Capitulo 19: No lo podia creer

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No podía creer que lo había hecho.

Al estar camino al baño, llorando como si su mundo se hubiese derrumbado, no había creído posible levantarse del suelo emocional en el que había quedado y caminar con la cabeza digna otra vez en su vida.

Precisamente, aquello era lo que sentía en su corazón, marchitado, machacado y destruido.

Vicenzo la había minimizado hasta dejarla aplastada en el piso. Su hermana Giovanny, ella estaba segura de que estaba detrás de todo, se había metido en su vida, en su matrimonio. Había ensuciado la memoria de sus recuerdos.

¿Un video?

¿Ella creía que un video sería suficiente para separarlos?

Lo cierto es que si, Vicenzo estaba dolido, segado por la ira y por los celos, por la vergüenza que representaba el ella haberle dejado.

Pero ella se merecía vivir un mes con el, ella merecía ser feliz, aunque estaba segura de que su hermana Thalía le juzgaría y diría que aquello era toxico.

Se quedó quieta, tan cerca de él, escuchando su respiración, las pulsaciones aceleradas de su corazón. Su mirada perdida. .

Si ella solo podía disfrutar de su cuerpo, de sus manos, de su miembro viril y su masculinidad intensa, ella tendría eso, tendría ese recuerdo.

Lo peor de todo era que su sexo le había dado la bienvenida al pene de con nadie se había sentido en tal confianza.

A su edad, ella no le tenía confianza a ningún hombre, ni siquiera de aceptarle una copa en un bar a un desconocido. Por eso se veía con Scott, porque había alguien de por medio que le conocía y podía dar buena referencia de el: su hermana Thalía.

Pero no le amas, le dijo la voz en su cabeza. Amas a Vicenzo Luigi, amas a tu esposo a tal punto de intentar convencerte que pasar un mes a su lado es mejor que regresar a España con pura memoria de desventuras.

Vicenzo, su cuerpo se había comportado como si le extrañara. Como si en verdad ella le perteneciera en cuerpo y alma. ¿Y qué pasaría si así fuese?

—Nella...

—No me digas nada más sobre esto. Tendrás tu mes. Me firmaras el divorcio.

—Esto no es sano para ti, Jane. — dijo el en tono ronco. — no me amas ya, no es necesario que lo hagas. Salgamos a comer y si quieres te marchas esta misma noche.

—¿Qué? —preguntó y le empujó. —¿Tanto joder para que ahora te vuelvas un cobarde? ¡He estado detrás de ti todo un maldito año!

—Sí, pero no sabía que mi hermana estaba maquinando algo para alejarnos...

—¡Claro que lo sabias! ¡Es tu hermana! — vociferó ella. —¿No lo ves? No soy la mujer adecuada para ti. Nunca lo fui. Nunca lo seré. — admitió en voz alta. — en eso ella tiene razón.

—¿Razón? — él se acercó a ella y Nella sintió que temblaba, pero no de miedo. De necesidad. Necesitaba a su marido.

—No soy de tu clase social, Enzo. No vengo de cuna de oro ni de apellido de renombre. Soy una italiana más del montón. — susurró. — tu mereces una mujer como la que se que ya te tienen escogida. Mereces tener hijos...— su voz se quebró y ella sacudió la cabeza. —mereces estar con una mujer que no tenga siempre que mirar atrás por si tu madre o tu hermana van a meterle el pie para hacerle caer.

—No digas eso. — él la abrazó con fuerza y ella se dejó hacer. Estaba desconsolada.

Ella tenía veinticuatro años, pero desde que se encontró con Vicenzo, se imaginó casada y con hijos suyos. Se vislumbró como su esposa.

Con niños de pelo negro y ojos intensos como los de su padre.

Pero nada de eso lo tendría.

Ya no.

Demasiadas cosas de por medio.

Pensó en tomar su maleta y largarse del departamento de Vicenzo, llegar a un hotel y esperar por el vuelo más próximo para regresar a su pueblito. Calculó el gasto que sería aquello y se dio cuenta que iba a quedarse sin los papeles del divorcio si se largaba.

Vicenzo seguiría estando en su vida, necesitaba suspender todo, cancelarlo de una vez por todas, alejarse de él y nunca más volver a ver a ese hombre de pelo oscuro y mirada intensa.

Ese hombre que parecía sacado de una revista.

Pero no sin antes hacerle pagar por el desaire y la violencia con la cual la había tratado.

En otra ocasión, en otro momento, era muy probable que ella se hubiese acostado con él allí mismo en el pasillo, quizá si el no hubiese hecho comentarios tan fuera de lugar y ofensivos, a lo mejor si el no hubiese puesto en duda sus palabras, su verdad, estaba segura de que hubiese aceptado su miembro viril dentro de ella una vez más sin pensarlo.

Pero no lo hizo, porque ella necesitaba hacerle entender a el que él no tenia poder alguno sobre ella.

¡Maldita Sea! lo deseaba, si, ella no iba anegar eso. Lo deseó desde el instante en que lo vio en el aeropuerto ese mismo día.

—Lo siento...—dijo él y sus palabras le sorprendieron.

—¿Qué? —ella se alejó un poco. —¿Por qué?

—Por mentirte. Nunca te he pedido perdón por no decirte sobre la herencia. — dijo y bajó la mirada avergonzado. Eso a ella le puso una pequeña bandita en su corazón herido. —No debí mentirte para acercarme a ti, Nella.

—Yo...

—Se que he hecho muchas cosas mal con nosotros...se que quizá...

—Un mes. —dijo ella armándose de valor. — un mes y ya no representaré una tortura para ti ni para tu familia.

—Nella, no me refiero a eso, joder. Escúchame.

—Ya te he escuchado bastante. Inclusive en tu silencio todo este año. Yo he estado escuchándote. ¿Crees que puedes pedirme perdón y todo va a solucionarse? ¿Crees que con decirme que lamentas haberme mentido vas a solucionar el infierno que me pusiste a vivir? ¡Me has degradado a lo más mínimo!

—¿Entonces porque aceptas esto? ¿Por qué, Nella? ¿Por qué tienes tanto deseo de torturarnos si solo acabaremos mal? Antonella .... No hagas esto. Tú no eres así...

— ¿Yo no soy así, Vicenzo? ¡Tú no me conoces! ¡no sabes nada de mí! ¡te has aprovechado de mí de todas las formas posibles y Ahora temes estar conmigo. Me folllaste en tu cama y luego me desechaste. ¡Yo creí que estábamos solucionando nuestros problemas! Pero claro que no me conoces.

—No debes de aceptar este mes por razones que no son...

—¿Qué no son qué? ¿Estas así porque no me estas obligando a aceptarlo? ¿Por qué ya no eres tu el que tiene al toro por los cuernos?

—No está bien. No quise hacerlo, no quise lastimarte. Nella... Yo, de haber sabido que tu...

—¿Qué yo que? ¿Qué nunca he estado con Scott? ¿Qué nunca quise tu maldito dinero?

—¡Has estado consumiendo todo mi dinero desde hace meses! — le gritó y ella se alejó de el.

—Estás loco.

Ella no iba a seguir escuchándole.

—¿Loco? ¿Loco yo? ¡te has comprado carteras de tres mil dólares! ¡Te has pagado spa y lujos de mucho más dinero que lo que me cuesta a mi este apartamento! ¿Crees que el maldito estado de cuenta no me llega? ¡Te he dejado hacer y deshacer con mi dinero porque sabía que regresarías algún día!

—¿Tu crees que volví porque necesito dinero? ¿Eso es lo que piensas? — ella le miró aturdida. —¿Crees que te estoy diciendo que acepto este mes es porque quiero sacarte dinero?

El rostro de Vicenzo se ensombreció, pero no respondí.

Ella sintió sus ojos llenarse de lágrimas.

El silencio daba mejor respuesta que las mismas palabras.

—Vete al diablo, Vicenzo. En serio te lo digo. Vete al maldito infierno y púdrete en el con todo tu maldito dinero. 

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora