Capítulo 11

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Sus ojos y su sonrisa fueron vistos por todos el lunes por la mañana. No esperaba encontrarme con ella, pero supongo que los demás sí. Cubierta con flores a su alrededor y con una gran pieza de madera, en donde las palabras...

En recuerdo de:
Anastasia Del Pilar
(2005 - 2022)

... Habían sido talladas. Era la misma foto que había en el funeral e, inesperadamente, cartas de despedida ya habían sido desplegadas a su alrededor —lo cual me parecía un acto hipócrita por parte de los demás. —

Reconocí la escritura en uno de los sobres; era de Matthew.

—¿"Del Pilar" era su apellido o fue una equivocación? —Oigo comentar a un dúo de chicas recostadas sobre los casilleros.

—Era su apellido. Suena como un segundo nombre, pero así era.

Llegué con cinco minutos de anticipación a la sala de clases, únicamente para ser sacada por un profesor.

—¡Todos al auditorio! —exclamó sin siquiera entrar.

Dejé las cosas sobre mi puesto y mientras me unía al océano de chaquetas oscuras, Ester se puso a mi lado.

—Hola. —Expresa en una voz agotada.

—¿Estás bien? —Pregunté mientras seguíamos avanzando.

—Sí, sí. Solo que mi mamá me obligó a estudiar lo más posible para la prueba de matemáticas, así que dormí poco.

—Pero si eso no es hasta en dos semanas más y dudo que la hagan considerando... esto.

—Lo sé, eso fue lo que le dije, pero le importó entre poco y nada. —Responde mientras que su mano hurga al interior de su chaqueta. Saca una bolsa con minúsculas pastillas circulares.

—¿Qué es eso?

—Um... —responde analizando el frasco. —Son antidepresivos.

—No sabía que tomabas. —¿En qué momento? Ester siempre andaba de buen humor.

—Prefiero no volverlo un tema. —Menciona para luego lanzar una pastilla en su boca.

Llegamos al auditorio, en donde todos arrastramos nuestros pies por las grandes escaleras hasta ubicarnos en nuestros asientos.

Con Ester nos sentamos junto a un grupo de chicas de último año a quienes aprovechamos de saludar. Fijo la vista en el escenario y veo a Ana dispuesta con una sonrisa y uniforme de colegio.

La sonrisa decae, sus cejas se inclinan y con la mirada fija en mí, causa un temblor en mis piernas.

—¡ESTO ES TU CULPA! —Empieza a gritar. —¡TÚ ME MATASTE!

La respiración se me acorta y mi corazón se acelera.

Bajo la mirada. Todos a mi alrededor me están mirando. Sus pupilas se levantan, dejando sus ojos en blancos y con sonrisas dispuestas chorrean una burbujeante espuma blanca.

Una lágrima me cae.

—¡CULPABLE! —Gritan en sintonía.

— ¡¿POR QUÉ TENÍAS QUE HABLAR?! ¡TÚ DEBERÍAS ESTAR MUERTA! ¡TÚ DEBERÍAS ESTAR MUERTA! ¡TÚ DEBERÍAS ESTAR MUERTA! ¡TÚ DEBERÍAS ESTAR MUERTA!

Dos manos sobre mi hombro hacen que salte. Ana está enfrente de mí, con las pupilas amarillas y con la misma espuma caída por su mandíbula.

—Tú deberías estar muerta, maldita zorra.

Trato de gritar, pero mi garganta está cerrada. Ni siquiera un chillido es perceptible.

Cierro los ojos y el tacto de sus manos desaparece.

Aquel Pequeño RumorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora