Estamos sentadas una al lado de la otra, en un borde de madera alejado de la terraza principal. Fragmentos de conversaciones se pueden oír a lo lejos, pero mi mente se mantiene en dónde terminan.
Una conversación que no requería de más de dos personas, pero en donde nadie daba el primer paso para empezar. La pierna me rebota contra el pasto, mientras que miles de preguntas se cruzan por mi cerebro. ¿Cómo sabes que estoy investigando? ¿Cómo sabes quién soy? ¿Cuánta cercanía tenías con Ana? ¿Sabes quién es el papá de su bebe? ¿Cómo encontraste el contacto del aborto?
—Supongo que tienes varias preguntas. —Menciona ella.
Asiento apresurada.
—Demasiadas. —Digo mientras abro mi cartera.
—No voy a aceptar que grabes mi voz. —Menciona negando con la mano.
—No soy ese tipo de investigadora. —Respondo para agregar una sonrisa. Saco mi cajetilla y le quito el plástico, para luego acercarla a ella. —¿Quieres?
—Acabo de terminar uno, gracias. —responde dándome una sonrisa.
Se la devuelvo y quito la etiqueta dentro de la cajetilla, para luego sacarme uno de los largos cigarrillos y apretar solo el clic de sandía. Lo enciendo y, luego de darle una calada, concentro mi mente en qué preguntar primero.
—¿Cómo sabes que estoy investigando? —Le pregunto volteando mi mirada hacia ella.
Se toma su tiempo en pensar la respuesta.
—¿Te puedo aceptar el cigarro de antes? —Interrumpe sus pensamientos.
—Claro. —Respondo volviendo a abrir la cartera. Lo que sea para lograr que suelte lo que tenga que decir.
Le acerco la cajetilla y saco uno, analizando el filtro del cigarro.
—¿De qué son los clics? —Me pregunta.
—El rojo de sandía y el verde... Supongo que menta. —Respondo, luego dándole una calada a mi cigarro. Sylvia aprieta solo el clic de menta y le acerco el encendedor.
—Gracias. —Lo toma con una mano libre. Apoya el cigarro en su boca y lo enciende con mi ya desgastado encendedor rosado.
Ahora que lo pienso, tres de mis cuatro entrevistas han sido fumando. Amalia, Selena y ahora Sylvia.
Me lo devuelve, y mientras que expulsa el grisáceo humo de sus pulmones, las respuestas salen de su boca.
—Desde que te vi en el funeral sabía que escondías algo más. Tus ojos delataban incertidumbre, pero no fue hasta que te vi intentando entrar en la habitación de Ana que me lo confirmé. —Menciona con la vista hacia adelante. —No creo que cualquiera estaría tan interesado en husmear en la habitación de una persona muerta si no fuese por algo. Además, supongo que a alguien se le olvidó poner en su lugar esos dos azulejos del baño. —Siento un escalofrío que baja por mi espalda. Sylvia me mira. —Si llegaste a hacerme preguntas es porque ahora tú también sabes lo que había ahí adentro. Lo único que no me queda claro, es ¿Por qué tanto interés en mi Ana?
—¿Cómo sabes tú que ella no se suicidó? —Le interrumpo su pregunta, sin lograr entender cómo es que ella llegó a mi misma conclusión.
Toma un suspiro, pero al no ser lo suficiente fuerte para hacerla responder, le da una calada a su cigarro.
—Con Ana habíamos construido un lazo.—Dice con la vista hacia sus pies. —Durante los últimos años, se creó una conexión entre nosotras y teníamos la confianza de hablar sobre cualquier cosa. Además de trabajar para sus padres, Ana se había vuelto una especie de amiga. Recuerdo una vez que estábamos en la playa, fumando y viendo el atardecer. —Puedo notar la pequeña lágrima que cae por su rostro. —Estábamos conversando sobre cómo nos gustaría morir, cuando ella respondió la pregunta. "Mi muerte perfecta sería en la playa. Un suicidio. Vestiría un largo vestido blanco y me cortaría las venas a las orillas del mar. Dejaría que las olas arrastraran mi cuerpo al interior del océano, flotar en él y esperar a hundirme junto a los peces y en las algas." —Me duele oírla decir esas palabras. Saber que aunque Ana no se había suicidado, dolía que su muerte perfecta hubiera sido quitándose la vida. —No creo que ella hubiera preferido cambiar de idea a último minuto y morir con el uniforme escolar puesto, a causa de ingerir un anticongelante. Ana odiaba su colegio.
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Aquel Pequeño Rumor
Mistério / SuspenseLAS PALABRAS PUEDEN SER ASESINAS Los rumores corren, no hay quien los pueda evitar. Un simple comentario se puede volver en la noticia más importante, pero eso no significa que fuera mi intención hacerlo. Anastasia tenía sus problemas, todos lo sabí...