esto no fuera más que un cuento, pero me temo no fue así – expuse dejando que un par de lágrimas brotaran de mis ojos, por el tono de voz me di cuenta que la rabia había ganado esta ronda – Realmente pensé que la soledad era mi destino, ya estaba resignada... Tan resignada...
El viejo maestre me sirvió una copa de vino caliente, la tome con las manos frías. Las observe notando la palidez en ellas, junto con un rastro de tierra debajo de las uñas. No era sorpresa que encontrara algo como aquello, no cuando en medio del placer estremecedor me había sujetado del suelo para evitar seguir rasguñando la espalda de aquel hombre hermoso.
- Pero la verdad es que deseo estar acompañada, ya no quiero estar sola – continue a pesar del nudo que se formaba alrededor de mi garganta – Ya he tenido mucho de ello en mi vida.
- Mi dulce niña – dijo el Maestre sosteniendo mi mano entre las suyas, compartiendo su calor – Te mereces una buena vida, nunca dudes de ello.
- Sin embargo, no es lo que obtendré, Maestre – objete rápidamente – No pertenezco aquí, así que nada me pertenece a mí.
Quise maldecir al Stark por venir a remover viejos sentimientos que había mantenido muy bien escondidos todos estos años. La idea de desear algo para mí, de anhelarlo a él, me había hecho sentir como una ladrona. El sentimiento de envidia por la mujer que al final lograría ser suya, su esposa, era demasiado grande.
- Entonces haz que este lugar sea tuyo, toma lo que mereces – expuso el Maestre Ergel con convicción – Una mujer como tú no nació para rendirse.
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Fatalidad
Science FictionConvertirse en el tipico cliche de reencarnacion en otro mundo era algo que Amelie no deseaba ni queria, pero ero lo que habia obtenido. Dentro del mundo de Cancion de Hielo y Fuego no tenia mas opcion que sobrevivir adaptandose a las nuevas reglas...