XXV

111 20 1
                                    

Forcejé con todas las fuerzas que pude reunir. No intente gritar porque sabía que aquello solo sería una pérdida de energía. La enorme mano todavía descansaba sobre mis labios silenciándome. Sin embargo, mi captor me había permitido respirar nuevamente. Maldije mi suerte, ya que dejé mi daga guardada en mis habitaciones. El vestido dorniense era demasiado ajustado como para ocultar mi arma favorita.

- ¡Dioses! Deja de moverte – escupió una voz ronca, inmediatamente la reconocí – Eso no está ayudando.

- ¡Suéltame! – gruñí cuando por fin libero mi boca, mi corazón bombeando demasiado rápido - ¡Déjame ir!

- Basta – ordeno Robert Baratheon, dejándome libre de sus brazos – Solo quería asustarte, mujer marimacho.

No pude responder porque mi vista se nublo, sacudí mi cabeza intentando recomponerme. "No dejes que te toque" me repetí mentalmente. Tuve que aguantar las arqueadas cuando la sensación de ser tocada sin mi consentimiento me trajo un recuerdo asquerosamente similar. Acompañado de la idea de estar desprovista de la protección de mi daga mi estado mental flaqueo fácilmente.

- Respira, eso, mete aire y luego sácalo – pidió el hombre frente mío, en un tono preocupado.

- ¡Eso hago! – dije exasperada, alejándome nuevamente – Solo no se acerque, con eso estaré bien.

- No parecías reaccionar de esta forma la otra noche – comento burlonamente – Me has preocupado, pero veo que aun tienes esa lengua afilada.

- Tengo más cosas afiladas, lastimosamente no las traigo conmigo en este momento – replique, mi respiración volviendo a normalizarse.

- Lo recuerdo claramente – el Baratheon dijo con diversión en su tono de voz – Por un momento creía que estaba alucinando, pero realmente eres tú, marimacho.

Le di una mala mirada que no duro mucho ya que me concentré en los pequeños piquetes que sentía dentro del pecho. "Ninguno de ellos está aquí, ya no pueden dañarte" pensé intentando tranquilizarme. Necesitaba concentrarme en el hombre frente a mí, no estar recordando mi pasado.

- No soy marimacho – reclame.

- No, ahora puedo ver que no – acepto el pelinegro detallándome con la poca luz del pasillo.

- ¿Puedo irme ahora? – pregunte aun disgustada por lo anterior – Me ha dado un susto de muerte, me gustaría volver a mis deberes.

- Pensé que estaba acostumbrada a ser arrastrada a lugares oscuros – el continúo burlándose – La última vez no reacciono de esta forma

- La última vez en realidad fue la primera vez – aclare – No es algo que acostumbre a hacer.

El atractivo hombre levanto una ceja mirando con suspicacia. Luego comenzó a reír, me sorprendí por lo agradable que era ese sonido. Claramente el Lord de Bastión de Tormentas estaba acostumbrado a brindar más risas que reclamos. Había sido esta personalidad jovial lo que encandilaba a las damas en el pasado, sin duda. 

- Debo entonces tomarlo con un halago – dijo con una sonrisa orgullosa en facciones masculinas – Ser el primero de la dama.

- Pensé que era una mujer marimacho para usted – refute poco complacida con sus últimas palabras – No soy una dama que eso quede claro.

- ¿No es usted una dama de la corte de la Reina Rhaella? – pregunto con curiosidad genuina – Me parece haberla visto dentro de la comitiva que la acompaña.

FatalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora