VIII

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Resople asqueada por el nauseabundo olor que predominada en esta parte de Desembarco del Rey. Mire con dureza al hombre desagradable frente a mí. Garras sucias hacia honor a su apodo, con su aspecto totalmente descuidado. Sin embargo, era necesario tratar con él en este momento.

- Debes mejorar tu pago, dulzura - negocio el recorriendo con sus ojos mi cuerpo.

- Acordamos un precio - le recordé apartándome un par de pasos - No me vengas con tus intentos mediocres de estafa.

- Mujer, cuida tu lengua si no quiere que te la arranque - gruño irritado - Estas en mi negocio, así que cumples mis peticiones o te vas.

No estaba sorprendida por sus palabras, tampoco me asuste como el esperaba. Garras sucias era conocido por sus tratos sucios y su poca moralidad. Mas bien su nula moralidad. Me esperaba una mala jugada de su parte en algún punto de nuestro de trato. Solo que eso termino más pronto de lo que pensé.

- ¿Y a qué se debe tal cambio de tu parte, Garras sucias? - pregunte interesada por saber su respuesta.

- A algunos hombres no parece gustarles mucho la idea de que compres a mis cachorritos - se excusó alzándose de hombros - Sobre todo para llevarlos lejos de donde ellos puedan ponerles las manos encima.

- ¿Qué hombres? - esto llamo mi atención en especial.

- Hombres con poder - respondió enigmáticamente - Incluso me ha ofrecido una buena paga por revelarles tu identidad, preciosa.

- No creo que tu aprecio por mi te haya detenido de darle lo que querían - asegure viéndolo con desconfianza.

La idea de tener ese tipo de atención en mi persona me estaba comenzando a poner alterada. La venta de esclavos en Desembarco del Rey era una actividad común, una que no apoyaba en absoluto. Así que había ideado un plan para apoyar a los pequeños niños huérfanos o bastardos que tuvieron la desdicha de caer dentro del Lecho de pulgas.

Varys, el maestro de los secretos, también forma parte del plan de una forma un poco más monetaria. Sin embargo, yo era la cara de las negociaciones, lo que ponía a los disconformes con mis actos directamente contra mi yugular. No me arrepentía, especialmente ahora que podía apreciar un poco de los resultados de este plan.

- Pensé que era mejor renegociarlo contigo antes - sonrió con sus dientes manchados de sarro - Podría venderte una vez con ellos o podría cobrarte a ti por cada día que vivas.

- Absolutamente razonable - alague con falsedad - Tienes la mente de un tiburón.

Parpadeo confundido por mis palabras, sin apreciar el sarcasmo escondido detrás de ellas. Rebusque en mi abrigo, un par de monedas de oro que eran demasiado especiales. Sonreí con malicia cuando las encontré cubiertas por una fina tela, no hubo arrepentimiento de mi parte cuando las deposité en sus sucias garras.

- Vives por oro - sentencie con dureza - Entonces morirás por el oro.

Garras sucias miro complacido el dinero ignorante de mis intenciones con él. Por ahora, no era necesario más palabras entre nosotros. Para él estaba claro que seguiría pagándole por su silencio. Me retire de la pequeña taberna, asegurándome que mi capa cubriera bien mi rostro.

Cuando el aire cálido de la noche me golpeo el rostro deje escapar el aire contenido dentro de mis pulmones. Todavía tenía que visitar a los niños en la casa de madre Paloma. Observe a una mujer con una cesta de manzanas frente a la taberna, así que pensé que sería buena idea llevarle algunas a los niños.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora