El helado de vainilla se pega a la nariz de Cristina en cuanto intenta comerlo, dejando un camino amarillo que llega hasta su boca.
—Tienes un poco de... —le aviso mientras hago un gesto hacia mi nariz.
—Ah, —dice mientras toma una servilleta del centro de la mesa y la desliza por su rostro. —¿Mejor?
Asiento en respuesta.
Hundo la cuchara en mi helado de pistacho.
—¿Por qué llegaste tan temprano del colegio? —Me pregunta. —¿Te escapaste?
Niego con la cabeza.
—No... Me suspendieron. —Digo, mientras como mi helado.
—¿Por eso estabas llorando? —Me pregunta como si fuera la razón más estúpida para hacerlo. —A mí siempre me suspendían a tu edad y mírame... —Dice mientras apunta hacia ella. —Sigo siendo feliz. Lo vas a superar.
—No, no fue por eso. —Niego mientras inclino la vista al verde de mi helado. —Pasó algo durante la mañana.
Sus brazos se apoyan en la mesa.
—¿Un chico? —Pregunta con preocupación. — ¿Matthew hizo algo que te molestó y le pegaste? Le voy a sacar los dientes si es que...
—No, no. —La interrumpo. —No tiene nada que ver con Matthew. —Me doy un tiempo para pensar en mis palabras. —Ayer tuve que devolverme antes del colegio y mi auto se quedó en el estacionamiento. Cuando llegué por la mañana, alguien lo había rayado con estas... Horribles palabras y no sé... Ya estaba muy estresada por la situación y una compañera de clases dijo que me lo merecía y... No me aguanté y se lo devolví con un golpe.
Su boca cae de la impresión.
—Pendeja de mierda. —Se queja. —Merecido que le hayas pegado. ¿El director no le dijo nada por eso?
—No. —Digo luego de negar con la cabeza. —La directora dijo que aunque me hubieran vandalizado el auto, no era excusa para ir pegándole a mis compañeras.
—Pero, ¿por qué alguien te haría eso? —Me pregunta con un rostro incrédulo. —Hasta donde yo sé, mucha gente te quiere en el colegio. —Pero no fue por eso, no completamente.
¿Cómo se lo puedo explicar sin asustarla?
Doy un suspiro, pensando en qué responder.
—No fue... por odio de parte de mis compañeros. —Noto que su rostro se agita frente a la sorpresa.
—¿De quién entonces? —me pregunta mientras se inclina en la mesa.
—Tienes que prometerme que no le vas a decir a nadie. —Agrego notando la preocupación en su rostro.
—Mi niña, si estás en problema es mejor que le digas a tus padres.
—Cristina, no entiendes —le digo sintiendo los nervios subir por mi garganta. —Ni mis padres me pueden ayudar. Nadie puede hacerlo.
—¿Por qué? —Pregunta mientras alza sus manos hacia las temblorosas mías.
No puedo responder. Siento un tapón en la garganta.
Doy un respiro y siento la humedad extra que se forma en mis ojos.
Levanto la vista hacia sus preocupados iris cafés y siento una lágrima caer por mi rostro.
La limpio con rapidez y vuelvo a prestar mi atención en ella, notando el antes y después que va a haber por mis palabras.
—Porque es un asesino quien me está amenazando. —Menciono con la voz quebradiza y casi en un susurro.
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Aquel Pequeño Rumor
Mystère / ThrillerLAS PALABRAS PUEDEN SER ASESINAS Los rumores corren, no hay quien los pueda evitar. Un simple comentario se puede volver en la noticia más importante, pero eso no significa que fuera mi intención hacerlo. Anastasia tenía sus problemas, todos lo sabí...