XIX

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Madre Paloma coloco un cuenco con sopa de pescado frente mí. Arrugue la nariz ante el olor de las especias, la sensación de reflujo se hizo presente nuevamente. Aun así, sonreí con agradecimiento ante la amable mujer. Sus manos tenían unas cuantas arrugas, sus ojos parecían medio cerrados y su cabello ya pintaba mechones grises. Era obvio que había vivido una vida larga.

- Se puede saber porque prefieres pasar esta noche cenando estos humildes platillos a mantenerte en la Fortaleza Roja cenando quien sabe cuántos manjares – comento ella sin mala intención – Escuche que hoy es en honor a los Baratheon y Stark.

- No me gusta el bullicio – le dije comiendo un poco de sopa – Además, me gusta pasar tiempo aquí. Los niños estaban esperando que trajera nueva ropa, el clima se ha vuelto más húmedo estos días.

- Se acercan varias tormentas – la mujer miro al resto de los niños que aun jugaban fuera de la casa – Debemos estar preparados, hija mia.

Afirme con la cabeza, planeando buscar nuevas telas la próxima semana. Tal vez encontraría algunas en buen estado dentro de la Fortaleza Roja. El Rey Aerys solía desechar con frecuencia algunas telas que no eran de su agrado. Esta semana se había negado a ver el color azul y gris, así que el almacén estaba lleno de cortinas y sabanas de esos colores.

- He escuchado de Lord Varys que hemos tenido visitas de un desconocido – murmure sosteniendo un pan remojado en la sopa – Madre no debe aceptar nada que venga de aquel hombre.

- Suena como si lo conocieras, Amelie – una pequeña sonrisa se plasmo en sus labios – El dijo que lo haces.

- Desgraciadamente si – suspire con cansancio – Un conocido en común con Lord Varys, por lo que te pido no lo atiendas mas y tampoco le digas a nadie que lo conozco.

Madre Palomas frunció el ceño, parecía intrigada por aquello, pero no pregunto nada. Agradecía que la mujer siempre viera el lado practico de las cosas. Sin necesidad de entrometerse. Si a Madre Paloma se le decía que no viera, ella inmediatamente cerraría los ojos sin pensarlo.

- Ese calvito panzón – dijo ella - ¿Te está dando problemas?

- No dejes que te escuche llamarle así – me reí por su comentario – Y no, Lord Varys se ha portado bien conmigo, pero sobre todo con los niños y eso es lo que importa.

- No me da confianza – "A nadie" quise decirle, pero eso era echarle más leña al fuego.

- Nadie te da confianza, Madre – repuse – Cambiando de tema ¿Dónde están Archie y Ronal?

Ambas miramos escaneando el patio trasero, sin ubicar a esos dos pequeños. Justamente los mas grandes y problemáticos. El sol pronto dejaría de brillar en el cielo, no era bueno que se encontraran fuera de casa. La mujer a mi lado suspiro con aflicción.

- Iré a buscarlos – le asegure para tranquilizarle – Pronto estará oscuro, será mejor que les diga a los niños que se preparen para dormir en lo que regreso.

- Por supuesto, Amelie – ambas nos levantamos de la mesa dispuestas a seguir con nuestros planes.

Me coloque mi capa gris cubriendo gran parte de mi cuerpo y mi cara. Solo esperaba que la búsqueda no me llevara demasiado tiempo. Mientras más caminaba la sensación de estar siendo observada comenzó a perseguirme. Me detuve mirando a los costados. Pero todos parecían ocupados en sus propias actividades. Negue intentando sacarme esos pensamientos.

- ¡Corre Archie, corre mas rápido! – la voz infantil me atrajo nuevamente a la realidad.

Mire a un niño rubio corriendo mientras jalaba a otro de cabello negro. Los reconocí inmediatamente. Decidí ir en dirección contraria a la que ellos corrían. Esperaba que no hubieran causado ningún desastre. Aunque tratándose Archie y Ronal era posible cualquier cosa. Me detuve en la entrada de lo que parecía un callejón.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora