Capitulo Seis: ¿Qué quieres lograr?

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—¿Qué pretendes lograr?

—No pretendo lograr absolutamente nada— respondió él en cambio después de un rato en silencio pensando su respuesta analizando cada detalle.

No podía creerse que después de tanto tiempo su mujer estuviera allí en el mismo carro que él, a tan solo unos escasos dedos de sus manos.

Él había seguido todos sus pasos desde que se fue de Italia.

—Hemos pasado por demasiado como para que ahora me diga que no sé lo que piensas.

—Te aseguro que no sabes absolutamente nada de mí de haberlo sabido, de haberme conocido en verdad. Tú hubieses sabido que yo iba a ir a buscarte, que yo iba a esperar por ti hasta el instante en que te bajaras de ese avión.

Y lo cierto es que el desasosiego que ya había sentido mientras el avión despegaba, le indicaba que muy internamente ella también lo sabía. Ella sabía que él iría a buscarla y más que nada. Por eso había estado tan inquieta durante todo el vuelo.

A ella no la atemorizado el simple hecho de que iba a volver a reencontrarse con él, de que finalmente iba a tener los papeles del divorcio. Lo que más le molestaba era saber que él iba a esperar la que él la estaba esperando.

—¿Qué es lo que quieres hacer conmigo? — le preguntó a ella.

—Lo que tú me dejes hacer. — en cambio, fue su respuesta.

Pero ella se detuvo, iba a contenerse porque no era lo adecuado para ninguno de los dos.

Por supuesto que él sabía cómo ella pensaba todo lo que ella calculaba y lo que pasaba por su cabeza. Al menos la gran mayoría de las cosas las tenia bastante claras con relación a su esposa.

En esos momentos en que pecaba de pensar que realmente le conocía a la perfección.

—Vamos a la casa y allá hablaremos con más calma.

—Tú nunca has sido una mujer de calma, Antonella. — se burló el. —si algo eres, es puras ansias embutidas en esa ropa extraña que llevas.

El tuvo el gusto de ver que ella se sonrojaba.

Bien.

Al menos le molestaba lo que el pensara de ella.

—Tienes tiempo sin hablar conmigo, sin saber nada de mí

—Esto no implica que no te conozca. —Refutó el.

Se quedaron allí, en silencio, ella se acomodó la ropa, aunque no estaba para nada desaliñada, y él tomó asiento a su lado sin moverse ni un ápice. Sacó su móvil y comenzó a responder mensajes que aparecieron en su pantalla.

Vicenzo

La convenció.

—Vicenzo...—escuchó la voz sedosa y melodiosa de Antonella y miró su rostro que estaba cerca del de él.

Había estado a punto de besarla, de sucumbir ante la tentación. Demasiados meses lejos de ella, siempre había sentido esa necesidad de poseerla, pero la había respetado, sabía que ella era débil con él, al menos en el aspecto físico, lo notaba porque no conversaba, lo veía en su rostro al volverse rojo cuando él se había insinuado, cuando él se acercaba y ella dejaba de respirar. No tenía muchos conocimientos sobre relaciones sexuales, no tenía a su madre con ella para orientarla y tampoco una amiga que le hablara sin pelos en la lengua sobre esas cosas. La hermana de Antonella era muy desinhibida. Pero el sabía que Nella, odiaba que le hablaran de forma vulgar, que no le consideraran en lo absoluto.

Por eso había decidido llevarlo con calma, su relación no debía pasar a un segundo nivel, no hasta después que ellos contrajeran matrimonio y que Antonella se sintiera en la confianza de ser oficialmente suya, y así evitar los remordimientos a futuro.

Cosa que había sido una complete estupidez.

Porque al fin de cuentas las cosas no habían resultado como él las había pensado.

Si, claro que le había omitido ciertos detalles, pero no pudo disfrutar del cuerpo de su esposa como deseaba.

Como deseó.

—No hay lugar para remordimientos, cielo. Ya has respondido y así se quedan las cosas. No puedes faltar a tu palabra. — objetó él.

Nadie podía evadir sus responsabilidades cuando de Vicenzo se trataba.

El cumplía su palabra. Asi como cumpliría su parte del compromiso que ambos aceptaron frente al sacerdote.

El matrimonio seguiría en pie hasta que la muerte los separase.

El no se iba a divorciar.

Pero eso ella aun no lo sabia.

Estaba dejando la mejor parte para el final.

—Yo no rompo mi palabra. — murmuró ella. —Es solo que...

—Sin embargo, me dejaste cuando nos casamos. Creo que eso si aplicar para el termino "Romper tu palabra" — objetó. — no se que quieres demostrar con esto. No voy a ser participe de este juego retorcido. No me amas. Nunca lo has hecho. Es bueno que tengamos eso claro desde ya. Tal como debimos haberlo tenido hace un año antes de casarnos y darle de comer al país completo.

—Eso no era lo que parecía cuando sonriente me dijiste que te había dado la boda de tu sueños.

—No seas sarcástico.

—Y tu no seas mentirosa, Nella. Nos lastimaste. Rompiste lo que...

—Tu fuiste quien arruinó lo nuestro. — dijo ella y elevó un par de decibeles su tono de voz. —tu y tus artimañas. Yo en verdad creí que me...!olvídalo! ¡Esto ya no tiene caso alguno!

—Nella...

—Antonella. —le dijo ella corrigiéndole. —Antonella es mi nombre.

—Cuando te susurré Nella aquella vez en la cama no te molestó.

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora