CAPITULO DOS: SOLO EL

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Antonella no se lo pensó dos veces, los ojos de Vicenzo centelleaban de pura rabia. Comenzaba a perder la paciencia, él era un hombre de armas tomar y si ella no se montaba en el coche, fácilmente, él podía cargarla y meterla dentro ponerle el cinturón y sentarse a su lado como si nada hubiese pasado.

Miró a todas partes, las personas pasaban a su lado sin percatarse de la incertidumbre que estaba apoderándose de su ser.

—Tengo reservación en el hotel, no voy a irme contigo, si gustas me dejas allá, pero no voy amanecer contigo Vincenzo.

—Una cosa es lo que tú quieras, Jane, y otra cosa es lo que realmente se hará. Estás haciéndome perder el tiempo. Ya sabes que mi tiempo es oro.

—No me llames así. El tiempo de llamarme así ya pasó.

— Para mi siempre serás Jane, Jane. — le dijo pasando una mano por su rostro. — Estoy cansado. Vámonos antes de que se haga más tarde.

— Vincenzo...

— No me tires las cuerdas, Jane. Nos vamos. Punto. No tienes nada que objetar. ¡Y deja de hacerme perder el puto tiempo!

—Sí, ya lo sé. Es lo único en lo que piensas. Siempre el dinero. Siempre tu propio beneficio.

— Tengo cosas de hacer y no tengo tiempo para esto, te lo aseguro.

— Fuiste tu quién vino a buscarme. No te pedí hacerlo.

— ¡Eres mi jodida esposa! — rugió él y varias personas se giraron a verle.

Se sintió nerviosa de inmediato.

Él no solía hablarle jamas de aquella forma.

—No me trates asi.

—Pues entra al puto coche y dejate de ñoñerias.

— Tienes que aprender a dejar de intentar manejar la vida de los demás, — comentó molesta y derrotada. No quería hacer una escena, ella no era esa clase de mujer, por eso le irritaba tener que ceder ante Vicenzo— porque eso es lo que haces, quieres manejar la vida de todos a tu antojo, a tu gusto, por lo que te conviene, siempre buscando tu propio beneficio.

—Jane, no me hagas perder la paciencia. Sabes muy bien que la tengo contigo pero estás a un paso de hacer que te meta en el puto coche. Sabes que no me importa si me ven o no. — le dijo y se pego mas a ella. — A la única que le importa la imagen es a ti. Asi que esta escenita la estás haciendo tú. ¿Qué es lo que quieres lograr?

Ella se quedó fría.

¡Por su puesto que no!

Ella era una mujer sin ser notada antes de conocerlo a él.

Ella era nadie.

Una simple recien graduada de Publicidad.

Nada más.

Ella era un nadie caminando por la vida.

—Tú no eres así. Al menos el hombre que conocí no era asi, era un hombre educado, pragmatico. ¿qué te pasó?

Este hombre que estaba frente a ella dictaba mucho del Vicenzo Luigi que habia conquistado su corazón.

No ese con el que había soñado tantas veces, muchos trasnochos, pensando en él día tras día, ese que la había llevado de vacaciones a Colombia, el que se había reído con su padre de sus ocurrecias, el que le había puesto un anillo con una piedra enorme en su mano, del mismo color de sus ojos, y le había prometido amarla para toda la vida, sonriéndole a la cara, mientras el sacerdote pronuncia las palabras.

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora