—Por favor, no lo hagas. Detente. Te lo ruego. No sigas, por favor —comenzaba a enojarse con ella misma, no era justo quedarse tan quieta y dejar que él se acercara de ese modo.
Ella no podía ser tan débil con respecto a él.
No después de enterarse que Vicenzo sólo la utilizó para cobrar esa puta herencia.
Y contrario a lo que su hermana le había dicho, a lo que su propio padre le había dicho, ella se había ido de cabeza con todo. Ella no había escuchado y ahora, un año después, seguía pagando las consecuencias.
Ahora, después de tanto lllorar, de tanto sufrir, y de no poder continuar con su vida, porque su consciencia le pedía a gritos finalizar su relación para comenzar otra. Ahora es que podía ver la luz al final del tunel y darse cuenta que cometió un gravisimo error al casarse con Vicenzo Luigi.
—¿Qué no hago mi, hermosa esposa? ¿qué es lo que quieres que no haga? —él comenzó a dejar besos sobre su cuello, subiendo por su oreja y mordiendo suavemente su piel. Un escalofrío se lanzó desde los pies hasta su cabeza, estremeciendo su cuerpo y haciendo que temblara suavemente. —¿por qué no quieres que lo haga? ¿temes darte cuenta que en verdad no quieres estar con ese hombre? él solo se aprovechó de tu inocencia, se aprovechó de que estabas sola y triste. No sé que hizo o que dijo...
—No, Enzo , tú te aprovechaste de la mía y aún así estoy aquí. Quiero terminar esto. Déjame terminar esto y alejarme de ti. Necesito alejarme de ti.
—Yo jamás me aproveché de ti.
—Lo sigues haciendo.
Él no se alejó de su cuerpo, no la miró con rabia, sino con tristeza, una que no pudo ocultar en sus ojos oscuros al escuchar esas palabras, se quedó allí y por un segundo a Nella se le cortó la respiración.
A lo mejor ya había entendido que debía dejarla marchar.
Dentro de su maleta llevaba el sobre con los documentos. Si pudiera abrir la puerta, podría...
Pero se detuvo al escuchar la voz gruesa y profunda de Enzo .
—Quédate conmigo un mes. Danos lo que nos pertenece, danos eso que nos negaste todo este tiempo. Tan sólo un jodido mes y te firmaré el divorcio. — le pidió y por primera vez desde su reencuentro, ella creía que él estaba siendo honesto con lo que pedía.
En verdad le quería.
Pero solo por ese mes.
—¿Que estas diciendo? — pregunto en un murmullo.
—Sabes lo que te pido. Solo te quiero...a ti. Un mes, Nella. Nos negaste demasiado cuando te fuiste. Te he esperado por demasiado tiempo.
—Yo...
Él comenzó a besar su mandíbula, sus labios lo sentía por todo su cuerpo aunque sabía que sólo estaban en su rostro, ella entreabrió los de ella, deseosa de que allí llegara el calor de Enzo.
Estaba dispuesta a dejarlo pasar la barrera tan delgada que había trabajado por tantos meses.
El tiempo pareció esfumarse y sólo quedaron ellos dos en ese asiento del carro.
Solo existían ellos y no sabía cómo volver a colocar la barrera que con tanto dolor había creado entre ellos.
—Dime, Jane.. ¿vas a concedernos este tiempo?
¡Dios mío! No podía pensar siquiera cuando él estaba tan cerca. Tenía una presión en el pecho que hacía que la respiración se dificultara, todo él hacía que se dificultara su vida.
Jane .
Él le había colocado ese apodo desde que la vio subirse en el techo de su casa cuando la antena de la televisión dejó de funcionar en su primera vez visitando su casa y unos niños vecinos de ella estaban en casa.
Ella no había tenido vergüenzas con él. Desde el primer momento, sintió que lo conocía de toda la vida.
Antonella había vivido una vida diferente a la que las demás mujeres había tenido. Una con la que ella se sentía feliz y contenta. Lejos de todo el bullicio de la ciudad, lejos de las luces de los carros y del sonido ensordecedor de las bocinas lejos de la humareda humana de Napoles.
Lejos de gente como la familia de Vicenzo.
Lejos de gente como él mismo.
Le gustaba la tranquilidad, pasear por el parque, disfrutar de entrar los pies en el lago cerca de su casa, caminar a media noche mirando las estrellas sin miedo a que alguien se acercara para asaltarla.
Le gustaba la tranquilidad de su pueblo natal.
Allí quería regresar.
Lejos de Enzo y su riqueza. Una que sólo había traído desgracia a su vida.
Es más, ya inclusive a España se estaba acostumbrando. Y prefería mil veces estar allí que en Napoles.
—¿Qué dices, Jane ? — el carro se detuvo y ella miró por el retrovisor a Demetrio, él estaba conentrado en la calle, en conducir, siempre había sido así, no importaba lo que ellos hicieran detrás, él siempre iba a mantener los ojos hacia adelante.
—Enzo...Esto no es adecuado.
— Olvídate de lo adecuado por una jodida vez. — dijo él y la separó lo suficiente como para besarle con fuerza. Se apoderó de sus labios y ella le devolvió el beso con un suspiro intenso.
Demonios.
Sus besos seguían haciéndole sentir igual.
—Enzo...
—Mira como somos juntos, Es solo un mes hermosa, Jane.
Lo que Vicenzo le proponía era descabellado, era absurdo. Ella no había ido con intención de pasar ni siquiera una semana en Napoles.
Lo único que deseaba era regresar a su casa y llorar desconsoladamente.
Iba a llorar cuando su divorcio fuera oficial.
Porque amaba a Enzo con su vida.
No.
No podía darle un mes.
Estaba segura de que si caia en eso le sería aún más duro dejarle.
Aún más dificil firmar los papeles
No. Definitivamente no podía.
—Si.. — en cambio fue la respuesta que salió de su boca y dejo a ambos sorprendidos.
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EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)
RomanceAntonella Luigi está casada, legalmente casada con un hombre que conoció un año y algunos meses atrás. Ella descubrió la razón de su matrimonio: una herencia por cobrar. Vicenzo Luigi, tuvo una condición para que pudiera cobrar su herencia: casarse...