Capítulo 48

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Todo empezó en enero. 

La loca de Ester tenía que ir a comprarle a su traficante y me pidió que la acompañara.

Recuerdo que me quedé como: Eso es nuevo.

Cuando llegamos a la feria, que era donde se iba a reunir con ella, apareció Ana y te juro que, desde ese instante, no pude quitarle la vista de encima.

—Hola, Ester. Hola, Mira —dijo con una sonrisa. —¿Cómo han estado? —No podía responder, estaba maravillada de la persona que era Ana en secreto.

Admiré lo que hacía, como una adolescente de dieciséis vendía drogas y le importaba una mierda si es que estaba bien o no hacerlo.

Esa noche teníamos una fiesta.

—Tenemos una fiesta esta noche por si quieres venir. —Recuerdo que Ester me miró con una cara después de hacer esa pregunta.

—No lo sé. Tendría que ver si me dejan ir.

—Puedes venir con nosotras. —Le dije. —O te podemos pasar a buscar, así tu mamá puede ver que estás con personas del colegio.

Se tomó su tiempo en pensarlo, pero terminó aceptando.

En la noche la fuimos a buscar. Ester se estuvo quejando todo el camino de que no la debí haber invitado, pero mi mente estaba tan puesta en Ana que ignoré sus reclamos.

Conocimos a su mamá y supe que era una mentirosa. Una perra que fingía que todo en su vida era perfecto.

Ana salió de su pieza y se veía, Dios, espectacular. Parecía una niña de playa y no podía evitar los nervios con solo verla. Sabía que ella era bisexual, pero no si yo le gustaba.

Me pasé toda la noche hablando con ella. A veces, el maldito de tu ex venía a molestarnos, pero Ana quiso quedarse ahí conmigo.

Esa noche, Ana se enamoró de los mojitos.

La invité afuera para fumar un cigarro, pero cuando llegamos a la entrada, me preguntó si podíamos ir a la playa.

Cuando llegamos, seguimos conversando y cada vez nos íbamos pegando más a la otra. Apoyó su cabeza en mi hombro y le di un beso en la nuca, sin dejar que los nervios me detengan. Al comienzo se asustó y yo creía que me había equivocado, pero después, se acercó a mí, puso un mechón de mi pelo detrás de mi oreja y me besó.

Esa noche empezamos a hablar. Me dio el número de su segundo celular porque su mamá siempre le revisaba el primero y aunque ya había salido del closet, ella no aprobaba las relaciones entre mujeres.

El viernes de esa misma semana nos volvimos a ver y fuimos a la feria, en donde vimos ese anillo que tanto te impresionó.

—Es horrible, lo necesito. —Me dijo riendo.

Y se lo compré.

Después, fuimos a la playa y le saqué esa foto que todos vimos en el funeral. En la noche, la invité a mi casa, porque sabía que mis papás iban a salir e íbamos a tener tiempo de sobra solo para nosotras.

Nos besamos durante mucho tiempo, pero cuando llegamos a mi pieza, me dijo que no estaba preparada para hacerlo. Lo acepté, lo tuve que hacer, no quería hacer nada que ella no estuviera lista para hacer.

La semana siguiente nos vimos dos veces más y todas las veces nos terminamos besando, pero nunca llegamos a hacer cosas sexuales.

Ella se fue, pero seguíamos hablando por mensajes y entre esas conversaciones, te juro que terminé enamorada.

Aquel Pequeño RumorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora