Capitulo 24. Tuya

556 22 0
                                    


Vicenzo Luigi

La situación era más complicada de lo que él pudiera explicarlo. Antonella, su esposa, no parecía entender cómo iban a ser las cosas a partir de aquel momento.

¿La amaba?

No tenía una respuesta clara para eso, pero debía enfocarse en la realidad del momento: iba a tenerla en su vida por un mes.

Aunque él deseaba tenerla en su vida por mucho más tiempo.

Calculó todas las opciones, evaluó el territorio mentalmente.

Ella iba a quedarse el mes completo Estaba dispuesta a hacerlo, el problema era que su hermana Giovanny había saltado con una serie de estupideces horribles, sobre como él estaba perdiendo el tiempo con esa mujer, una que no era de su mismo estatus social.

¿Qué diablos tenía que ver el dinero con su matrimonio? ¿por qué la gente se fijaba en las diferencias sociales? ¿acaso el dinero era importante?

SÍ, se dijo molesto. Claro que era importante, el dinero le permitiría ayudar a fundaciones sin fines de lucro, ayudar a niños con cáncer, su mujer no lo sabía, no sabía que él donaba millones de dólares cada año para ayudar a niños de escasos recursos. Para ella, él era un insensible y un malnacido.

Aunque por momentos se daba cuenta que Nella quería algo más de él, que Nella creía que él podía ser más, deseaba demostrárselo, quería de enseñarle que él no era como su hermana ni como su madre. En su familia nadie toleraba a Antonella, lo sabía, lo supo desde que el les habló por primera vez de ella, y aún así no comprendía la razón de por qué tanta rabia por una mujer que no le había hecho daño a nadie.

—¿Estás seguro de querer manejar? —le preguntó a ella.

—Sé conducir Antonella. —le respondió mientras se colocaba el cinturón y la observaba indicándole que hiciera lo mismo. —Si no te pones el cinturón, lo haré yo mismo.

—No quiero ir en el carro contigo.

—¿Qué prefieres? ¿que maneje Dimetrio?

—No me parece mala opción.

—Son las 11 de la noche, Antonella. Dimetrio debe de estar durmiendo.

—Pensé que lo utilizabas a cualquier hora sin importarte...

—¿Sin importarme qué? ¿que él tenga familia? ¿que esté descansando? No soy tan desgraciado como tú crees. No soy tan frío. Por una vez en tu vida intenta verme realmente, Nella.

Ella frunció el ceño se colocó el cinturón y miró hacia otro lado. Ahí estaba. Esa era la respuesta que él ya sabía: Nella no creía que él fuera una buena persona.

¡Y demonios! él tampoco estaba interesado en demostrarle que era o no era.

Se contradecía una y otra vez mientras encendía el carro. La situación era irrisoria. ¿Desde cuando era el quien estaba detrás de las mujeres?

Su hermana tenía razón en algo, ciertamente había cambiado desde que un año atrás conoció a Antonella.

—¿A dónde me vas a llevar?

—Dónde me plazca. —respondió y no pudo evitar sonreír al escucharla soltar un bufido. Se sentía empoderado, agarró con fuerza el guía del carro, estaba decidido a complacerá a Antonella.— Si tienes algo que decir o conoces algún lugar en específico dilo ahora.

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora