XVII

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Era tarde, la oscuridad de la noche se cernía sobre las habitaciones de la Fortaleza Roja. Agradecí mentalmente que terminé de encender la mayoría de las velas dentro de la habitación hace unos minutos. Arrulle a la pequeña Rhaenys quien dormía dentro de su cuna ajena al parloteo constante de su tío Viserys.

- Amelie – dijo el joven príncipe llamando mi atención – Rhaenys tiene su propio huevo, mi hermano Rhaegar lo ha elegido esta mañana.

- ¿Eso así, mi príncipe? – pregunte mirándole desde mi asiento al lado de la cuna – Es algo muy bueno.

- Si, se supone que no debía decirle a nadie – explico tímidamente, mordisqueando un poco de pan de la mesa – Al parecer Luna Plateada ha puesto una nidada, la primera vez desde el fin del reinado de Jacaerys.

Me congele en mi lugar, eso era algo que no me esperaba en absoluto. No había visto a la dragona desde hace unos días, ya que la Princesa Elia enfermo repentinamente. Aparentemente una fiebre pasajera, que ahora parecía estar mejorando. Sin embargo, con el cuidado de ambos príncipes bajo mi cargo era imposible que escapara durante el día para ver a la dragona.

Además, desde el incidente con Lord Tywin Lannister me mantuve oculta en mis habitaciones por la noche, insegura de si mantuviese vigilancia sobre mi persona. El recuerdo de las palabras de Ser Jaime hizo que el sabor amargo volviera a mi boca. Nunca pensé que su opinión me afectaría tanto. Era obvio que le había estado cogiendo cariño con el tiempo.

- Ya hemos hablado de esto antes, mi príncipe – le recordé – Se que me tiene confianza, pero debe ser más cuidadoso ¿sí?

- Si, lo sé – respondió el sonriendo – Pero mi hermano ha dicho que estaba bien que te lo contara.

- ¿Así? – pregunte asombraba, no esperaba aquello.

- Creo que también le agradas – Viserys murmuro tomando un poco de leche dejando un pequeño bigote blanco debajo de su naricita. Hice una pequeña mueca de disgusto pensando en el Principe Rhaegar – El otro día cuando fui a sus aposentos para despertarle lo escuché ...

El sonido de la puerta siendo azotada nos hizo mirar en aquella dirección. Me encontré con la vista del Príncipe Targaryen luciendo agitado. Parecía que estuvo corriendo largas distancias. Su mirada violeta se centró en su hermano menor, dándole una mirada de advertencia. Viserys parpadeo desorientado.

- Lamento interrumpir de esta manera – aclaro el hombre, recomponiendo su postura – Espero que Viserys no esté siendo una molestia, estos días es un hablador incontrolable.

- No, por supuesto que no – respondí notando a Ser Barristan y Ser Jaime detrás del príncipe – Este día se ha portado como todo un príncipe, uno muy inteligente.

Le sonreí al pequeño quien asintió con energía ante mis palabras. Escuche a la pequeña Rhaenys removerse inquieta, al parecer el ruido generado por su padre la había despertado. La sostuve entre mis brazos intentando tranquilizarla. Apenas me di cuenta de la presencia cercana de Rhaegar, quien también estaba detallando a la niña.

- Debe tener un poco de hambre – murmure apenada luego de que la pequeña se pegara a uno de mis pechos succionando sobre la ropa.

Rhaegar Targaryen se mantuvo en silencio así que le di una mirada. Note que sus ojos se posaron con descaro en mis pechos. Me di la vuelta nerviosa por aquella mirada, aunque no era la primera de ese tipo que me daba. Era similar a la mirada que me dio la vez que chocamos fuera de los aposentos del Príncipe Viserys.

Desde la conversación extraña que tuvimos en este mismo lugar hace unas noches, nuestras interacciones se habían vuelto más frecuentes, aunque breves. Y la mayoría de ellas siempre se sentían algo tensas. Especialmente porque el solía mirarme de una forma que lograba inquietarme.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora