Tengo la vista nublada y los oídos levemente ensordecidos, pero aun así, logro oír un desagradable, pero alentador coro.
—¡Cumpleaños feliz!
Entre más se va acostumbrando mi vista, puedo ver una gran masa blanca con dos palos iluminados encima.
—¡Feliz cumpleaños, Julia!
Puedo ver a mi papá cargando una gran torta de cumpleaños, a mi ojerosa hermana intentando mantenerse despierta, a mi mamá grabando y a la Cristina sonriendo.
—¡Que los cumplas feliz! —Corean los cuatro.
Sonrío y luego de soplar las velas, me entregaron sus regalos.
Una pulsera Pandora, ropa de Zara, mucho efectivo y bueno, el auto. No es hasta que me subo en él, que noto todo el desorden que había en el asiento del copiloto.
Fue ahí cuando recordé todo lo ocurrido el día anterior.
Busqué entre las felicitaciones y menciones de historias, pero no había nada nuevo.
El último mensaje de Ana, era el mismo que había leído ayer.
Supuse que algo me iba a poner, quizás un "Oye, no le cuentes a nadie, por favor". O una mínima explicación.
Pero, sin importar lo que me hubiera dicho, no es que pudiera cambiar las cosas, ya que, cuando llegué al colegio, aparte de la celebración de mi cumpleaños, todos hablaban sobre Ana y Matías.
Es impresionante lo rápido que viajan las palabras y la velocidad con la que mis amigas fueron a comentárselo a otras personas.
El profesor Matías no se presentó al colegio, lo sé porque mis nervios de encontrarme con él, me hicieron preguntarle a otro profesor si sabía donde estaba, con la excusa de que quería cambiarme de Filosofía Política a Literatura.
Estábamos en el electivo de Teatro cuando ocurrió lo inesperado.
Ana y yo estábamos en el mismo electivo, pero no intercambiamos palabras con la otra. En realidad, nadie lo hacía, solo se limitaban a mirarla de reojo y hablar de ella con otra persona.
El profesor estaba comentando que dentro del teatro uno traía su vida personal y la moldeaba con el personaje para cuando tocaron la puerta.
—Buenos Días, Profesor Andrés. Perdón por interrumpir, pero ¿Puedo llevarme a Anastasia del Pilar? —Menciona nuestra inspectora, la profesora Paulina, mientras se asomaba por la puerta.
Todos sabíamos por qué era.
—Sí, claro. —Respondió levantando el brazo en gesto aprobatorio.
Se levantó del asiento y sin levantar la mirada, salió del salón.
Media hora después, mientras hacíamos ejercicios de improvisación, entró a la sala, tomó sus cosas y se fue.
—¿Supieron que a Ana la suspendieron? —Dice Ester.
Se suponía que teníamos religión a esta hora, pero las cuatro decidimos saltarnos la clase y comer papas fritas en una de las esquinas de la cancha de fútbol.
—¿En serio? —Pregunta Cata con un puñado de papas fritas en manos. —¿Por lo del profesor Matías?
—Te lo juro. Iba saliendo del baño y la vi pasar junto a su mamá mientras llevaba sus cosas.
—Mierda. —Responde Cata para luego comer de sus papas fritas.
—¿Ese no era el profesor que perdió a su mujer y a su hija? —Agrega Mira alejando la vista de su celular.
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Aquel Pequeño Rumor
Misterio / SuspensoLAS PALABRAS PUEDEN SER ASESINAS Los rumores corren, no hay quien los pueda evitar. Un simple comentario se puede volver en la noticia más importante, pero eso no significa que fuera mi intención hacerlo. Anastasia tenía sus problemas, todos lo sabí...