Capitulo 33. Traición

550 25 0
                                    


—¿Estás seguro de regresar al apartamento? — preguntó cuándo le vio salir por la puerta principal.

Habían pasado horas desde que llegaron precipitadamente a Nápoles.

Grecia no parecía más que un lejano recuerdo.

Pero su marido parecía un hombre completamente distinto.

Ni sombra de lo que fue en Grecia o de como se había comportado con ella hasta el momento.

—¿Cómo está Geovanni? —preguntó al ver que él no hablaba.

Jamás pensó que era posible preocuparse tanto por una persona que había odiado durante todo un año, aunque su esposo nunca había culpado a su hermana y su madre por su ruptura, ella sí lo hacía, ella lo hacía porque sabía que en verdad ellas eran las responsables de llenarle a su esposo en la cabeza con ideas funestas sobre ella.

Así que se sorprendió al sentirse honesta al preguntar por Giovanni.

—Te contaré todo al llegar a casa, aquí no es seguro hablar. — Él hizo una llamada y en cuestión de minutos su chófer estaba allí, ella le saludó de inmediato, sin obviar la forma callada de su marido al subirse al vehículo.

Si bien la relación de su marido y el chófer no era la mejor, siempre habían procurado saludarse cordialmente y eso ella lo sabía, así que se preocupó grandemente cuando Vicenzo, se subió en silencio.

—Es una malnacida que no merece ser mi madre.

—Enzo. — murmuró ella sin entender en lo absoluto, pero dándose cuenta de la rabia que estaban contenidas en las palabras de su esposo, ella extendió una mano y apretó la de él encima del muslo de Vincenzo. — Cuéntame qué está sucediendo para así poder entender todo esto. No me has dicho nada de tu hermana y estoy muy preocupada por ella. ¿Qué te ha dicho el doctor? ¿Cómo ha sucedido todo esto? ¿Lograste hablar con ella?

—Vas a quedarte? — Preguntó él de repente. — Necesito saber si vas a quedarte conmigo. Necesito saber si eres mi esposa y lo seguirá haciendo, porque en estos momentos te aseguro que no tengo tiempo para nada más que centrarme en mi hermana.

Aunque las palabras té Enzo le dolieron y clavaron en su corazón, ella sabía que él estaba desesperado, angustiado por el estado en el que seguramente había visto a su hermana menor. Vincenzo era sobreprotector, ella sabía que él se esforzaba demasiado en que todo estuviera correcto, en que todo estuviera bien, lo había intentado hacer con ella y también sabía que lo hacía con su familia. Se sintió responsable de la familia de Luigi en el momento en que el padre de él falleció.

Así que para él, todo rondaba en el círculo de la seguridad, en el círculo de saber con qué contar.

Con quién contar.

Y en aquel momento ella se daba cuenta de que eso era lo que él estaba necesitando escuchar, saber si ella iba a quedarse en Nápoles, saber si iba a quedarse allí con él. De eso dependía que él le contara lo fuese que estuviese sucediendo con Giovanni.

—Demetrio para el coche. — ordenó él al chofer.

El chófer lo hizo de inmediato. Se orilló y aguardó mirando hacia el frente, sin mirar hacia atrás hacia donde estaban ellos dos.

—Lo que voy a decirte, necesito que te lo guardes para ti, no quiero que tu hermana lo sepa, ni mucho menos el español ese...

—Enzo, antes de que continúes necesito decirte algo. — ella la interrumpió porque supo que ese era el momento preciso para ya poder darle todo lo que tenía dentro de su alma, ofrecérselo en bandeja de plata, darle sus sentimientos y que él hiciese lo que quisiera. — jamás recibí ni un solo céntimo de tu dinero. Jamás recibí esa tarjeta que reclamas haberme dado. Nunca tuve acceso a tus cuentas, no lo tuve, no lo tengo y no lo tendré porque no necesito tu dinero y jamás lo he hecho. Y te aseguro que cuando me fui de aquí lo hice porque no quería nada que ver contigo. — ella habló tan rápidamente soltando todo lo que había estado atorado en su garganta que tuvo que tomar aire para seguir hablando. — Yo te amo a ti te amo y creo que siempre lo he hecho, jamás he dejado de hacerlo, lo que siento por ti no se va a comparar en el cambio, lo que puedo sentir por otra persona.

—Nella...

—Déjame terminar porque veo que demasiadas mentiras han destruido nuestro matrimonio y no quiero que vuelva a suceder. Necesito que confíes en mí como yo lo hago en ti. No sé a quién diablos le diste la tarjeta, no me interesa saberlo, si me lo quieres decir ya es cosa tuya, pero no me interesa saber nada más porque solo sé que nunca he tenido acceso a nada de esto y quiero que sepas que estoy aquí contigo porque me interesas tú porque te amo a ti. Quiero que sepas que he llamado a Scott. Hace menos de 1 hora, mientras esperaba a que salieras de la clínica, lo he llamado y le he dicho que jamás he sentido por él lo que sentí por ti, lo que sentí en aquel entonces y lo que sigo sintiendo ahora.

La mano de vista en sus entrelazo con la suya y ella se sintió amada. De inmediato se sintió protegida y se sintió que él estaba escuchando que estaba comprendiendo y asimilando cada una de las palabras que ella le decía. Así que tomando fuerza de ese amor, ella siguió hablando.

—Si no me quieres contar lo que ha pasado con tu hermana, no lo hagas porque yo no voy a forzarte. Sin embargo, quiero que sepas que estaré contigo incondicionalmente, que no voy a irme a España, que no voy a marcharme, que si en algún momento decido irme de tu lado va a ser porque yo tome la decisión, no porque ninguna otra persona me haya llenado la cabeza con ideas tontas.

Ella soltó un suspiro y aguardó sin embargo él no respondió.

Cuya sintió que lo estaba perdiendo, sintió que había dado todo lo que tenía en su corazón y aún así él seguía sin confiar en ella.

—No voy a marcharme en eso, no voy a irme a ningún lado hasta que sepa con certeza que no hay futuro para los dos. Y si estoy embarazada y si en verdad estoy llevando en mi vientre a un hijo tuyo, a tu primogénito, te aseguro que jamás te negaré a estar a su lado. Si no lo estás es porque tú no quieres estarlo.

Ella se puso la mano en su vientre y sintió la humedad en sus mejillas. Lo estaba diciendo de corazón, ella jamás obligaría a ningún hombre a quedarse a su lado, a permanecer junto a ella. Tan solo porque en su vientre llevaba su hijo.

Programa él siguió el movimiento de su mano y colocó una mano encima de su vientre, junto a la de ella, sintiendo su calor. Ella cerró los ojos y soltó un suspiro acongojado. Cargado de puro sentimiento. Abrumado por tantas veces que ella había sentido que estaba perdiendo la batalla.

—Eres y siempre serás mi sol, eres mi esposa, eres la mujer de la cual me enamoré, sin siquiera darme cuenta, sin proponérmelo, eres la mujer que quiero que siga a mi lado mientras que envejezco. Te aseguro que no confío en nadie más como lo hago en ti. — hoy, él la abrazó y ella, temblorosa, se dejó hacer. — Eres una mujer excepcional, eres una persona a la que cualquier hombre desearía tener a su lado. Eres la mujer que cualquier hombre necesita. ¿Sin embargo, me escogiste a mí? He tardado demasiado en entender que quizás puedo merecerte. Aunque ahora mismo yo no lo hago.

—¿De qué estás hablando? — Preguntó ella. Enderezándose colocó las manos en sus mejillas y le miró a los ojos. — Nos merecemos el uno al otro, no puedo pensar en nadie más mejor que en ti para ser el padre de mis hijos, para ser mi esposo hoy y siempre.

—No me siento capaz de protegerte. No me siento capaz de proteger a nadie.

Ella no entendía en lo absoluto por qué le estaba diciendo esas cosas.

—Dime qué ha pasado con tu hermana— Le pidió. Creía que por ahí iban las cosas.

—Han abusado de ella múltiples veces. — reconoció el y ella sintió como el cuerpo de Vicenzo temblaba. Las manos de Antonella se quedaron frías, tiesas en las mejillas de él, sin saber qué responderle. Las lágrimas volvieron a salir y ella parpadeó para disminuir la nublazón de su mirada— hoy han abusado de ella y yo no he estado ahí para protegerla. — Antonella comprendió el dolor y la culpa por la que estaba pasando su esposo, él se estaba auto flagelando por algo que quizás no pudo haber evitado, ni aunque hubiese estado. — mi madre la ha vendido, la vendió como si ella fuese una propiedad, como si ella fuese un simple mueble que puede darle a otra persona para que lo use, para que se siente en él, para que lo destruya. Ese desgraciado puso las manos en mi hermanita, ha abusado de ella hasta que le ha roto la cerviz. Mi hermana no podrá tener hijos jamás. Mi hermana no podrá tener una familia.

—Enzo.... — susurró.

—Lleva años haciéndolo. Lleva años ofreciéndosela a hombres por dinero. Hola por gusto, por placer.


EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora