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La noche había sido terrorífica en la casa Payne. Ninguno pudo descansar, siquiera cerrar un ojo, velando por Liam, quién permanecía encerrado en su habitación. Desahogándose, golpeando y arañando todo a su paso, como tal felino.

Gritando, y lo más sorprendente para los dos esposos, llorando como si de aquello dependiera su vida.

Karen había olvidado el sonido del llanto de su hijo, aunque en realidad, él nunca fue de llorar, sólo cuando, por supuesto, estaba recién nacido. Escucharlo ahora, a sus diecinueve años, gritar y llorar -de lo que parecía dolor- le partía el alma a la rubia. Y lo más angustioso para ella, era el no poder consolarlo, no poder abrazarlo, ni siquiera mirarlo. No podía saber qué estaba ocasionando aquel dolor insoportable en su hijo. La mañana cayó pesada y fría sobre aquella casa, con una leve llovizna llena de verano. La puerta de la habitación del ojimarrón se abrió, dejando ver a un alto y ojeroso Liam, con la cara hinchada y las pupilas dilatadas. Caminó con pasos débiles hasta estar al filo de las escaleras, bajándolas, lleno de una parsimonia desesperante, una por una.

Él había perdido la noción del tiempo, y al poner un pie en la cocina y ver a su madre, preocupada, pensó que salir de su cueva, quizás, no fue tan buena idea.
-¡Liam! -Gritó la rubia. Corrió hacia él con los ojos llorosos y sin importarle el posible rechazo, lo abrazó. Para la sorpresa de ella, él se dejó, sin embargo, fue incapaz de corresponderle.
Hacía años que la mujer no abrazaba a Liamy ganas no le faltaban, simplemente, él la evitaba.

-Ya -murmuró el castaño, sintiéndose extrañamente incómodo. Se alejó de ella y fue al refrigerador, por más que no hubiera querido salir de su habitación, era humano, le daba sed, también hambre. El día anterior no había comido nada, menos tomado agua, se sentía demacrado y sus músculos comenzaban a adormecerse por la falta de hidratación. -Liam, cariño -Karen siguió tras él, con un suave sollozo. Preocupada-. Liam, ¿qué pasó?

-Nada, ¿por qué? -Preguntó, sonando desinteresado. No quería voltearse y mostrar su vulnerable gesto, no quería que lo viera así: débil y adolorido.

Ese no era él, y no podía permitir que nadie pensase lo contrario. Aunque Zayn lo había hecho, de seguro.

-Liam, soy tu madre. Puedes decirme qué está pasando contigo... ¿Qué tienes? ¿Te hicieron algo? -Trató de tocarle el hombro por detrás, pero él terminó el vaso de agua y se quitó antes de que ella pudiese siquiera rozarlo. Incapaz de echarle un vistazo, cogió aire ruidosamente y salió de allí. Sin responder-. ¡Liam!

-Liam -la voz de su padre lo detuvo, y mirando hacia arriba, a punto de subir las escaleras, se encontró con la mirada de Geoff, notablemente afectado.

-¿Quieren, por favor, dejar de nombrarme? ¡Estoy justo aquí! -Gritó, molesto. Pasó una mano por sus ojos, ardían. Dolían, como dolía su corazón.

-¿Qué te está haciendo tanto daño, hijo? -Esta vez, Karen lo tocó, él volteo a mirarla y a través de sus ojos, la rubia sintió a carne viva el dolor que escondía su pequeño. Sintió el corazón estrujársele.

Geoffbajó las escaleras y lo tomó del brazo, llevándolo a la sala de estar y sentándolo en un sofá. Él en un sillón frente al castaño, y la rubia, junto a su hijo. Liam apoyó los codos en sus rodillas y tapó su rostro. Este era el momento que había temido y no sabía cómo salirse de él. Ellos querían respuestas, las respuestas que él tenía, incapaz de revelarlas. Y ahora, ellos exigirían saberlas.

-¿Qué pasó? -La voz de su padre lo sacó de sus pensamientos, pero siguió en la misma posición.

-Nada. -Susurró, un susurro casi inaudible.

-Nada es pasar toda la noche llorando, maldiciendo, gritando y rompiendo cosas, ¿eso es nada, Liam? -Habló el hombre, rostro serio. Liam levantó su mirada, sus ojos estaban llenos de lágrimas, increíblemente, estuvo a punto
de llorar frente a ellos-. ¿Qué pasó? Liam, somos tus padres, merecemos saber lo que pasa contigo. Queremos saberlo.

Stand Up // ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora