—¿Es cierto lo que le dijiste a la Lesbi-Ana? —Me pregunta Ester mientras cargamos nuestras bandejas rojas hacia una de las mesas redondas. Tenemos una reunión del nuevo centro de estudiantes.
—¿Qué cosa? —pregunto, fingiendo evidente idiotez mientras nos sentamos en la mesa.
Hemos sido las primeras en llegar.
—Que la llamaste una loca de mierda y que iba a terminar encerrada en un hospital psiquiátrico.
—¿Quién te dijo eso? —pregunto sintiendo cierta agitación en mis piernas.
—Todo el mundo me lo ha dicho. —Responde tomando su tenedor.
Mierda, mierda, mierda.
—Mira. —Continúa. —Ella no me cae bien, pero tienes que controlar lo que dices. Estás en el consejo de estudiantes, tienes una reputación que mantener y no quiero que cosas así me afecten cuando me postule como presidenta el próximo año.
—¿Por qué te afectarían? —pregunto mientras como un poco de mi ensalada.
—Relación. —Menciona jugando con los charms de su pulsera. — Es cómo dice ese dicho. Si te juntas con un grupo de drogadictos, la gente asumirá que también lo eres.
—Tiene sentido. —Respondo cuestionando si me ha llamado drogadicta. —Debería pedirle perdón, ¿no es así?
—Yo lo haría por lo menos. Es mejor solucionar las cosas que estar en conflicto con los demás. —Menciona con falsa caridad. Solo lo dice para evitar estar en problemas que ni le incumben.
Pero yo también suelo ser falsa.
A veces hay que hacerlo. Solo así es que logras soltar en mentiras lo que de verdad sientes.
Recuerdo que una vez cuando era pequeña, mi mamá invitó a sus amigas a la casa a tomar unos tragos. Todas reían con sus largos cigarros y grandes copas de vino blanco. En un momento, bajé a buscar un pedazo de torta que había traído una de sus amigas, pero al llegar a la cocina, noté con disgusto a mi mamá hablando con otra de sus amigas.
—Está asquerosa. —Mencionó Inés mientras se acomoda su anaranjado y corto cabello por detrás de la oreja.
—Lo sé. Desde que tiene esa Thermomix se jura cocinera, pero todo lo que hace sabe a mierda. Se debió haber quedado con la empleada.
De repente, la dueña de la torta entró a la cocina y simultáneamente, sus expresiones cambiaron a sonrisas.
—Claudia, querida. Te quedó exquisita la torta. —Dijeron con una sonrisa mientras Claudia se les acercaba.
—Gracias. —Respondió con verdadero entusiasmo. — Por cierto, lindo corte, Inés.
—Gracias. —dijo con una sonrisa.
Pero cuando la mayoría se habían ido y tan solo quedaba Claudia, escuché de reojo su conversación.
—También notaste lo de Inés, ¿cierto? —preguntó Claudia con un cigarro a mano y dejando la copa de vino en la mesa.
—Totalmente, ¿qué se hizo en el pelo? Parece una lesbiana.
Ambas reían y yo solo me podía preguntar, ¿por qué se trataban tan bien mientras estaban juntas, pero se decían cosas horribles a sus espaldas?
Once años después logré entenderlo.
Al final, todos somos falsos o lo fuimos alguna vez. Lo importante es no ser idiota para no notarlo y usarlo a tu favor. Inviertes tus pensamientos y así lo vuelves en algo que ellos quieren escuchar, pero en realidad, tú sabes las intenciones detrás de las palabras.
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Aquel Pequeño Rumor
Misteri / ThrillerLAS PALABRAS PUEDEN SER ASESINAS Los rumores corren, no hay quien los pueda evitar. Un simple comentario se puede volver en la noticia más importante, pero eso no significa que fuera mi intención hacerlo. Anastasia tenía sus problemas, todos lo sabí...