Mira nos preguntó si podíamos ir a su casa el miércoles por la tarde. Que tenía un par de cosas que quería hablar con nosotras. No había venido a clases en los últimos tres días y si es que nos estaba llamando luego de eso, debía de ser por algo importante. Cata no respondió, —De igual forma, no quería verla. —Ester y yo aceptamos. Así que, después de clases, nos subimos a mi auto y nos fuimos a su casa.
Silencio, pero no por completo. Conversaciones triviales y música de fondo.
—¿Cómo te has sentido? —Pregunto mientras doblamos en una calle.
—¿A qué te refieres? —Me pregunta con la duda reflejada en sus ojos.
—Con todo. —Respondo sabiendo a dónde quiero dirigir la conversación. —¿Te han servido los antidepresivos?
No responde. Le toma su tiempo pensar en las palabras apropiadas para usar.
—Sí, han servido. Gracias por preguntar. Eso sí, tengo que reponer. —Responde con la vista hacia sus manos.
—¿Se te están acabando?
—Sí. —Responde brevemente.
—Pero con la receta médica, eso no debería ser tan difícil. —Agrego queriendo dirigir la conversación a donde me sirve.
—Sí... —responde asintiendo. —Sí, con la receta médica debería ser más fácil.
—Perdón por lo que te voy a preguntar, pero, ¿por casualidad tienes un contacto?
—¿De qué? —Pregunta ella y puedo oír que su pierna ha empezado a tambalear.
—De... —Pienso en las palabras correctas para poder continuar. —Alguien que me pueda vender sin receta médica. No me he sentido muy bien últimamente y creo que debería empezar a tomar.
—¿Por qué...? —responde en un tono nervioso. —¿Por qué sabría yo?
—Porque sé que las compras sin receta médica.
No responde.
Nos detenemos en un semáforo y noto que mantiene la vista fija en frente. Las manos le tiemblan, al igual que las piernas y la respiración se le agita.
—¿Cómo...? ¿Cómo sabes?
Bingo.
—Todo se sabe, Ester. —Me oigo repitiendo las palabras de la profe Marcela. —De una u otra forma. —El semáforo se ha puesto en verde.
—Tengo... Tenía un contacto.
Anastasia Del Pilar.
—¿Por qué "tenías"? —Pregunto esperando a tener la respuesta que quiero.
—Porque... ella murió. —Responde y trato de evitar la sonrisa que se está formando en mis labios.
—Entiendo. ¿Y a quién le compras ahora? —Pregunto volviendo la conversación al punto anterior.
—A otra persona. —Responde brevemente. —Por favor, no le digas a nadie. En especial a mi mamá, ella... ella me mataría.
—¿Me lo podrías pasar? —Pregunto con una nueva idea en mente.
—Sí. Sí, sí, sí. No hay problema. —Responde nerviosa mientras busca el celular en su mochila.
—Y no te preocupes, no le diré a tu mamá. —Todavía. Ella debe saber por lo que está pasando su hija y no estar sola en esto.
—Gracias. —Responde un poco más tranquila. Las mentiras pueden servir a la hora de calmar a alguien. —Ya te lo envié.
—Gracias. —Respondo mientras escucho el timbre de mi celular y nos estacionamos frente a la casa de Mira.
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Aquel Pequeño Rumor
Mystery / ThrillerLAS PALABRAS PUEDEN SER ASESINAS Los rumores corren, no hay quien los pueda evitar. Un simple comentario se puede volver en la noticia más importante, pero eso no significa que fuera mi intención hacerlo. Anastasia tenía sus problemas, todos lo sabí...