Nella
Antonella se quedó repasando cada una de las palabras de su marido, no podía creer que las cosas fueran a terminar así entre ellos.
Una confianza que se había roto meses atrás, una que quizás jamás existió.
Ella estaba acostumbrada a que las personas le dieran simplemente la espalda y no le permitieran expresarse. No estaba acostumbrada a que los demás pasarán de su opinión.
Aunque no era efusiva con sus ideales y tampoco intensa con su forma de pensar, intentaba siempre que los demás supieran si ella estaba de acuerdo o no con lo mismo que ellos.
Así que en aquel momento, aunque se sintió destruida, aunque sintió que verdaderamente su vida estuviera acabándose frente a sus ojos, ella quiso hablarle.
—Te sientes con todo el poder, ¿no es así?— Dijo, elevando la voz, y él se detuvo. —Yo no me siento con el poder, yo lo tengo a diferencia de ti, sé bastante bien cuál es mi posición.
—Tú posición era quererme. —Le dijo ella y su voz se quebró. —Tu posición era amarme pese a todo. —Una lágrima bajó por su mejilla, pero ella se las retiró de un manotazo, no iba a seguir llorando frente a él. Él no merecía sus lágrimas. —Tú juraste amarme frente al sacerdote, al igual como yo lo hice. ¿Te crees con el derecho de juzgarme? Tú, no tienes derecho a juzgarme porque tú has hecho exactamente lo mismo, has roto nuestros votos
Él se acercó a ella caminando como un León enjaulado y le miró con los ojos oscuros, entrecerrados.
—¿Vas a darme cátedra tú a mí de valores? —Le preguntó. —Te vas a parar ahí frente a mí, vas a decir que no has hecho uso de mi dinero y mi posición.
—Yo no he hecho absolutamente nada, jamás me he aprovechado de tu dinero ni de tu apellido. Todo lo que tengo hasta el momento lo he hecho porque yo así me lo he propuesto, lo tengo porque yo he luchado por ello. —Le dijo, sintiendo el fuego en su interior, encenderse cada vez más. —Por un momento, Enzo, tan solo por un momento pensé que podíamos. ..
—¿Que podíamos que? —Preguntó. —¿Crees que las cosas van a estar así de fácil, resueltas entre nosotros? Demasiada mierda ha caído sobre nuestros cuerpos para que ahora Intentes Limpiarte como si nada.
Ella se quitó la bata con un solo movimiento, sacándola por su cabeza y tirándola al suelo se quedó completamente desnuda frente a Vicenzo.
—¿Qué es lo que necesitas para que te demuestre que jamás me he aprovechado de tu nombre?
—Ponte la ropa, Antonella. —Le ordenó a él, con voz gruesa.
Él estaba excitado.
—¿Quieres poseerme? —Preguntó ella. —¿Quieres sentir que tú eres el que tienes el completo poder en esta relación? tú no tienes idea de lo que he pasado durante todo este año. ¡Yo te amaba, Vicenzo! —Exclamó, rompiéndose por completo, no se sintió expuesta al estar desnuda, todo lo contrario. Su desnudez le dio la valentía que ella al parecer había estado necesitando. —Mírame a los ojos por primera vez, mírame lo que hay detrás de ellos y dime si tú en verdad sigues pensando que soy esa mujer pusilánime que dices que soy.
Con una mirada retadora, ella aguardó, sin embargo, es lo único que hizo, fue apretar la mandíbula y mirarla intensamente.
—¿Te vas a quedar ahí, mirándome, no quieres tocarme esta vez, no quieres hacerme tuya? ¿No quieres echarme a la cara que me he acostado contigo? —Preguntó una tras otra sus inquietudes. Sus cuestión antes esas que le habían estado torturando. —Por un momento creí que estábamos haciendo el amor. Pero supongo que soy tan inexperta, Que no me di cuenta que tan solo me estabas follando a modo de venganza.
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EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)
RomansaAntonella Luigi está casada, legalmente casada con un hombre que conoció un año y algunos meses atrás. Ella descubrió la razón de su matrimonio: una herencia por cobrar. Vicenzo Luigi, tuvo una condición para que pudiera cobrar su herencia: casarse...