Llegué a mi casa y me cambié a una ropa más cómoda, cayendo dormida encima del cubrecamas. Por la mañana, desperté con mal aliento y con el cuerpo sudado. Revisé mi celular y había recibido más mensajes durante la noche, todas repitiendo las mismas y agobiantes preguntas del tema que no me interesaba contestar.
Fui borrando las conversaciones, una por una, mientras giraba en mi cama. Si se enojaban conmigo por no responder, cosa de ellos, pero yo prefería no seguir con el asunto.
Me levanté de la cama y me puse a buscar mi uniforme de colegio. Me tiré un gas, pero pude sentir que empezaba a salir algo más que solo aire.
Corrí al baño y en cuanto me senté en el inodoro, escuché la caída de algo pesado en el agua, que iba acompañado de pequeños sollozos.
Incliné la mirada y pude sentir al terror escalar por mi espalda, levantando los pelos de mis brazos y ahogando mi respiración.
Con sangre cubierta por su cuerpo y la cabeza dislocada, al bebe que flotaba en el inodoro se le desaparecen las pupilas y su pecho se levanta con rapidez y fuerza.
Arcadas crecen con más brutalidad de su pequeño cuerpo, y una larga cabellera castaña comienza a salir de su pelada.
Trato de moverme, alejarme del horror de esta escena, pero mi cuerpo no quiere ceder.
El bebe comienza a crecer, dentro del inodoro.
Trato de moverme, con más fuerza que antes; veo al bebé crecer, y crecer con más velocidad. Logré librarme por un salto hacia adelante, cayendo de cara en la dura superficie de cerámica.
Me arrastro por el suelo hasta llegar a mi lavatorio, en donde lo uso como soporte para levantarme.
Trato de correr hacia mi puerta.
PLAM.
Se cierra con fuerza.
Me volteo hacia el inodoro. El corazón se me sale por la garganta y mi respiración no es suficiente.
El inodoro explota, lanzando pedazos de porcelana por todo el baño. Grito al sentirlos cortar mi piel, dejando grandes trazos rojos que se transforman en cascadas rojas.
Caigo al suelo y siento las lágrimas caer de mis ojos. Mi cuerpo se tensa frente a la gran cantidad de dolor a la que está siendo sometida.
Y levanto la mirada...
No.
No.
No.
No puede ser así.
—¡No soy culpable! —Le grito, pero ella no responde. Se va acercando mientras que su boca se abre y un espeso líquido blanco comienza a salir de ella con brutalidad.
—¡NO SOY CULPABLE! ¡NO SOY CULPABLE! ¡NO SOY CULPABLE!
Me despierto en mi cama con los pulmones buscando todo el aire que sea posible. Siento mi corazón bombear con fuerza contra mi pecho. El sudor cae por mi frente.
Tomo mi celular, son las seis y media de la mañana, pero no planeo seguir durmiendo después de esto.
Sé que no soy responsable de la muerte de Ana, pero ¿por qué tuve esa pesadilla?
***
Mamá y yo no conversamos durante el desayuno. Hubo conversación hacia todos, excepto de una a la otra. Por lo menos no teníamos que fingir estar bien, eso era algo que todos en la casa sabían y que preferían no entrometerse. Incluso Cristina, a quien le encanta saber el porqué de todo.
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Aquel Pequeño Rumor
Misterio / SuspensoLAS PALABRAS PUEDEN SER ASESINAS Los rumores corren, no hay quien los pueda evitar. Un simple comentario se puede volver en la noticia más importante, pero eso no significa que fuera mi intención hacerlo. Anastasia tenía sus problemas, todos lo sabí...